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Publicado: 23 septiembre, 2023 en Sin categoría

Eco sintió un escalofrío en el lomo empapado en sudor al notar en éste la sacudida de una ráfaga viento. Notó cómo se le erizaba el furo de los brazos y se lo atusó con la mano, mientras miraba hacia arriba con cierta congoja. Se vio tentado a sacar el sayo de su macuto y vestirse con él, pero concluyó que aún no era el momento adecuado. En algún lugar de aquella recóndita isla flotante se encontraba aquél dígramo que tanto le odiaba, y él no estaba dispuesto a dejarse descubrir en un descuido. Lo podía pagar muy caro. Hacía mucho tiempo que el dígramo se la tenía jurada, y él no estaba dispuesto a ponérselo fácil. Pese a que esas bestias no tenían sentido del olfato, sí gozaban de una vista y un oído endiabladamente buenos.

Estaba cansado y algo dolorido. Pero por encima de todas las cosas, echaba mucho de menos a Måe. Esa era siempre la peor parte, cuando emprendía aquellos largos viajes. Y ese había sido especialmente largo. Tanto, que había incluso perdido la cuenta de cuántas jornadas habían pasado desde que dejase atrás Ictaria y a la joven HaFuna. Si algo sabía era que no quería seguir demorándose más. No si pretendía causar una buena impresión al maestro Gör. Ya se había entretenido mucho más de lo que le hubiera gustado, y aunque sabía perfectamente que de no haber usado un portal para llegar hasta ahí probablemente no habría alcanzado todavía su destino, no podía evitar sentirse en cierto modo defraudado por mancillar su intachable expediente como mensajero.

Abandonó aquella ligera hondonada en el terreno haciendo uso de patas y manos por igual, y oteó en todas direcciones. Todo estaba sumido en un silencio sólo roto por el suave mecer de las hojas de aquellos centenarios árboles al viento. Aún así, el HaFuno cuernilampiño no las tenía todas consigo. Sabía perfectamente que aquella bestia estaba ahí, en alguna parte. ¿Dónde si no habría podido ir a parar? Se dirigió a un pequeño claro entre aquellos imponentes árboles, intentando hacer el menor ruido posible. Dio un par de zancadas y un ágil salto, imputándose con recias sus patas, y emprendió el vuelo. En una isla de ese tamaño, era pan comido. Se dirigió a lo más alto del más alto árbol que pudo encontrar y se encaramó en su copa. Entonces la vio.

            La enorme bestia parecía incluso pequeña, observada desde aquella particular atalaya. Aunque nada más lejos de la realidad. Estaba alimentándose de las hojas jóvenes de color añil intenso de uno de aquellos centenarios árboles. Se apoyaba al suelo con cuatro de sus patas, mientras con las otras cuatro abrazaba el árbol al que estaba encaramada, esforzándose por no troncharlo con su descomunal peso. No le había visto. Era herbívora; no podía ser de otro modo, pues de lo contrario, haría muchos ciclos que habría perecido, exiliada en aquella pequeña isla sin compañía ni modo alguno de abandonarla más allá que dejándose caer a Ictæria, lo que con toda seguridad la acabaría transformando en una plasta informe que salpicaría a cientos de zancadas a la redonda.

En contra de la creencia popular, se trataba de animales bastante pacíficos, siempre que uno respetase su territorio. Ello estaba supeditado en gran medida a su enorme tamaño, que no parecía dejar de aumentar a medida que maduraban. Y un animal de semejante tamaño necesitaba de mucho alimento para mantenerse con vida. Su hábitat natural eran los bosques de Ictæria, donde pastaban a sus anchas en la antigüedad. Eco estaba especialmente preocupado por ello, porque en una isla de ese tamaño, a medio plazo tan solo había lugar para un único dígramo. Lo contrario hubiera desencadenado el colapso de aquél pequeño ecosistema, matando de inanición tanto a ese dígramo como a su competidor, por mucho que éste fuera su progenie. Ese era el motivo por el que, controlada la bestia, Eco se dirigió hacia su nido. Siempre que pasaba por ahí lo hacía. Se había transformado en una especie de tradición.

El nido era a un tiempo el lugar donde aquella bestia dormía y donde, de haberle dejado Eco, habría cuidado de su descendencia. Los dígramos se reproducían mediante partenogénesis, es decir, no les hacía falta un macho para fecundar sus huevas. Esa especie, al igual que la de los HaGrúes, no distinguía entre machos y hembras. Todos eran machos y hembras y ninguna de las dos cosas, al mismo tiempo. Este dígramo en particular siempre ocultaba sus huevas en el mismo lugar, lo cual resultaba bastante práctico para robárselas. Eco suspiró satisfecho al comprobar que no había ninguna hueva nueva en el nido. Siempre le había resultado llamativo lo minúsculas que eran, en comparación con la bestia en la que se acabarían transformando.

Consciente de la distancia más que generosa que le separaba del dígramo, ahora sí consintió en vestirse con el sayo. Enseguida notó la mejoría, pues hasta el momento había estado prácticamente tiritando, con los brazos y las patas humedecidos y expuestos al aire. Echó un vistazo al contenido de su macuto y revisó que aquél pequeño sobre que le había entregado Gör siguiese a buen recaudo en la carpeta de cuero que lo mantenía protegido de la humedad. Todo lo que tenía que hacer era llevar ese insignificante pedazo de papel de un extremo al otro del anillo. Esa era la parte que más le gustaba de su trabajo, pues la mayoría de las veces no tenía siquiera que cargar con peso.

No le hizo falta revisar su mapa del anillo celeste para saber hacia dónde debía dirigirse. El hecho que el anillo fuese, literalmente, una sucesión de islas extendiéndose en un plano perpendicular al eje de los antiguos polos de Ictæria, sin duda ayudaba bastante. Se echó de nuevo el macuto al lomo y lo aseguró con los cinchos para que no se moviera ni un dedo. Ahora ya no se le había perdido nada en aquella isla desierta, de modo que emprendió de nuevo el vuelo. Estaba tan cerca de Hedonia que se vio tentado a acercarse a saludar a viejos amigos y compañeros del gremio, pero enseguida rechazó esa idea: tenía una misión por cumplir, una especialmente importante, y no descansaría hasta que ésta estuviese cumplida. Puso rumbo a Haföss.

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