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Publicado: 22 febrero, 2022 en Sin categoría

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La clase se demoró mucho más de lo que Måe había imaginado. Una llamada precedió a la siguiente; el sol azul cada vez estaba más próximo al horizonte. Tan solo dispusieron de un pequeño receso a media tarde para descansar, estirar las patas y tomar un pequeño refrigerio, que la joven HaFuna utilizó para poner en orden sus apuntes, sin apenas levantar la mirada de su pupitre. Se había prometido centrar toda su atención en la lección, y pese a que no le resultó sencillo, habida cuenta de cuánto había ocurrido aquella interminable jornada, se le había dado francamente bien. Pese a que jamás había siquiera soñado con formar parte de ese gremio, debía reconocer que le estaba resultando un reto apasionante.

En sus clases de educación fundamental siempre les sobraba al menos media jornada, que habitualmente destinaban a sus labores, dependiendo de la época del ciclo en la que se encontrasen. Pese a que Eco ya le había prevenido de ello en más de una ocasión, Måe no pudo evitar sentirse abrumada por cuán largas e intensas serían las clases en adelante, a juzgar por la de esa jornada. Habida cuenta que en Ictaria no se practicaba la noble tradición de las labores, la HaFuna concluyó que destinar ese tiempo extra a los estudios tampoco era tan mala idea, y más en una etapa tan crucial para la vida de un HaFuno como era la de los estudios de gremio.

            Obviando todo lo demás, la larga sesión de esa tarde le resultó arrebatadora. Elo había invitado a otros seis profesores a la lección, cada cual más pintoresco que el anterior, y la mayoría de ellos viejos como moghillas. Todos iban ataviados con idénticos atuendos blancos. Lo único que diferenciaba a unos de otros era el cuello de aquellas delicadas y largas prendas de ropa, pues a diferencia del de Elo, que era blanco, los demás profesores lucían el color de las seis disciplinas básicas de la taumaturgia de las que eran expertos.

A juzgar por cuanto les explicó el propio Elo, él sería su tutor durante ese primer curso, e impartiría las clases de Historia, fundamentos de la taumaturgia, combinatoria básica y seguridad en la práctica de prodigios. El resto de profesores impartirían clases teóricas y prácticas relacionadas con sus respectivas disciplinas, y asesorarían a los alumnos sobre cuál escoger de cara a los siguientes cursos en la Universidad.

            Las campanas de la espadaña tañeron por enésima vez. En esta ocasión, ningún alumno dio siquiera un pequeño respingo: ya estaban más que acostumbrados. El profesor Elo dio por concluida la lección, agradeció a sus colegas cuanto habían aportado a la misma, e invitó a los alumnos a marcharse a descansar a sus aposentos. Sin saber muy bien por qué, Måe hizo caso omiso al profesor y se mantuvo sentada en su pupitre, hojeando sus apuntes, mientras el resto de profesores y los demás alumnos abandonaban la estancia en un caos ordenado.

            Ella era una estudiante especialmente aplicada, pero jamás en su corta vida había gastado tanta cantidad de papel en una sola jornada. No obstante, lo que más le llamó la atención fue el hecho que ella había sido la única en tomar apuntes; los demás alumnos se habían limitado a escuchar la interminable perorata de los profesores, y algunos de ellos ni siquiera eso, pues se pasaron la mayor parte del tiempo cuchicheando entre sí. Måe no quería juzgarles antes de tiempo, pero tenía muy claro cómo se comportaría ella en adelante: justo al contrario que ellos.

            Esperó y esperó, hasta que el aula acabó vaciándose, y tan solo quedaron en su interior el profesor Elo y ella misma. Éste se acercó a su pupitre, con su sempiterno paso solemne. Måe no podía parar de maravillarse del tamaño y el vigor de sus astas. Existían habladurías que narraban que el tamaño de las astas estaba relacionado con el poder de un taumaturgo, y pese a que ella sabía que eso no tenía el más mínimo fundamento, viéndole de esa guisa le costó no imaginarle con un poder sobreHaFuno.

ELO – Será mejor que se marche a descansar, joven. La de hoy ha sido una jornada muy larga. La espero aquí mismo mañana a la tercera llamada.

            Måe asintió, y por fin comenzó a recoger sus pertenencias. Elo abandonó el aula antes que ella. Cuando la joven HaFuna finalmente cruzó el umbral de la puerta, los pasillos estaban ya prácticamente vacíos. Los alumnos de los demás cursos también finalizaban la jornada lectiva a la misma llamada, y pese a que muchos de ellos seguían charlando en pequeños clusters aquí y allá, la mayoría ya se había retirado a la residencia, o bien abandonado la Universidad.

Sin demasiada prisa, bajó las imponentes e incómodas escaleras, cuya contrahuella era a todas luces demasiado alta para un HaFuno. No podía parar de imaginar la escala de los seres para los que habían sido construidas. Eco le había explicado que aquél edificio fue la morada de una familia muy influyente de HaGrúes, mucho tiempo atrás, antes incluso de la Gran Guerra. Ella, al igual que el resto de HaFunos del anillo celeste, jamás había visto un HaGrú más que en los grabados en los libros de Historia, pero tan solo imaginar cuán grandes eran, habida cuenta de la escala de aquél vetusto edificio, se le ponía el furo de punta.

            El vestíbulo estaba bastante más concurrido que el resto de pasillos. No obstante, la joven HaFuna no vio un solo alumno que vistiera túnica negra por los alrededores, lo cual la tranquilizó. De todos modos, tan pronto cruzó el umbral de las imponentes puertas de entrada a la Universidad, se encontró con Uli de frente. Éste le cortó el paso, obligándola a frenar su avance. La joven HaFuna trató de tomárselo con calma, pero no le resultó tarea sencilla. Como no podía ser de otro modo, Uli estaba rodeado de una cohorte de seguidores. Måe no alcanzaba a comprender qué podía ofrecerles aquél pedante y grosero HaFuno para que no se apartasen de su vera.

comentarios
  1. Meiwes dice:

    Que miedo dan las intenciones de Uli… menos mal que Mae es más inteligente y seguro que sabrá arreglárselas

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