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Publicado: 26 julio, 2022 en Sin categoría

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Måe fue prácticamente la última en salir del aula. Siempre gustaba antes de repasar sus apuntes, y saborear la paz que reinaba en el ambiente tras una de aquellas interminables y densas clases de teoría. Uli había salido de los primeros en dirección a la cantina tan pronto sonaron las campanas de la espadaña. Últimamente el HaFuno había perdido la costumbre de esperarla para regalarle un comentario desagradable al verla abandonar el aula. La joven HaFuna no había tenido tiempo siquiera de cruzar el umbral de la puerta cuando se encontró de frente con Bim, uno de los amigos de Nåk, al que había conocido la jornada anterior. Tuvo que alzar la mirada para poder mirarle a la cara.

BIM – Måe. Necesito tu ayuda.

MÅE – Di… dime.

            La expresión de la cara del fornido HaFuno era de franca preocupación.

BIM – Tú sabes coser, ¿verdad?

            Måe asintió. Nåk debía habérselo mencionado, porque ella no recordaba haber hecho comentario alguno a ese respecto en su presencia. El HaFuno se llevó una mano al hombro y le mostró el motivo de su hondo desasosiego. Tenía completamente desgarrado el encuentro entre la manga y el hombro, y se le veía el parduzco furo a través del agujero.

BIM – ¿Cómo lo ves? ¿Crees que tiene arreglo?

            La joven HaFuna tocó la gruesa tela morada y comprobó su estado. Se había rasgado la costura y los extremos se habían deshilachado un poco, pero tenía enmienda.

MÅE – Sí… No está… No está tan mal.

BIM – ¡¿Sí?! ¿En serio? ¿Podrías arreglarlo? ¡Me salvarías la vida! Nuestro profesor de artes bélicas, Tül, es… es infinito. Es muy estricto. Está siempre esperando el más mínimo error o desliz para echarnos la bronca y… yo ya no me puedo permitir más deslices. No le conoces.

MÅE – Nos lo presentaron al principio de curso…

BIM – No, no lo conoces, te lo aseguro. Es muy… especial. La túnica se me ha roto al venir hacia aquí, y… me las he visto canutas para que no lo notase. Si me llega a ver con la ropa así, me habría echado de clase.

MÅE – ¿En serio?

BIM – Ya le conocerás, y… más vale que vayas con cuidado. ¿Tú crees que podrías…?

            Måe frunció el ceño, y miró a Bim a los ojos. El HaFuno parecía francamente turbado. Verle de esa guisa estaba consiguiendo que dejase de sentirse incómoda e intimidada por su presencia.

MÅE – Con lo que llevo encima te lo puedo arreglar para salir del apuro el resto de la jornada, pero… Si quieres que dure, hará falta dedicarle algo más de tiempo. Con… mejor material del que tengo ahora a mano.

BIM – Me sirve. ¿Podrías hacerlo? Te lo pido por favor.

            La joven HaFuna asintió. Desde bien pequeña llevaba siempre consigo un pequeño set de costura. Viendo la envergadura del problema, podría arreglarlo para salir del paso a tiempo incluso para comer sin demasiada prisa antes de la siguiente llamada.

MÅE – Quítatela, que le echaré un vistazo.

El HaFuno negó con la cabeza.

BIM – Está muy mal visto quitarse la túnica en la Universidad, y… lo que llevo debajo no es muy apropiado.

            La joven HaFuna puso los ojos en blanco.

MÅE – ¿Cómo quieres que te la cosa si no te la quitas?

            Bim se mordió el labio. Måe echó un vistazo al interior del aula, donde había estado tomando la enésima clase de Historia de la taumaturgia, impartida por el profesor Elo, y comprobó que estaba ya completamente vacía. Le hizo un gesto a Bim para que la acompañase, y éste accedió sin pensárselo dos veces. Cerraron a su paso.

MÅE – Si no te la quitas, no te voy a poder ayudar. Confía en mí.

Bim respiró hondo, se mordió el labio, y finalmente se quitó la túnica. Era un HaFuno increíblemente atlético y fuerte. Debería pesar fácilmente el triple que ella, y era más alto incluso que Uli. La HaFuna se sentía en cierto modo intimidada por su presencia, pero el HaFuno estaba tan preocupado que resultaba incluso cómico. Llevaba unos calzones desgastados, con las rodillas raídas, y una camisa vieja sin mangas.

BIM – La residencia es carísima. No me puedo permitir nada mejor.

            Måe se vio en la obligación de insistirle en que no hacía falta que diera explicaciones, pero su semblante avergonzado le había cogido con la guardia baja y las palabras no acudieron. La HaFuna tomó asiento, y observó más detenidamente la túnica.

BIM – No me puedo permitir otra. Me la hicieron a medida, porque… no hay tallas tan grandes.

            Bim tragó saliva. La joven HaFuna se sintió curiosamente identificada con él. Ella había tenido un problema muy similar al ingresar a la Universidad, aunque el suyo fuera literalmente el contrario.

BIM – No tengo cuentas suficientes para…

MÅE – Bim, déjalo en mis manos. No te preocupes.

            La joven HaFuna sacó el set de costura de su macuto, y enhebró una aguja. Bim la miraba con detenimiento, muy atento a sus movimientos, pero sin parar de caminar de un lado a otro, visiblemente nervioso.

MÅE – Me gusta tu ropa. Está muy vivida, pero… es una ropa muy auténtica. Se nota que está hecha de buen material. Me recuerda a la que utilizaban los granjeros de Hedonia.

BIM – ¿Has visitado Hedonia?

MÅE – Yo soy de Hedonia. He vivido ahí desde que tengo memoria.

BIM – ¿En serio? Yo una vez la visité cuando era pequeño. Guardo muy buen recuerdo. Fue la primera vez que visité un archipiélago tan… nutrido, y se me quedó grabado en la memoria.

            Måe seguía cosiendo con rapidez y destreza mientras charlaba con el HaFuno que ahora, por fortuna, parecía algo más tranquilo y cómodo.

BIM – Antes jugaba al krébalo. Pero… desde que me gradué y vine hacia aquí… no he vuelto a practicarlo. Vuestra pista es increíble.

MÅE – ¿A que sí? Es uno de nuestros mayores orgullos. El otro día pasé por delante de una aquí en Ictaria y… nada que envidiar. Oye, y… ¿por que no has vuelto a jugar?

BIM – No me… Aquí la gente es muy estirada, Måe. Para poder meterte en un club o siquiera practicar en una cancha, tienes que pagar un dineral, y yo… con lo que gano tengo lo justo para pagarme la residencia, algo que llevarme a la panza y… un poco para enviar a mi familia, pero… poco más. Tampoco tendría tiempo, verdad sea dicha.

MÅE – ¿De qué trabajas?

BIM – En una forja, haciendo azadas, hoces, dagas… Ese tipo de cosas.

MÅE – ¿En serio? Parece muy divertido.

BIM – Lo es.

MÅE – ¿Espadas también haces?

BIM – Sí… aunque menos. Es más por coleccionismo, pero… también nos las piden de tanto en tanto.

MÅE – Caray… ¿Y… cuándo lo haces? Quiero decir… Yo también he pensado en buscarme un trabajo, pero… la Universidad es muy absorbente.

BIM – Trabajo por las noches. Estudio por las mañanas. Y duermo por las tardes.

MÅE – Muy bien… Oye, esto ya está, Bim.

            El HaFuno había perdido la noción del tiempo charlando con Måe, y se sorprendió al descubrir que ésta ya había acabado. La joven HaFuna sujetó la túnica morada por los hombros y se la presentó a Bim. Éste la recogió con cuidado, y miró detenidamente la zona donde hasta hacía tan poco había un agujero del tamaño de su cabeza. Hacía falta fijarse mucho para detectar el remiendo. El HaFuno se probó la túnica y agitó el brazo, haciendo un movimiento circular. Una sonrisa radiante se dibujó en su rostro.

BIM – ¡Está perfecta!

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