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Publicado: 3 septiembre, 2022 en Sin categoría

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Måe se concentró tanto como pudo, tratando de seguir los consejos de Nåk. Estaba en la cantina, sentada a la mesa, rodeada de sus cuatro nuevos amigos. Éstos la observaban con mucha atención y los puños fuertemente cerrados. Ella notaba un gran peso sobre el lomo al ser objeto de tanta curiosidad y expectativa, pero por algún motivo que en esos momentos ignoraba, pese a ello, se sentía increíblemente serena y plácida. Sostenía en la palma cerrada de su mano una de aquellas pequeñas pastas dulces de Hedonia, que había traído para ellos con el objeto de agasajarles. Bajo su otra mano se encontraba una de aquellas empanadas amargas que ninguno de ellos había tenido presencia de ánimo para comerse, por el mal sabor que tenían. Apartó la mano de ambos alimentos y suspiró. El corazón le latía a toda velocidad bajo el pecho.

BIM – ¿Ya lo tienes?

MÅE – No… No lo sé. No creo que me haya salido.

NÅK – ¡Sólo hay una manera de averiguarlo!

            Se miraron los unos a los otros. Estaban ansiosos por conocer el desenlace de aquél experimento, pero al mismo tiempo se mostraban reacios a ser partícipes del mismo. Finalmente fue Tac quien resolvió el dilema. Sacó del bolsillo de su túnica un dado con forma de pirámide de planta triangular, de cuatro caras, negro como la noche total. La joven HaFuna lo observó, sin acabar de entender muy bien qué pretendía el HaFuno.

TAC – Yo escojo el uno.

BIM – Dos.

NÅK – Tres.

            Todas las miradas se concentraron en Rha. Ésta respiró hondo, hizo un gesto de divertida frustración con la cara, y finalmente habló.

RHA – ¿Qué remedio? Cuatro.

            Tac cerró el puño sobre el dado y lo lanzó a la mesa, entre las bandejas sobre las que se encontraban las sobras del mediocre rancho que les habían servido. El dado dio un par de brincos sobre la mesa, pero finalmente quedó inmóvil. Måe revisó las inscripciones que había en las tres caras visibles del mismo: una línea, una cruz y un triángulo. Eso descartaba los tres primeros números, por lo que el resultado había sido un cuatro. Tac levantó el dado y mostró la cara que había quedado oculta: el resultado de la tirada. En efecto, éste mostraba un triángulo acompañado de una línea, el símbolo del número cuatro en el idioma ictærio. Rha mostró su desagrado arrugando el hocico.

RHA – ¿Al mejor de tres?

BIM – No, no, no. ¡El azar ha hablado!

            Tac y Nåk asintieron, muy convencidos. La HaFuna resopló de nuevo, pero echó mano de aquella pasta dulce.

BIM – Importante. Tienes que metértela en la boca, y masticar rápido. ¡No vale escupir!

            Rha hinchó los carrillos. Cerró el puño y lo alzó al aire, mordiéndose la lengua, fingiendo que le iba a dar un golpe a Bim en el hombro. Éste le regaló una bonita sonrisa, mostrándole sus dientes. La HaFuna se dio por vencida y acabó echando mano de la pasta hedonia que hasta hacía tan poco había sostenido Måe. La joven HaFuna lo observaba todo como mera espectadora, pero genuinamente interesada por el desarrollo de los acontecimientos. Rha se metió la pasta en la boca con un evidente gesto de disgusto, y mordió con los ojos entrecerrados. La reacción no se hizo esperar.

RHA – ¡Oh, por el amor de Ymodaba! ¡Qué puto asco!

            La HaFuna escupió la pasta mordisqueada en el pequeño cuenco donde hasta hacía tan poco se encontraban las gachas dulces que había tomado de postre.

RHA – Lo siento.

            Rha echó mano del su vaso y bebió un largo sorbo de agua, todavía con aquella expresión asqueada en el rostro. Sus amigos estaban partiéndose de la risa, y formando un pequeño escándalo en la ya de por sí bulliciosa cantina. Bim no podía aguantarse las carcajadas, y golpeaba con la mano abierta la mesa. Måe, aunque algo abrumada por la situación, también se rió a pleno pulmón. Ver una reacción tan enérgica y visceral de una HaFuna de una apariencia tan recatada y elegante le resultó extremadamente cómico.

RHA – No sé por qué me dejo liar. ¡No os vuelvo a hacer caso nunca más!

NÅK – Pero… ¿cómo estaba?

RHA – ¿A ti qué te parece, Nåk? ¡Estaba asqueroso! Sigue estando dulce, pero al mismo tiempo… ¡Ah!

            La HaFuna se rascó la lengua con los dientes, como si de ese modo pudiera deshacerse del mal sabor de boca que le había dejado aquella pasta.

MÅE – ¿Entonces lo he hecho bien?

RHA – Demasiado bien, diría yo.

            Nåk echó mano de la empanada y le dio un mordisco.

NÅK – Totalmente insípida. Lo has hecho genial, Måe.

MÅE – No era muy complicado, y… tú me lo has explicado muy bien.

TAC – Discrepo. Ese prodigio requiere buena técnica y mucha concentración. No es tan sencillo como puede aparentar.

RHA – Tienes un don para esto, Måe.

NÅK – Tendrías que venirte con nosotras. ¡Se te da muy bien la alquimia!

BIM – No la líes. Seguro que la quieres convencer para que escoja la disciplina alquímica, como hiciste con Rha.

RHA – Perdona, bonito, pero yo escogí la disciplina que me dio la gana.

            Los tres HaFunos siguieron riñendo un rato entre sí, entre risas. Måe les observaba, fascinada por su familiaridad. Tac se giró hacia ella y colocó el dorso de su mano junto a su boca, dirigiéndole la palabra.

TAC – Son tan para cual. Se pueden pasar la jornada entera discutiendo.

MÅE – ¿Cómo supisteis qué disciplina queríais cursar?

            La discusión cesó al instante.

BIM – Yo ya lo tenía claro desde el principio.

NÅK – Yo igual.

RHA – Yo… La decisión la tomé prácticamente en el último momento, pero… no me arrepiento.

MÅE – ¿Tuviste muchas dudas?

RHA – Un poco sí… No tenía del todo claro qué escoger. Los profesores te ayudarán mucho a ese respecto. Aunque… hay que ir con cuidado, porque son muy… absorbentes.

MÅE – ¿Y tú, Tac?

TAC – Yo tampoco lo tenía claro. A mi me ayudó mucho también cuando empecé a recibir las clases de disciplinas. La profesora Maj consiguió que me enamorase de la sanación. Es un amor de HaFuna, ya la conocerás. Me costó decidirme, pero… lo que sí sabía desde el principio era que no quería cursar artes bélicas.

            Tac le sacó la lengua a Bim, irónicamente.

BIM – Tan mala no será mi disciplina, Tac. Piensa que alguien tendrá que medir el lomo a los HaFunos, para que tú puedas luego curarlos.

Nåk y Rha rieron. A ésta última se le salió parte del batido que estaba bebiendo por las fosas nasales. La carcajada generalizada fue tal, que hasta los profesores se giraron a averiguar la fuente de semejante escándalo. Måe no pudo evitar fijarse en que Una la estaba mirando a ella. La HaFuna giró la cara tan pronto sus miradas se cruzaron. Era la tercera vez que lo hacía desde que la joven HaFuna entrase esa jornada a la cantina, y ésta siempre giraba la cabeza a toda prisa. Måe sentía genuina curiosidad por saber qué le rondaría por la cabeza.

NÅK – ¿No te llama la atención ninguna disciplina por encima del resto?

MÅE – Por ahora… no. Me parecen todas… demasiado interesantes.

RHA – Sí. Al principio pasa.

TAC – Pero tú no te preocupes. Mientras más clases des, más claro lo tendrás. Y si tienes dudas, siempre puedes preguntarnos a nosotros.

BIM – Claro.

            Måe asintió, con una sonrisa dibujada en la boca. Aquél heterogéneo y curioso grupo de amigos no dejaba de sorprenderla. La joven HaFuna se sentía increíblemente agradecida por lo bien que se habían portado con ella, dejándola formar parte de su círculo. No hacía mucho que les conocía, pero entre ellos se sentía como con unos amigos que conociese de toda la vida. Era una sensación francamente agradable, y más como contraste a lo mal que lo había pasado al inicio del curso.

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