234

Publicado: 16 abril, 2024 en Sin categoría

Måe se despidió de Ůya con un cálido abrazo, y acto seguido cruzó la plaza. La visita había sido fugaz, pero se sentía enormemente satisfecha de haber tenido la oportunidad de conocerla. Se había sentido identificada con ella desde el primer momento, y había aprendido muchas cosas interesantes. Pero la mejor parte era que tras haber pasado ese tiempo con ella, había adquirido mucha más seguridad en sí misma y en su porvenir.

            Al parecer, ese sentimiento de rechazo que provocaba el venir de una comarca humilde, que se repetía curso tras curso, desaparecía tan pronto los alumnos acababan transformándose en taumaturgos al acabar sus estudios y abandonar la Universidad. En adelante, a nadie parecía importarle demasiado dónde hubiesen transcurrido sus infancias. Los integrantes de esa profesión eran tan preciados y valorados como escasos en el anillo celeste, y por ello les trataban como verdaderas eminencias. Precisamente por ser tan necesaria y escasa su aportación a la sociedad. Pese a que todo HaFuno podía practicar prodigios de un modo más o menos rudimentario y muchos de ellos lo hacían todas las jornadas en sus trabajos, sólo ellos eran los elegidos para hacer crecer y sobre todo perpetuar ese noble conocimiento entre los demás.

            Tal y como les comentó Ůya, muchos de los HaFunos cuyo nombre había quedado registrado para la posteridad en aquél viejo tomo habían tomado la decisión de dedicar sus vidas a la ayuda de sus congéneres más humildes. En especial los que habían escogido la disciplina de la sanación, pero también los alquimistas y los naturólogos, entre otros. La joven HaFuna aún no sabía qué disciplina sería la que ocuparía sus llamadas en la Universidad el resto de cursos que aún le quedaban por delante, pero había llegado a convencerse que también quería formar parte de ese grupo de HaFunos altruistas que hacían uso de cuanto habían aprendido para hacer del anillo un lugar mejor.

            La joven HaFuna había apurado mucho el paso al abandonar la Universidad, consciente de la demora de casi dos llamadas para acudir a la Factoría que había supuesto su reunión con Ůya. Aún se apresuró más al ver que en la gran explanada donde jornada tras jornada se montaba el mercado al aire libre tan solo quedaban HaFunos limpiando y ordenándolo todo para cuando la jornada siguiente volviesen a montarse todos aquellos variopintos puestos ambulantes.

Al llegar al Hoyo, Måe se sorprendió gratamente al encontrar a Tahora en su habitual puesto en el control de acceso. Hacía mucho que no la veía, hasta el punto que había llegado a preocuparse. Tenía muchas ganas de hablar con ella. Tan pronto como la pequeña HaFuna la vio, corrió a su encuentro, con una sonrisa sincera en el rostro. Su cambio de actitud para con Måe había sido drástico.

MÅE – ¡Qué gusto verte, Tahora! ¿Dónde has estado todo este tiempo? Hacía mucho que no te veía por aquí. Me había empezado a preocupar.

TAHORA – Me he estado tomando unas jornadas libres, para… para cuidar de mi madre.

Tahora obvió mencionar el principal motivo por el que se había podido tomar ese tiempo libre sin acudir a trabajar en el Hoyo. Pese a que Måe también sabía a ciencia cierta cómo lo había podido costear pese a su exiguo salario, prefirió no decir nada: estaba totalmente satisfecha de lo que había hecho con su primera paga.

MÅE – ¿Se encuentra mejor tu madre?

TAHORA – ¡Mucho! Tac ha sido… no sabría ni describir lo bien que se ha portado con nosotras, y… lo paciente que ha sido conmigo. Mi madre todavía está en cama, pero… ha mejorado mucho. Gracias por preguntar. Gracias… Gracias por todo.

MÅE – ¿Le haces las curas tú?

La pequeña HaFuna miró a lado y lado, avergonzada. Pero asintió. Si alguien de su círculo se enteraba que había estado practicando la taumaturgia, se moriría de vergüenza. En cualquier caso, no se arrepentía de nada, y lo repetiría una y mil veces si fuer preciso. Tac había sido un excelente profesor, pero a esas alturas, salvo alguna visita rutinaria de control, ya se estaba encargando ella sola de los cuidados que necesitaba su madre. La peor parte había pasado.

MÅE – Me alegro mucho que esté mejor. De verdad. Y tan solo verte la cara… sé que todo valió la pena.

            La sonrisa de Tahora fue menguando hasta que su rostro adquirió un tono sombrío.

TAHORA – Måe. Te… Te…  Quería pedirte…

La joven HaFuna negó con la cabeza. Sabía muy bien lo que intranquilizaba a Tahora, pero a esas alturas no le importaba lo más mínimo.

MÅE – No tienes que decirme nada, Tahora. Lo que pasó, pasó. Yo ya lo he olvidado.

TAHORA – Eres tan buena conmigo después de todo lo que…

MÅE – Te di lo que te merecías, nada menos. Yo soy huérfana, ¿sabes?

            Tahora asintió con un breve gesto de la cabeza. Conocía vagamente la historia de la joven HaFuna.

MÅE – Daría cualquier cosa por haber podido pasar más tiempo con mis padres. ¡Por haberles siquiera conocido! A ningún HaFuno debería privársele de ellos, y menos tan pronto.

            Tahora se abalanzó hacia Måe y ambas se fundieron en un abrazo, que se prologó mucho más de lo que la joven HaFuna hubiera podido esperar. Tahora estaba secretamente aguantándose las lágrimas. Sentía un agradecimiento tal, por cuanto Måe había hecho por ella, después de lo mal que la había tratado, que cada vez que la veía se le formaba un nudo en el estómago.

MÅE – Lo que… sí me gustaría pedirte una cosa, Tahora.

TAHORA – Lo que sea. Lo que necesites, aquí estoy para ayudarte. Mientras yo esté aquí, no tendrás que volver a pagar por usar el Hoyo nunca más.

MÅE – No. No… No me refería a eso, aunque… gracias.

            Tahora asintió, satisfecha. Puesto que no poseía nada, nada podía ofrecerle a Måe más allá que su gratitud y un pase gratuito al Hoyo de tanto en tanto. Nunca dejaría de sentirse en deuda con ella, por más ciclos que pasaran.

MÅE – Me gustaría verte más a menudo. Con Lia.           

            A la pequeña HaFuna se le iluminó el rostro, para acto seguido ensombrecérsele de nuevo.

MÅE – ¿Cuánto hace que no quedáis?

Tahora agachó la cabeza, avergonzada. Su relación con Lia se había ido enfriando más y más desde que el estado de salud de su madre comenzó a empeorar. Había llegado a un punto en el que no se sentía con ánimos de interpelarla, después de haberla negligido durante tanto tiempo.

MÅE – Eso no puede seguir así. Entiendo que tengas que trabajar y… cuidar de tu madre, pero… quiero que una tarde de estas te vengas con nosotras a la Factoría. ¿Me harías ese favor? Quiero que recuperes tu amistad con ella. Os hará mucho bien. A las dos.

Tahora asintió. De nuevo una tímida sonrisa acudió a su hocico.

TAHORA – Vale.

MÅE – Ahora me tengo que marchar, porque llego tardísimo a la Factoría, pero… espero verte pronto.

            Tahora se incorporó y rozó su mejilla con la de la joven HaFuna, para acto seguido darle paso libre a la plataforma del Hoyo. Måe ocupó su lugar y la plataforma enseguida comenzó a descender. Ambas se aguantaron la mirada, con una media sonrisa dibujada en el rostro, hasta que finalmente se perdieron de vista.

Deja un comentario