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Publicado: 1 agosto, 2023 en Sin categoría

MÅE – ¡Has nacido para esto!

LIA – ¿Pero qué tonterías dices?

            Lia echó un vistazo al retal, claramente avergonzada, como si estuviera haciendo algo malo. Sí era cierto que tenía una sutil mancha en forma de estrella, en la zona donde llevaba un buen rato tratando de transferir el tinte de la tinaja donde tenía metida la otra mano. Måe lo inspeccionó de cerca. Una amplia sonrisa surcaba su hocico. No sólo había conseguido convencerla para practicar la taumaturgia, sino que Lia había podido llevar a término su primer prodigio. Toda una proeza digna de loa, a su juicio.

MÅE – Oye, para ser la primera vez, no está nada mal.

LIA – Pero si apenas se nota… ¡Fíjate qué birria!

MÅE – ¡Nada de eso! Te lo digo de verdad. Yo la primera vez que lo intenté, no conseguí nada. ¡Pero absolutamente nada! Durante un tiempo estuve muy frustrada por eso, porque Eco me había llenado la cabeza desde pequeña, porque él también estudió taumaturgia, y estaba muy ilusionado por enseñarme. Yo también lo estaba, pero… tuvimos que esperar. Me explicó que cada uno despierta su don a un ritmo distinto. Él, por ejemplo, empezó a duras penas empezaron a brotarle las astas. Bueno, al menos eso es lo que dice él, que… ahora que no nos oye… es un poco fantasma.

            Måe esbozó una sonrisa. Lia le entregó el retal.

LIA – A ver. Hazlo tú. Quiero ver cómo es. Cómo lo haces.

            La joven HaFuna asintió. Con aquél retal en una mano, hundió la otra en la tinaja. Lia observó cómo éste se volvía morado. Dio un respingo al ver cómo, prácticamente sin solución de continuidad, volvía a quedarse blanco, como si lo que acababa de presenciar fuese un espejismo. Era incapaz de dar crédito.

LIA – ¡Haces que parezca fácil!

MÅE – ¡Si es que lo es! Es sólo cuestión de práctica. Te lo digo de verdad. Vas por muy buen camino. Sólo necesitas algo más de tiempo.

            Lia echó un vistazo en derredor. Se encontraban en uno de los despachos del fondo de la Factoría. Afortunadamente para ella, nadie se había acercado a husmear, pues éste, al igual que el resto, carecía de puerta. Había accedido a que la joven HaFuna le enseñase ese curioso truco fruto de una creciente curiosidad, pero estaba convencida que se hubiera muerto de vergüenza si cualquiera la hubiera visto haciéndolo. Practicar la taumaturgia no estaba muy bien visto en esa mitad de Ictaria, del mismo modo que no lo estaba volar en la otra. Måe consideraba que tanto los unos como los otros estaban mal de la cabeza por preservar esos estúpidos prejuicios. En Hedonia era todo mucho más sencillo.

LIA – Vale, pero… Deberíamos ponernos a trabajar ya. Llevo toda la jornada dándole vueltas a lo que miramos ayer, y… ¡estoy deseando agarrar la aguja!

MÅE – Tienes razón. ¡Yo también! Pero… volveremos a practicar mañana un rato, ¿vale?

            La hilandera asintió, aunque sólo fuese por seguirle la corriente, pero algo más convencida que al principio. Pese a que sus avances habían sido minúsculos, estaba ilusionada por haber podido practicar la taumaturgia. Desde que fuese conocedora que Måe estaba estudiando en la Universidad, su interés a ese respecto había ido creciendo poco a poco, robándole terreno al miedo y al pudor.

Ambas se asearon las manos a conciencia y acto seguido entraron en otro de los despachos, donde les aguardaban todas aquellas telas de brillantes colores que habían estado manoseando la jornada anterior. Cada cual se puso a trabajar en una prenda, mientras la tenue luz del sol azul, reflejada en la superficie de Ictæria, les abrazaba a través de aquellos grandes ventanales llenos de barrotes. Allá abajo jamás llegaba la iluminación directa del sol, por lo que la luz era un bien muy escaso y preciado. La arquitectura estaba adaptada a esa escasez, proliferando las grandes aberturas y los lucernarios en los techos. Era una de las muchas desventajas de vivir cabeza abajo.

LIA – Y el amigo ese tuyo…

            La joven HaFuna levantó la mirada del saquito que estaba adornando con filigranas de vistosos colores. Lia estaba cosiendo una falda llena de encajes.

MÅE – Lo de amigo… era más bien un eufemismo.

LIA – ¿Un qué?

MÅE – Que no es amigo mío. Era una manera de hablar. ¡Si es un energúmeno!

LIA – Entonces… ¿No era una broma? ¿Qué pretendía…?

MÅE – Es el hijo menor del Gobernador, y por eso se cree que está en derecho de hacerle la vida imposible a todo el mundo.

            Lia se quedó de piedra. La aguja que sostenía se mantuvo suspendida en el aire. No osó siquiera parpadear.

LIA – ¿Estás dando clase con el hijo del Gobernador Lid? Me estás tomando el furo piloso.

MÅE – Que no, que no. Te lo digo en serio. ¡Si ahí sólo van los hijos de los nobles! Yo, si te soy sincera, todavía no sé muy bien cómo me dejaron entrar.

LIA – Caray, Måe. Eres una caja de sorpresas. Y… ¿seguro que fue él el que te manchó la túnica? ¿No te habrás confundido?

MÅE – ¡Que no! Ya te digo que me la tiene jurada. Desde que entré a la Universidad, no ha hecho otra cosa que hacerme la vida imposible.

LIA – Quizá… no deberíamos haberla limpiado. Al igual se molesta.

            Lia parecía genuinamente preocupada por ella. La joven HaFuna frunció el ceño.

MÅE – Pues si se molesta, con su pan se lo coma. ¡Faltaría más! Encima le voy a tener que reír las gracias al tonto ese.

LIA – No hables así de él. Esa gente es muy influyente, Måe… No…

MÅE – Me estás recordando a una compañera que tengo en clase, que me dejó de hablar por su culpa. No te pongas de su lado tú también, por favor te lo pido, Lia.

LIA – Yo…

MÅE – Mira, hablemos de otra cosa, mejor… No me apetece recordar a ese tipo, ahora. Aquí hemos venido a trabajar y a pasárnoslo bien, ¿no es cierto?

            La hilandera asintió. Se dio por aludida, consciente que estaba incomodando a la joven HaFuna con tantas preguntas.

MÅE – Eso es. ¿Qué tal vas con la falda?

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