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Publicado: 28 agosto, 2021 en Sin categoría

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Goa y Måe se limpiaron las lágrimas la una a la otra con el dorso de su cuarto dedo, con una tímida sonrisa en los labios y los ojos aún vidriosos y enrojecidos. Llevaban ya un buen rato abrazadas y llorando a moco tendido solas allá arriba. Eran lágrimas de tristeza, enfatizadas por la certeza que en breve deberían separarse. Pero también eran lágrimas de satisfacción, al haber podido quitarse de encima la tensión alimentada por la ignorancia al respecto de su destino. E incluso de felicidad, por el desarrollo de los acontecimientos que les permitiría afrontar una nueva y apasionante etapa en sus vidas.

            Habían subido al puesto de vigía de la red de aterrizaje que había junto a la dorma. Desde ahí tenían una amplia perspectiva cenital de los festejos que se llevaban a cabo en la plaza. Un sinfín de HaFunos seguían charlando distendidamente en corrillos irregulares, bebiendo, comiendo y riendo. La orquesta seguía tocando sin pausa. No muy lejos de ahí se encontraban Eco y los múltiples familiares de Goa. Eri les acompañaba, y parecía haberse erigido de nuevo el centro de atención, en especial del pequeño Eiikuh, con el que estaba jugando en esos momentos.

MÅE – Te voy a echar tanto de menos…

            Goa suspiró. Había suplicado a Ymodaba en múltiples ocasiones que no las separase, pero éste parecía tener otros planes para las dos amigas. La suerte ya había sido echada.

GOA – Siempre podemos… ir a visitarnos.

MÅE – Ictaria está muy lejos, Goa. Muy lejos.

            La joven HaFuna asintió, apesadumbrada. Las dos sabían cuán lejos se encontraba de Hedonia la capital del anillo. En gran medida por eso ninguna de las dos la había visitado antes. Ambas se habían esforzado por concienciarse de la alta probabilidad que había de que las separaran, pero ninguna había imaginado que acabarían en las antípodas la una de la otra.

GOA – Bueno, aún faltan… unas veinte jornadas para que comiencen las clases. Aún nos queda un poco de tiempo antes que…

MÅE – Sí, Goa, pero primero tendremos que llegar a Ictaria. E insisto… está en la otra punta del anillo. Vamos a tardar un montón en llegar. A ver qué dice Eco, pero…

            Goa esbozó una sonrisa que descolocó a su interlocutora, que se encontraba visiblemente abrumada por la situación.

GOA – Caray, Måe. Se supone que tú eres la amiga centrada y con las pezuñas en la tierra que me debe tranquilizar a mí, no al revés.

MÅE – ¡Qué va! Esa era Unamåe.

            Ambas amigas rieron.

MÅE – Tienes razón. Lo siento, es que… no sé…

            Goa frunció el entrecejo, pensativa. Ambas estaban convencidas que la otra se había llevado la mejor parte en la repartición de gremios. Goa envidiaba a Måe porque podría comenzar una nueva vida en un lugar maravilloso, recibiendo formación de unos estudios que, a su parecer, estaban hechos a medida para ella. Måe envidiaba a Goa por haber recibido la asignación de un gremio al que podría ir a estudiar sin abandonar la comarca, sin necesidad de marcharse de la tierra que la vio nacer, ni despedirse de sus amigos y familiares.

            Los estudios de cartografía, junto con los de astronomía, se llevaban a cabo en una isla flotante que se encontraba entre Hedonia y la comarca vecina, a la que todos llamaban El observatorio. Los estudiantes de ambos gremios compartían las instalaciones de aquél complejo edificio. Disponía de grandes y aparatosos telescopios, herencia de la época de prosperidad en la que HaFunos y Hagrúes convivían en paz. Unos miraban hacia arriba, hacia las estrellas. Los otros hacia abajo, hacia el planeta que les había sido prohibido, por una guerra de la que a duras penas recordaban sus orígenes.

GOA – ¿No te gusta el gremio que te han asignado?

MÅE – No. No me gusta.

            Goa la miró extrañada. Había visto a Måe practicando la taumaturgia en repetidas ocasiones, y estaba convencida que la HaFuna disfrutaba de lo lindo con ello.

MÅE – ¡Me encanta! Y por eso aún me da mas rabia.

GOA – Pues eso es lo realmente importante, Måe, que nos guste el gremio que nos han asignado. Nos vamos a pasar muchos ciclos…

Ambas escucharon sonar el cuerno. Se giraron a tiempo de ver que era el propio maestro Köi el que soplaba a través de aquél viejo artilugio en forma de espiral cónica, instándolas a acudir. Los HaFunos que había dispersos por la plaza comenzaron a congregarse frente a la entrada de la dorma, donde se llevaría a cabo el lanzamiento tradicional de birretes. Las dos amigas bajaron con cuidado por la red de aterrizaje y se dirigieron hacia la fuente del sonido.

Un amplio corrillo se había congregado ya alrededor de los dieciséis protagonistas de la jornada. Al menos treinta HaFunos más pequeños, los que habían conseguido superar la barrera de la timidez y la vergüenza, se encontraban también dentro del corrillo. Si uno de aquellos pequeños HaFunos conseguía hacerse con el birrete de alguno de los recién graduados antes que cayese al suelo, la tradición decía que formaría parte de ese gremio cuando llegase su propia ceremonia de graduación. La frecuencia con la que eso ocurría era prácticamente nula, y fruto de la mera coincidencia, pero se trataba de una tradición bonita y divertida, con la que los más pequeños se lo pasaban a lo grande.

            La orquesta empezó a tocar la canción tradicional y ello dio por iniciado el baile aéreo. Adultos y niños comenzaron a correr en círculo, manteniéndose a una distancia prudencial los unos de los otros, a medida que la canción avanzaba. Enseguida comenzaron a emprender el vuelo, dando un pequeño salto, y formaron un pequeño torbellino en el aire, sobre quienes les observaban. Los espectadores comenzaron a aplaudir al son de la música, maravillados por la bella escena, y los recién graduados comenzaron a lanzar sus birretes hacia el enjambre de pequeños HaFunos que les seguían al vuelo.

            El birrete de Goa cayó en manos de una pequeña HaFuna que tuvo que tirarse en plancha para cogerlo a tiempo y a punto estuvo de hacerse daño. Todos los demás birretes fueron salvados a tiempo por contentos y orgullosos HaFunos, que se vanagloriaban de su pericia en el bello arte del vuelo. Todos salvo el de Måe, que cayó al suelo y fue aplastado por un par de HaFunas que chocaron la una contra la otra al tratar de atraparlo, y rodaron por el suelo acto seguido entre carcajadas.

comentarios
  1. meiwes dice:

    Måe tiene suerte porque sólo tiene a Eco en la familia, no? A pesar de tener que separarse de los amigos, hubiera sido el doble de traumático tener que separarse de amigos y familia!! Y a Sni se la puede llevar!!!

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