064

Publicado: 1 febrero, 2022 en Sin categoría

64

Måe levantó aquél pardo paño y frunció el entrecejo, sorprendida aunque en cierto modo también decepcionada, al comprobar lo que había debajo. Se trataba de un enorme recipiente de cristal en forma de hexaedro, que cubría más de la mitad del pupitre. Estaba lleno de agua hasta arriba. Un rápido vistazo al pupitre de sus compañeros y a la mesa de Elo le confirmó que todos llevarían a término idéntico ejercicio. La HaFuna se moría de curiosidad por saber de qué se trataba, y por un momento, ésta le ganó terreno al nudo en el estómago que acarreaba desde el desagradable monólogo de Uli. Abandonó su ensimismamiento al escuchar de nuevo la voz del profesor.

ELO – Muy bien, chicos. Comenzarán con uno de los prodigios más sencillos. Como podrán comprobar, disponen de un recipiente lleno de agua frente a ustedes. Lo que tendrán que hacer es congelar esa agua. El primero que lo consiga, obtendrá una insignia de talento.

            Un murmullo apagado se apoderó del patio interior de la Universidad. Los nuevos alumnos estaban francamente excitados ante el reto que planteaba Elo, ajenos a los cientos de ojos que les observaban con atención desde las ventanas. En mayor o menor medida, todos estaban deseosos de demostrar su valía frene al profesor, y hacerse con esa insignia que hasta hacía un instante ni siquiera sabían que existía.

ELO – Guarden silencio, por favor. Como les decía, el más rápido en transformar el agua en hielo obtendrá una insignia, que en adelante lucirá en su túnica. A lo largo de este primer curso, se os propondrán diferentes retos con idéntica recompensa. En este caso, la insignia será de color amarillo, pues el prodigio al que hace mención es de la disciplina alquímica. Para llevar a cabo dicha prueba, no existirá ningún tipo de norma. Podrán hacer uso de todo cuanto tienen a su alcance. Todos disponen de las mismas herramientas y del mismo tiempo, de modo que… ganará el que mejor gestione esos recursos.

            Elo paseó su mirada por todos los alumnos que, ahora sí, guardaban sepulcral silencio, antes de proseguir.

ELO – Sin más preámbulos, el tiempo comienza… ya. ¡Adelante!

            Måe observó sorprendida cómo Uli, al que tenía prácticamente delante, hundía con premura sus brazos hasta el codo en el agua de su recipiente. Los compañeros que el HaFuno tenía a su alrededor le imitaron, en el acto, sin pensárselo dos veces. Todos parecían excepcionalmente concentrados e incluso preocupados. A Måe le temblaban las manos de los nervios. Trató de concentrarse y poner en orden todas sus ideas. Ese escenario distaba diametralmente de cuando ella hubiera esperado de su primera clase de gremio.

            Llevar a cabo el prodigio que les demandaba el profesor Elo no era una tarea complicada en sí misma. De haberse tratado de un pequeño vaso de agua, ella misma podría haberlo llevado exitosamente a término en un abrir y cerrar de ojos, sustrayéndole todo el calor y absorbiéndolo ella misma. No obstante, ese recipiente era muy grande, y contenía mucha agua. Demasiada agua. Otro vistazo en derredor la convenció que ella era la única que no había comenzado a hacer uso de la taumaturgia, y eso la puso aún más nerviosa. Se disponía a imitar a sus demás compañeros por pura inercia, cuando la voz de su conciencia la frenó.

            Recordó el desagradable incidente que había tenido no hacía mucho, cuando aquél nimbo errante había entrado al molino y a punto había estado de acabar con la vida de Snï. Recordó asimismo la bronca que le había echado Eco tras su heroica actuación, y concluyó que debía buscar una alternativa a la solución más evidente, la que todos sus demás compañeros habían adoptado.

Miró en derredor, tratando de buscar un receptáculo al que aportar calor para robársela al agua de su recipiente, pero no encontró nada. Sobre el pupitre, aparte del recipiente con agua, tan solo tenía su libreta y la pluma que le había regalado Goa. En su macuto tampoco había nada que pudiera ayudarla a ese respecto. Entonces miró al profesor, y se dio cuenta que él también la estaba mirando, fijamente, a los ojos. Bajó ligeramente la vista, avergonzada por ser la única que no había empezado, y se fijó en el recipiente de cristal que había sobre su mesa. Éste también estaba lleno de agua. Actuó instintivamente, consciente que no disponía de mucho más tiempo para pensárselo.

            Posó sus dos manos en sendos lados de su recipiente. Las apartó instantáneamente, sorprendida por lo caliente que estaba. Ahora ya prevenida, repitió la operación y trató de levantarlo. Se le resbaló y cayó de nuevo al pupitre con un sonoro golpe. Una, que tenía ambas manos metidas en su agua igual que el resto de HaFunos, se la quedó mirando, extrañada, pero enseguida dejó de prestarle atención. Måe empujó el recipiente de agua hasta el borde del pupitre y lo sujetó por abajo. Una vez tuvo un agarre firme con ambas manos, lo levantó, no sin dificultad debido a su elevando peso, y se lo llevó al pecho.

La joven HaFuna se dirigió hacia la mesa del profesor Elo a paso lento pero firme, esforzándose al máximo por no derramar ni una gota de agua. Al pasar junto al pupitre de Uli, éste le brindó una mirada de sorpresa. Habría podido jurar que era la primera vez que le ofrecía algo que no fuera odio o condescendencia. El recipiente del HaFuno empezaba a empañarse del frío, delator que el agua que contenía pronto llegaría a su punto de congelación. Måe siguió adelante, y no paró hasta llegar a la mesa del profesor. Éste la observaba en silencio.

El recipiente cayó a la mesa con un nuevo golpe. Sin perder más tiempo, la joven HaFuna introdujo las manos en sendos recipientes. No se sorprendió al comprobar que el agua de ambos estaba muy caliente; concluyó que ello debía ser parte de la prueba, para que les resultase más complicado llevarla a término. Preocupada por la demora, comenzó a practicar aquél prodigio, transmitiendo la temperatura del agua de un recipiente a la del otro. Elo estaba en lo cierto: la transferencia térmica era uno de los prodigios más sencillos. Cualquier HaFuno al que le empezasen a brotar las astas podría hacerlo sin problemas.

Para tranquilidad de la joven HaFuna, Elo había abandonado su mesa. En esos momentos paseaba entre los pupitres, observando en silencio a sus alumnos. Måe les estaba dando la espalda a todos, concentrada en su prodigio, tratando de abstraerse de cualquier distracción. Era consciente que iba con mucho retraso respecto a sus compañeros, pero tenía las ideas muy claras. Si se giró, fue azuzada por su olfato. El característico olor a furo chamuscado se volvía más intenso por momentos.

Deja un comentario