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Publicado: 17 septiembre, 2022 en Sin categoría

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Måe acompañó a la excitada y apresurada Lia a través de la muralla. Ésta la había sujetado por la mano y tiraba de ella sin miramientos, sin mirar atrás. La joven Hafuna no comprendía nada, pero la seguía, curiosa y divertida a partes iguales por el desarrollo de los acontecimientos. Ya al otro lado de las imponentes murallas, la hilandera la guió hacia la sombra de un árbol de espeso follaje bajo el que se encontraba la carreta que hacía de puesto callejero a la pequeña mercería que regentaba con su abuelo. Éste estaba sentado en la parte trasera de la carreta, con la mirada perdida en el cielo, disfrutando de la brisa fresca que reinaba en el ambiente esa tarde de finales de otoño.

LIA – Abuelo, ¡la encontré!

TYN – Ymodaba te bendiga, pequeña HaFuna.

MÅE – ¿Me vais a contar qué ocurre?

            Lia, aún resollando por la carrera, sujetó a Måe por ambas manos, con una radiante sonrisa dibujada en el rostro.

LIA – Hace… Hace tan solo un rato. No mucho ¿verdad, abuelo?

TYN – Ni una llamada.

LIA – ¡Es tu tocado, Måe!

MÅE – ¿Qué ha pasado?

LIA – Lo expuse junto con el resto, porque… porque me parecía muy bello. ¡No pretendía venderlo! Tan solo… que pudieran contemplarlo, para que vieran qué se puede hacer con el material que vendemos. Hoy estaba siendo una jornada bastante… parecida a la de ayer. ¡Hasta hace un rato! Vino una HaFuna, una bastante anciana. Yo creo que debía ser familia del Gobernador, o… al menos de su entorno. ¿Sabes de aquellas que tienen el furo piloso empolvado, y las astas llenas de piedras preciosas?

            La joven HaFuna asintió. Había visto más de una HaFuna que coincidía con esa descripción, desde que llegase con Eco a Ictaria.

LIA – Pasa que vio el tocado. Tu tocado. Le gustó, y… me preguntó cuánto costaba. Yo le dije que no estaba a la venta, pero ella no quiso darse por vencida. Le insistí y le insistí que no se lo iba a vender, pero ella no se bajaba del kargú. Empezó a ofrecerme cuentas a cambio. Mientras más le insistía yo que no estaba a la venta, ella más cuentas me ofrecía. ¡Unas cantidades que no te imaginarías, Måe! Yo no paraba de decirle que no, que había sido un regalo, y… que no se lo podía vender. Al final vació su bolsa de cuentas sobre el mostrador. ¡Entera! Te prometo que no había visto tantas cuentas juntas en toda mi vida. No sé si hice bien. No pude decirle que no, no supe hacerlo. Se lo llevó encantada, y… nos dijo que volvería a por más, y que… que avisaría a sus amigas. Espero que no me guardes rencor.

            Måe estaba en las antípodas de sentir ningún tipo de resentimiento hacia Lia. Le ofreció a la hilandera un gesto de negación, levantando el mentón, con una sonrisa. Estaba gratamente sorprendida por el devenir de los acontecimientos, y alegre al saber que su humilde obra había sido del gusto de una noble ictaria. Lia se llevó una mano al bolsillo trasero del delantal que llevaba puesto y sacó una bolsa de cuentas.

LIA – Toma. Es todo tuyo.

La hilandera entregó la bolsa de cuentas a la joven HaFuna. Ésta la cogió, guiada únicamente por la curiosidad. Tuvo serias dificultades para que no se le cayera al suelo. El volumen de aquella bolsita no se correspondía en absoluto con su peso. Måe descordó el cierre y echó un vistazo a su interior. Se quedó sin palabras ante lo que le narraron sus ojos morados. Acto seguido la cerró de nuevo y se la devolvió a Lia.

MÅE – No lo puedo aceptar. Esto os pertenece a vosotros.

LIA – No, Måe. El tocado lo hiciste tú.

MÅE – Pero os lo regalé, como muestra de agradecimiento a la madeja que me habíais regalado vosotros.

LIA – Måe. Esto lo has ganado tú. Haznos el favor de cogerlo.

            La hilandera le ofreció de nuevo la bolsa de cuentas a Måe, pero ésta no movió un músculo.

LIA – Måe, aquí hay más cuentas de las que mi abuelo y yo ganamos prácticamente en un ciclo entero con nuestro puesto. Un ciclo, ¿tú sabes lo que es eso?

MÅE – Sí, cuatro estaciones. Una vuelta completa al sol azul.

LIA – Pero…

MÅE – No lo puedo aceptar, Lia. Y no lo voy a aceptar, así que os agradecería que no insistierais. Es vuestro. Os lo habéis más que merecido con lo bien que me habéis tratado.

Lia no cabía en sí de gozo. Una lágrima recorrió su mejilla, acompañando la curvatura de su hocico. Resultaba evidente que no lo estaban pasando bien, y que esas cuentas se traducirían en un cambio drástico en sus humildes vidas.

LIA – ¿Estás segura?

            Måe asintió. Lia la abrazó. Aunque se esforzaba por ocultarlo, su abuelo también estaba llorando. El abrazo se prolongó largo rato. Lia finalmente se separó de la joven HaFuna, y la sujetó por los hombros, mirándola a los ojos.

LIA – ¿Te gustaría trabajar de hilandera?

MÅE – Sí. Sí… ¡Me encantaría! Antes de mi ceremonia de graduación, no pensaba en otra cosa. Ser hilandera ha sido siempre la ilusión de mi vida.

LIA – ¡Pues vente a trabajar con nosotros! ¿Verdad abuelo?

            Tyn hizo un gesto de asentimiento. No estaba en condiciones de hablar en esos momentos.

LIA – ¿Por qué no te vienes con nosotros y te enseñamos la Factoría, donde trabajamos? Te encantaría ver el almacén de telas, y los telares, las bobinadoras y conocer a…

MÅE – Lo siento, pero no puedo, Lia.

LIA – ¡¿Por qué?!

MÅE – De verdad que me encantaría… pero ahora no puedo. En breve empezarán los exámenes, y… tengo que concentrarme en estudiar.

            Lia se mordió el labio. Estaba muy excitada.

LIA – ¿Más adelante sí… sí podrías?

MÅE – Más adelante sí. Nada me apetecería más. Además, me vendría muy bien trabajar con vosotros, para poder costearme los estudios. Cuando se pasen los exámenes… entonces sí me encantaría ir con vosotros a visitar… la Factoría. Tengo mucha curiosidad por ver dónde trabajáis.

LIA – ¿Sí? ¿Me lo estás diciendo de verdad?

            La joven HaFuna asintió de nuevo. La sonrisa en el rostro de la hilandera era radiante, sólo comparable a la de Måe.

LIA – Nada nos apetecería más. Ahora vamos a ir a celebrarlo, mi abuelo y yo. Déjanos que te invitemos a cenar. ¡Es lo mínimo que podemos hacer!

MÅE – En otro momento, Lia. Os lo agradezco, de verdad, pero… ahora tengo que centrarme en mis estudios. Acabo de empezar las clases en la Universidad de taumaturgia, y… quiero hacer las cosas bien.

LIA – Lo respeto.

            La joven HaFuna se acercó a Lia y la estrechó de nuevo en un fuerte abrazo. La notó temblar y sollozar, y ello hizo que sus ojos también adquiriesen un brillo característico. Acto seguido se despidió de Tyn, rozando su mejilla con la de él. Se despidió de ambos con la promesa de reanudar esa interesante conversación una vez hubiese completado satisfactoriamente los exámenes. Se alejó de ellos sin poder dejar de darle vueltas a la cabeza sobre cuánto había cambiado su vida en cuestión de tan pocas jornadas.

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