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Publicado: 16 agosto, 2022 en Sin categoría

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Måe estaba francamente desanimada. Había dado varias vueltas por el mercado, pero no había conseguido dar con el puesto donde conociese a Lia y a su abuelo. Pese a que su instinto la empujaba a asumir que si no lo había encontrado, no era por otro motivo que su más que discutible sentido de la orientación, la joven HaFuna estaba casi convencida que se encontraba en el lugar correcto. Bastante descorazonada, acabó dándose por vencida y se dirigió hacia la entrada de la muralla, en dirección al ascensor que tomaba todas las jornadas para volver al molino. Fue entonces cuando dio con ellos.

            Definitivamente no se encontraban en el mismo lugar donde ella les había conocido, poco antes del inicio del curso. Nieta y abuelo estaban cargando todo el género de su puesto ambulante en su carreta. Ya era bastante tarde, pero aún quedaban muchos abiertos en el mercado, por lo cual la joven HaFuna se sorprendió al verles preparándose para marcharse. Lia estaba de espaldas a ella, doblando cuidadosamente telas e introduciéndolas en un cajón de madera lleno de compartimentos. El viejo Tyn también ponía de su parte, pese a su minusvalía. Resultaba evidente que el HaFuno conocía hasta el último recoveco de aquella carreta y podría recogerla con los ojos cerrados, literalmente. La joven HaFuna se acercó a la hilandera. Portaba una sonrisa radiante.

MÅE – Disculpa. ¿Todavía estoy a tiempo para comprar?

            Lia se giró, y se mostró genuinamente sorprendida al verla. Sujetó la mano de su abuelo, y le dio un corto apretón.

LIA – Necesito… Necesito una madeja de este color.

La joven HaFuna deshizo parte del hatillo que le había entregado Bim y le mostró a la hilandera la tela morada. Ésta la observó y pasó la mano por encima, para notar su textura.

MÅE – Sé que vengo algo tarde… pero me haríais un gran favor si me podéis vender una bobina. ¿Sería posible?

LIA – Llegas justo a tiempo…

            La hilandera dejó un silencio para que la joven HaFuna lo rellenase. Ésta tardó un instante en darse por aludida.

MÅE – Måe.

LIA – Llegas a tiempo, Måe. Yo soy Lia, por cierto.

Las dos HaFunas se saludaron rozándose las mejillas.

MÅE – ¿Te acuerdas de mí?

LIA – Sí, claro. Más de una vez lo he comentado con mi abuelo.

            Måe sonrió. Había pasado tanto tiempo que desde que se conocieran, que temía que la hubieran olvidado.

LIA – ¿Verdad que sí, abuelo?

TYN – Sí. Pensábamos que te había pasado algo. Como dijiste que te volverías a pasar pronto…

MÅE – Sí… Os… Os pido disculpas. Recién empecé las clases en la Universidad, y… he estado muy liada. No… no tengo excusa.

LIA – Bueno… ¿estás aquí, no? Pues no hay más que hablar. Déjame que le eche un vistazo a la tela, por favor.

            La joven HaFuna le brindó el hatillo de Bim a Lia. Ésta lo examinó más detenidamente. Subió al interior de la carreta, y enseguida volvió sosteniendo un gran maletín de madera. Al abrirlo, Måe contempló un aro iris hecho de pequeñas bobinas de hilo, pulcramente ordenadas de rojo a violeta pasando por todos los colores del espectro. La hilandera escogió una de ellas, y la acercó a la tela de la túnica. No le acabó de convencer y probó con la adyacente. En esta ocasión el color casaba a la perfección.

LIA – Ésta te vendrá genial.

            La joven HaFuna cogió la bobina que le ofrecía Lia, y comprobó la calidad del hilo. Se veía fuerte, pero al mismo tiempo era muy suave al tacto. Era justo lo que necesitaba para remendar la túnica de Bim.

MÅE – ¿Cuánto te debo?

LIA – Dame… dame cinco cuentas.

MÅE – No. Te voy a dar veinte.

Måe echó mano de su bolsa de cuentas, y sacó por importe de veinte icos. Lia se mostró reacia a cogerlas.

MÅE – Favor por favor, Lia. Tú me regalaste aquella madeja tan bella, cuando nos conocimos. Y era mucho más cara. Es lo mínimo que puedo hacer.

Lia agachó la mirada, mostró una sonrisa triste, y finalmente tomó las cuentas.

LIA – Nos es de gran ayuda. Muchas gracias.

MÅE – ¡Gracias a vosotros! Necesito arreglar la túnica esta misma noche, sin falta. ¡Me has salvado el trasero! Por cierto, tengo una cosa que enseñarte. ¿Tenéis… tenéis que marcharos ya?

LIA – No. Ya nos marchábamos, pero… no hay prisa. ¿Verdad, abuelo?

TYN – En absoluto. Siempre hay tiempo para una clienta tan entusiasta y educada como tú.

            Måe sonrió de nuevo. Esa jornada se sentía especialmente dichosa. Estaba deseando llegar de vuelta al molino para explicarles a Eco y a Snï todo cuanto le había ocurrido.

MÅE – Tengo… Quiero enseñarte una cosa.

La joven HaFuna echó mano de su macuto, y sacó con cuidado el tocado en el que había estado trabajando las últimas jornadas. Ver la expresión de la cara de Lia fue más que suficiente para darse por satisfecha. Lia sujetó el tocado que le ofrecía Måe, y comenzó a revisarlo de arriba abajo, con una expresión seria y concentrada.

LIA – ¿Esto lo has hecho tú?

MÅE – Sí, pero todo te lo debo a ti. ¡Me diste muy buen material!

LIA – Pero aquí hay mucho más que el hilo que yo te di. Has hecho un trabajo muy fino. Es… es increíble.

MÅE – ¡Qué va! No soy más que una aficionada.

LIA – No, no. Te lo digo en serio. Tienes muy buena mano.

La hilandera le ofreció el tocado a Måe. Ésta no lo aceptó.

MÅE – Quédatelo. Si te ha gustado, quédatelo. Yo lo he hecho porque me gusta mucho coser. No lo necesito.

LIA – Pero es tuyo.

MÅE – No es mi estilo. Me he inspirado en los que he ido viendo que llevan los HaFunos por aquí… y también en los que vi que teníais expuestos en vuestro puesto, la otra jornada.

LIA – Eres muy generosa.

MÅE – Me lo he pasado muy bien confeccionándolo, y os lo debo a vosotros. Es lo menos que podía hacer para devolveros el favor.

LIA – Pues… muchas gracias de nuevo.

            Lia llevó el tocado al interior de la carreta y lo colocó en un soporte especial, junto a media docena más que formaban una hilera. Måe sabía que lo echaría de menos, pero se sintió muy satisfecha que hubiera acabado en tan buenas manos.

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