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Publicado: 4 julio, 2023 en Sin categoría

Eco agachó ligeramente la cabeza para adentrarse en la carpa. El HaFuno que le había facilitado el acceso dejó caer la pesada tela a su paso. La carpa quedó de nuevo protegida de las miradas indiscretas. Aru miraba en derredor, a través de las rendijas de su negra máscara. Estaba muy tensa. La luz se filtraba a través de la lona azul grisáceo que les hacía de techo. La carpa se sostenía con una curiosa estructura en forma de árbol, que formaba un eneágono en el techo del que partían los nervios que sujetaban la estructura al suelo, de modo que tan solo había un único soporte en el centro de aquella sala. En su interior, varias mesas, media docena de sillas, cajas y papeles por todas partes.

El HaFuno cuernilampiño echó un vistazo a los planos que había sobre una de las mesas. Eran planos cartográficos de diversas islas, en los que se podía leer tanto la topografía como detalladas recreaciones de los poblados que antaño se asentaran en las mismas. Visto de ese modo, más bien parecía que se encontrasen en unas excavaciones arqueológicas, a juzgar por los enormes montículos de tierra que se encontraban junto a aquella zona fuertemente protegida tanto del acceso como de la vista. Zona a la que no les habían dejado siquiera acercarse.

            El anciano HaFuno sacó una botella de una fresquera que previamente tuvo que desenterrar, pues estaba sepultada por pergaminos. No le hizo falta enfriarla, pues el ambiente era bastante frío. Tanto Eco como Aru agradecieron llevar aquellos pesados abrigos encima. Fin sirvió el contenido de la botella en tres vasos idénticos, que más bien parecían cuencos planos. Como buen anfitrión, ofreció uno a cada uno de sus invitados. Eco y Aru tomaron los vasos con recelo, conscientes que no podrían beber su contenido, pues sus máscaras se lo impedían.

FIN – Tomen asiento, por favor.

            Fin se dio media vuelta, encorvado, ayudándose de su bastón. Parecía débil y frágil. Dejó de nuevo la botella en la fresquera y tomó asiento frente a ellos.

FIN – No me voy a andar con rodeos. No me parece nada bien que se hayan disfrazado de ese modo para venir a hablar conmigo. Si vamos a negociar, creo que lo mínimo es que fuéramos francos por ambos lados.

ARU – ¿Es consciente de la naturaleza y la envergadura de lo que nos traemos entre manos?

FIN – Exactamente igual que usted.

ECO – Lo lamento, pero no le conocemos de nada. Nos sentimos más cómodos así.

            El HaFuno cuernilampiño no se reconocía con esa voz tan grave. Por un momento temió estar intimidando a aquél anciano. Tan solo le hizo falta ver la expresión seria y segura de su arrugado semblante para cerciorarse de que se equivocaba. Fin sería un vejestorio, pero tenía las ideas muy claras.

FIN – Allá ustedes, hagan lo que les venga en gana. En fin… ¿por dónde iba? Ah, sí. Ustedes son expertos fabricando portales, ¿no es cierto?

ARU – Sabe perfectamente que sí. Si no, no estaríamos aquí. ¿Qué es lo que quiere? Vayamos al grano.

            Eco tragó saliva. El corazón le iba a toda velocidad en el pecho. Quiso amonestar a su amiga por su actitud, pero prefirió morderse la lengua. Fin se llevó su vaso a los labios y dio un corto sorbo a aquél dulce licor.

FIN – Veo que no se anda con rodeos… Yo tampoco lo haré. Necesito que nos enseñéis a hacerlo.

            Aru negó con la cabeza. Eco no la reconocía en esa actitud tan negativa.

ARU – No. Lo lamento, pero nosotros fabricamos portales. Los hacemos nosotros, no enseñamos a nadie a hacerlos. Somos conscientes del peligro que entrañan, y somos muy celosos a ese respecto. Espero que lo entienda. Podemos fabricar portales a cualquier punto del anillo. Si lo precisan, incluso fabricar varios portales y hacer una red. ¿Qué ubicaciones quiere conectar?

FIN – Eso no es de su incumbencia.

ARU – Perdóneme, pero… yo creo que sí. Si quiere que fabriquemos un portal, necesitamos saber dónde se va a afincar. No es tan sencillo. Hace falta que trabajemos en los dos lados…

ECO – Lo que mi compañera quiere decirle, es que para poder ayudarle, necesitamos conocer…

FIN – Creo que quienes no me han entendido son ustedes a mí. No necesito que fabriquen ningún portal. Necesito que nos enseñen a hacerlo a nosotros.

ARU – Pues lo siento, pero eso no va a ocurrir. Lamento la confusión.

            Aru se levantó. Eco, aún sin saber muy bien cómo ni por qué, la imitó. Fin parecía muy tranquilo.

FIN – Estamos dispuestos a pagar lo que sea necesario.

            La sonrisa de suficiencia que se dibujó en el rostro de Fin dejó a Eco bastante sorprendido. Detestaba el modo cómo los HaFunos de la burguesía creían que todo se podía comprar con cuentas.

ARU – Pues lo lamento mucho, pero no será posible. Siento que le hayamos hecho perder su tiempo.

FIN – Sabemos en qué invierten sus ingresos. Ese es otro de los motivos por los que decidimos contratar sus servicios. No sé si me entienden…

            Aru y Eco se miraron. Fin tomó otro sorbo de aquél licor tan caro. Eco se puso en tensión.

ECO – ¿Nos está amenazando?

FIN – En absoluto. Tan solo pretendo llegar a un acuerdo que nos convenza a todos. Y le recuerdo que el único que está dando la cara aquí soy yo. Sabemos que le van a dar un buen uso a esas cuentas.

            La posadera respiró hondo.

ARU – Lo siento, pero le repito que no ofrecemos ese tipo de servicio. Y menos si no quiere decirnos qué pretende hacer con él. Sería muy irresponsable por nuestra parte.

FIN – No podemos compartir con ustedes el uso que le vamos a dar a esa información. No es algo que les competa. Pero insisto, estamos dispuestos a pagar lo que sea preciso para obtenerla.

ARU – No necesitamos su dinero.

            Aru le giró la cara, orgullosa. Se dirigió hacia la entrada de la carpa, e invitó a Eco a imitarla con un gesto de su cabeza.

FIN – Vale. De acuerdo. Para eso estamos aquí, para hablar las cosas. No quieren cuentas. ¡Perfecto! No hay problema. ¿Qué es lo que quieren? Somos HaFunos muy influyentes. Hay pocas cosas que no estén a nuestro alcance.

ARU – Cerrad las minas de Ötia.

            Eco se quedó de piedra. Incluso Fin, pese a su sempiterna pose impertérrita, mostró cierto desconcierto.

ARU – Y dad trabajo a todos los que se queden sin.

            Se formó un silencio incómodo, tan solo roto por las ocasionales voces apagadas de los HaFunos que estaban haciendo guardia al otro lado de la lona de la carpa.

FIN – Usted es consciente de lo complejo que resultaría lo que me está pidiendo, ¿verdad?

ARU – Sí. Aunque… no tanto como crear un portal sin tener ninguna noción previa. Cosa que sólo está en nuestra mano. Yo diría incluso que menos, dadas las circunstancias. ¿Quiere que le ayudemos? Ayúdenos usted a nosotros. Entonces sí habrá trato.

            Eco no daba crédito a lo que estaba presenciando. Adoraba a aquella HaFuna.

FIN – Lo vamos a estudiar.

ARU – Me parece perfecto. ¿Necesita algo más de nosotros?

FIN – No. Ya se pueden retirar. Nos pondremos en contacto con ustedes.

            Eco y Aru se despidieron del anciano HaFuno con un cortés asentimiento de astas. Abandonaron la carpa dejando tras de sí los dos vasos, que no habían osado siquiera tocar.

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