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Publicado: 27 May, 2023 en Sin categoría

Måe seguía triste, pero también genuinamente nerviosa. Se había despedido de Eco esa mañana después de un opíparo desayuno, sin saber cuándo volvería a verle. Ahora se encontraba en el aula habitual, con todos su demás compañeros. Estaba tan inquieta que una de sus patas se movía incontrolable, arriba y abajo, como si tratase de avivar una llama con un fuelle. Por más que estaba convencida que no tenía motivos para ello, siempre se alteraba mucho antes de recibir las notas.

El profesor Elo había colocado sobre cada uno de los pupitres de sus alumnos los exámenes corregidos que ellos habían hecho la jornada anterior. Estaban dados media vuelta para que no pudieran observar su contenido. La joven HaFuna no daba crédito a cuán poco había tardado Elo en revisarlos. A su parecer, no debía haber siquiera dormido para poder hacerlo en tan poco tiempo. No obstante, debía rendirse a la evidencia.

ELO – He de decir que esperaba bastante menos de ustedes, y me han sorprendido gratamente. Verán que hay de todo, y muchos de ustedes deberán aplicarse bastante más en adelante, si no quieren tener problemas con sus estudios de disciplina.

            Al decir eso, la mayor parte de los alumnos instintivamente miraron hacia Pin. Incluso el propio Elo lo hizo. El orondo HaFuno agachó la cabeza, avergonzado, deseando que se lo tragase la tierra.

ELO – Pero me enorgullece comunicarles que están todos aprobados. Todos y cada uno de ustedes.

            Un murmullo de voces, aderezado con sinceros suspiros de alivio, se apoderó del aula. Los cuchicheos fueron ganando octavas hasta un punto que resultó incluso molesto. Elo resopló, pero con una sonrisa dibujada en el hocico. Estaba orgulloso de ellos. Måe se mantuvo en silencio en todo momento. No paraba de echarle rápidos vistazos a sus exámenes, tentada a darles la vuelta para poder averiguar qué tal se le habían dado.

ELO – Silencio. Silencio, chicos. Hagan el favor.

            Hasta que no reinó de nuevo el silencio en el aula, Elo no consintió en seguir con su sermón.

ELO – Ya pueden darle la vuelta a sus exámenes.

            Un ensordecedor ruido de papeles moviéndose inundó el aula durante un breve instante. Volvieron los cuchicheos, pero ahora los alumnos hablaban abiertamente unos con otros, a viva voz. Måe tragó saliva y le dio la vuelta a los suyos. El profesor había hecho un trabajo muy fino corrigiéndolos, y había escrito anotaciones con tinta verde. La joven HaFuna respiró aliviada al ver la nota de su examen de seguridad en la práctica de prodigios. Lo echó a un lado y sonrió al ver la de fundamentos de la taumaturgia. El de combinatoria básica también estaba muy bien puntuado. Al echar un vistazo al último, sin embargo, se le heló la sonrisa en el hocico. Su examen de Historia estaba lleno de anotaciones por todos lados, y párrafos rodeados de círculos. Había obtenido un aprobado raspado. Echó un vistazo a Elo, contrariada, pero el profesor estaba de espaldas a ella, volviendo a su mesa.

ELO – Como verán…

            Las voces de los exaltados alumnos fueron disminuyendo en volumen, aunque no acabaron de extinguirse.

ELO – Como verán, les he dejado anotaciones para que sepan dónde han errado, y puedan grabárselo a fuego para no volver a reiterar en sus faltas en el futuro. Vamos a dedicar la mañana a repasar los principales puntos débiles de sus exámenes, para que puedan iniciar sus prácticas sin haber dejado ningún cabo suelto en su formación.

            Algún que otro gruñido de incomodidad sonó de fondo en el aula. Estaban todos deseando comenzar cuanto antes con las prácticas, pero al parecer el profesor Elo les quería torturar un poco más, enterrándoles en tediosa e interminable teoría. Elo hizo ver que no los había oído y prosiguió.

ELO – Pero antes de comenzar con la lección, quería aprovechar la oportunidad para dar la especial enhorabuena a uno de ustedes, que ha hecho un trabajo muy por encima de lo que esperaba.

            Muchos de los alumnos miraron a Måe, no con ánimo de apoyarla o agasajarla, sino con expresiones poco amistosas en el rostro. Uli había hecho un trabajo excelente para transformarla en una paria. Por más que ninguno se había molestado en conocerla ni hablar con ella, la mayoría la aborrecían, y otros tantos agarraban con especial celo sus pertenencias siempre que ella pasaba cerca. La joven HaFuna vio cómo Una también se giraba hacia ella, y le regalaba una sonrisa, acompañada de un guiño. Ello la sorprendió bastante, y contrarrestó en cierto modo el malestar que le habían provocado las miradas de desprecio de los demás.

ELO – Por favor, Uli. Levántese.

            El hijo pequeño del Gobernador, con una sonrisa triunfal, apartó su silla ruidosamente, arrastrándola, y se puso en pata. Todos le observaron, como si él fuese un cuerpo celeste con mucha masa, y los demás meros satélites orbitando a su alrededor. Se le veía ufano y satisfecho, más que preparado para lo que vendría a continuación.

ELO – Todos deberían tomar ejemplo de Uli. De entre todos ustedes, es el que ha hecho los mejores exámenes. Con mucha diferencia.

ULI – No tiene importancia, profesor. Del mismo modo que su deber es enseñarnos, el nuestro es el de estar a la altura de sus enseñanzas. Si lo he hecho bien, todo el mérito es suyo.

ELO – Hagan el favor de darle un fuerte aplauso a su compañero.

            Elo sonrió de nuevo, mientras los alumnos aplaudían con un entusiasmo incluso exagerado. Måe puso los ojos en blanco, consciente del motivo por el que el hijo pequeño del Gobernador estaba realmente recibiendo ese reconocimiento público. Pero también aplaudió, y lo hizo con ganas. Uli paseó la mirada por el aula, saboreando su momento de gloria. Cuando la cruzó con la de Måe, vio en su rostro una sonrisa tan forzada, tan hipócrita y tan enigmática, que hizo que se le erizase el vello del lomo. La joven HaFuna intuyó lo que tenía que estar pasando por su cabeza, y todavía aplaudió con más ganas. Se lo había hecho pasar tan mal, que verle tan nervioso por ese motivo le estaba resultando curiosamente reconfortante.

ELO – Le prometo que desde que le di clases a su hermana, no había visto un HaFuno tan talentoso.

            Los aplausos fueron apagándose, hasta que el aula quedó de nuevo en silencio. En adelante, otra tediosa clase teórica en la que no hubo rastro alguno de los profesores de disciplina.

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