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Publicado: 22 julio, 2023 en Sin categoría

Pese a haber sido vencida tan tempranamente, Måe se lo pasó en grande viendo cómo sus compañeros competían entre sí. Lo hacían con ganas y con entusiasmo, pero también con humor y deportividad. Al menos en la mayoría de los casos. Durante la primera etapa como estudiante de taumaturgia, durante la cual tan solo había recibido una tediosa e interminable clase de teoría detrás de otra, siempre se había preguntado qué les esperaría cuando finalmente comenzasen las clases prácticas. Visto lo visto, si eso era realmente lo que le depararía la Universidad de ahí en adelante, no podía menos que sentirse ansiosa e ilusionada por continuar con sus estudios.

La primera ronda dio paso a la segunda. El profesor aprovechaba los tiempos muertos entre ronda y ronda para intercalar sus enseñanzas, e invitarles a todos a perfeccionar su técnica. Les daba consejos, y se reunía con unos y con otros para ver qué tal se les daba, ayudándoles en todo lo que necesitaran. Las gradas cada vez se fueron llenando de más HaFunos que habían sido vencidos por sus contrincantes y compañeros. Pero en sus caras no reinaba la frustración o el rencor por su fracaso, sino sonrisas por lo bien que se lo habían pasado, y ganas de animar a los compañeros que aún quedaban en pata para que les vengasen.

La joven HaFuna se sintió desplazada, pues ella no disponía de amigos a los que animar, ni de nadie a quien le apeteciese felicitarla cuando fuera ella la que recibiera una nueva insignia. Cuando finalmente Una también fue vencida, Måe la siguió con la mirada, pero la HaFuna se dirigió al otro extremo de la grada, dándole el lomo. Resultaba evidente que el esfuerzo de Uli amonestándola por pasárselo bien con ella había dado sus frutos. La joven HaFuna trató de abstraerse y seguir disfrutando de aquél curioso y divertido espectáculo que les había brindado el profesor Obb.

En la llamada para comer, Måe compartió su creciente entusiasmo con sus amigos en la cantina. Éstos le explicaron que recordaban con especial cariño a ese profesor en concreto. Ninguno de ellos había escogido la disciplina de artes plásticas para proseguir con sus estudios de gremio, pero todos se deshicieron en elogios recordándola y le ofrecieron un buen puñado de anécdotas, que aún hicieron crecer más las ganas de la HaFuna por continuar sus clases. A esas alturas, y pese a que por ahora tan solo había tomado media clase práctica, ya era consciente que le costaría horrores decidir a qué disciplina querría dedicar el resto de sus ciclos en la Universidad.

Tan pronto sonaron de nuevo las campanas de la espadaña, la joven HaFuna corrió de vuelta al aula, llena de curiosidad por conocer el desenlace de aquél curioso torneo. Contra todo pronóstico, los dos HaFunos que llegaron a la competición final fueron Uli, como no podía ser de otro modo, y Pin, aquél discreto, torpe y orondo HaFuno al que nadie jamás había tomado en serio.

Pin había demostrado un saber hacer digno de elogio en las anteriores rondas, venciendo HaFuno tras HaFuno. Se le veía fuera de lugar, pero al mismo tiempo increíblemente motivado. Siempre había sido foco de bromas de mal gusto e insultos. A ese respecto, Måe se sentía bastante identificada con él. Por primera vez desde que comenzase el curso, se había sentido uno más, recibiendo elogios sinceros y aplausos de sus iguales. El profesor Obb se acercó a ambos y mostró de nuevo aquél emblema beige, para que todos lo pudieran contemplar.

OBB – Enhorabuena a los dos. Lo habéis hecho estupendamente. Pero para determinar cuál de vosotros se llevará el emblema, esta última ronda será un poco distinta. Coged un par de cubos cada uno.

            Ambos HaFunos acataron la orden del profesor. Uli tomó dos cubos azules y Pin dos verdes, mientras Obb hurgaba en el cofre, del que sacó una gran sábana circular. La sábana era blanca, de idéntico color al de su túnica.

OBB – Venid todos aquí, que les ayudaréis. Sí, sí. Todos vosotros.

            Los alumnos vencidos abandonaron las gradas y acudieron al centro de la sala. Siguiendo las directrices del profesor, tomaron la sábana por todo su perímetro, dejándola elevada del suelo hasta la altura de sus cinturas.

OBB – Vosotros dos, introducid las manos en los cubos. Eso es. Hasta ahora habéis transferido el color. Ahora quiero que lo absorbáis. No os preocupéis, que no es tóxico. Y la transferencia es perfectamente reversible.

            Buena fe de ello la daba el hecho que él mismo se había tintado y se había destintado mientras todos le miraban, no hacía mucho. Uli mostró su más absoluta repulsa ante esa idea con una expresión de desagrado en su rostro. No obstante, al ver cómo Pin hundía sus dos manos en sus cubos y se teñía a sí mismo por completo de verde, se apresuró a imitarle. Por más que no le hiciese la menor gracia hacer el ridículo de ese modo delante de sus compañeros, estaba dispuesto a ganar esa insignia. A toda costa. En un abrir y cerrar de ojos, ambos habían cambiado su furo de color. Se limpiaron las manos en sendos paños, y se acercaron de nuevo hacia donde se encontraba el profesor Obb.

OBB – Tomad cada uno la sábana por un extremo y, cuando yo os avise, deberéis tratar de tintarla entera. Deberéis esforzaros mucho más que antes, porque la superficie es mucho más grande. No será tan fácil.

            Los HaFunos tomaron posiciones, y Obb finalmente les dio la orden de arrancar el prodigio. Uli comenzó tomando la delantera de un modo bastante escandaloso. Enseguida más de media sábana se había vuelto azul. Pin era mucho más lento, pero también más cuidadoso. Efectuaba su prodigio con los ojos prácticamente cerrados, muy concentrado en lo que hacía y en cómo hacerlo. Fue una batalla reñida. Uli siguió quemando todo su potencial tratando de ganar y humillar a su contrincante, pero cuando finalmente ambos colores se chocaron, se encontró con un muro infranqueable. Pin siguió drenando el color que había adquirido su cuerpo, ganándole terreno a Uli lenta pero concienzudamente. El hijo pequeño del Gobernador había calculado tan mal sus reservas, empezando con tanta potencia su prodigio, que no fue capaz de remontar, por más que lo intentó.

            La victoria fue agridulce para Pin. Las risas y los comentarios que habían reinado en el aula hasta entonces se extinguieron como la llama de una vela al viento. En la sala reinó un silencio tenso y desagradable. Uli trató que no se le notase, pero estaba increíblemente furioso y avergonzado. Cuando Obb colocó la insignia en el pecho de Pin, Måe fue la única que le felicitó y aplaudió su buen hacer. Por fortuna, las campanas de la espadaña marcaron el final de esa primera clase práctica, y los descolocados HaFunos encontraron la excusa perfecta para desaparecer de ahí.

            La joven HaFuna se quedó un rato más, ayudando al Obb a recoger los paños que habían dejado tirados por las gradas y acto seguido a doblar la verde sábana. Una también lo hizo, aún sin dirigirle la palabra, ni siquiera la mirada. Mientas acababan de doblar entre las dos la sábana, el hijo pequeño del Gobernador posó una mano en el hombro de la joven HaFuna, que se giró sorprendida. Puso los ojos en blanco al verle, levantando el mentón. Una, por su parte, agachó la mirada, sonrojada.

ULI – Qué bien se os da trabajar juntas. ¡Parecéis hermanas! Una y Måe. Es que ni hecho a propósito, ¿verdad?

            El HaFuno rió, pero nadie le acompañó. Una se mordió el labio inferior.

MÅE – Tú más vale que te espabiles en conseguir una insignia, Uli, que los raritos te estamos comiendo la tostada.

ULI – No creo que me siente muy bien el beige. Eso… os pega más a vosotros, los icterios. Es más de vuestro estilo, ¿no?

MÅE – Tienes razón. A ti se te dan mejor los exámenes.

            Una frunció el ceño, sin acabar de entender a qué venía todo eso. Uli les ofreció una última sonrisa llena de dientes, y abandonó el aula. La joven HaFuna esbozó una sonrisa. Fuera, Pan, Sid y Mei se reunieron con Uli. Una les siguió y Måe acabó de recoger con la única compañía de Obb, que le agradeció la ayuda antes de despedirla. En su camino de vuelta al vestíbulo le llamó la atención el hecho que varios HaFunos se la quedasen mirando. Una pareja incluso cuchicheó entre sí mientras la observaba de reojo. La joven HaFuna no le dio importancia y abandonó la Universidad, ilusionada ante la perspectiva de poder pasar la tarde con Lia poniendo en práctica las mil y una ideas que habían compartido la jornada anterior.

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