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Publicado: 8 julio, 2023 en Sin categoría

BIM – No lo puedo aceptar. ¿Pero tú sabes lo que vale?

MÅE – ¡Precisamente por eso, Bim! Nosotros no nos podemos permitir algo así, pero tus compañeros de clase sí. ¿O es que acaso me equivoco?

            El estudiante de artes bélicas suspiró. Måe estaba en lo cierto, pero él se sentía muy reacio a aceptar ese caro presente. La joven HaFuna se había encontrado con el fornido HaFuno en la plaza frente a la Universidad de taumaturgia bien pronto esa mañana, y no había dudado un momento en ofrecerle la esfera de bavarita que había vaciado la noche anterior. Ella no la necesitaba, pero tampoco estaba dispuesta a devolverla a quienes la habían usado para hacer trampas en los exámenes. No consideraba que lo merecieran, y dudaba que la echasen mucho en falta. Además, sabía que Bim, a diferencia de ellos, sí le daría buen uso.

MÅE – No se hable más. Tómala, haz el favor, que tengo prisa.

Måe entregó la pequeña esfera a Bim. Éste la tomó con recelo pero al mismo tiempo con ilusión. Realmente le vendría muy bien poder hacer uso de ella en sus clases prácticas con el estricto profesor Tül. Ser el único HaFuno de origen humilde de su promoción le estaba acarreando serias desventajas, y eso, aunque en pequeña medida, podía decantar la balanza a su favor.

BIM – Gracias. No sé qué decir, Måe.

MÅE – Olvídalo. ¿Crees que te ayudará?

BIM – No lo creo. ¡Lo sé! Esto… me va a venir genial.

MÅE – Pues entonces no puedo estar más satisfecha. Oye… No quiero ser grosera, pero… te voy a tener que dejar. Hoy tengo mi primera clase de disciplina y no quiero llegar tarde. ¿Saludarás a los demás de mi parte, si les ves?

BIM – Faltaría más. ¡Hasta luego, bonita!

La joven HaFuna regaló un breve asentimiento de astas a su amigo y corrió escaleras arriba. Éste se la quedó mirando, con una sonrisa dibujada en el hocico, mientras sostenía aquella pequeña esfera en la gruesa palma de su mano.

Måe echó de nuevo un vistazo al tablero del vestíbulo en el que se especificaba a qué clase tendría que acudir cada jornada de ahí en adelante, y hasta el final del curso. Se sintió extraña paseando por aquella zona de la Universidad, pues era la primera vez que transitaba esos pasillos de alto techos. Le llamó poderosamente la atención que, a medida que avanzaba por ellos, todos los HaFunos con los que se cruzaba vistieran túnica beige.

Para su sorpresa, no fue la primera en acudir al aula. Obb, el profesor de la disciplina de artes plásticas, ya estaba ahí, así como otra media docena de alumnos ataviados con negras túnicas, idénticas a la suya, entre los que se encontraba Una. La HaFuna le ofreció un discreto asentimiento de astas a Måe, y siguió charlando con otra de las HaFunas de la clase, de la que Måe no recordaba siquiera el nombre. Era tal el ostracismo al que había sido sometida desde el inicio del curso, que hacía largo tiempo que había tirado la toalla a ese respecto. Si ellos no querían saber nada de ella, ella no sería menos.

El aula no se parecía en nada a la que tanto habían frecuentado en las interminables clases teóricas del profesor Elo. La principal diferencia residía en el hecho que no había muebles, tan solo una mesa al fondo, con un par de cofres y un buen puñado de trapos blancos en lo alto. Eso desconcertó bastante a Måe, que venía con la idea de preparar su material de trabajo en un pupitre. El aula era como un pequeño anfiteatro, en cuyas gradas descansaban los HaFunos que iban entrando. La joven HaFuna tomó asiento en uno de los extremos, alejada de sus compañeros, sin saber muy bien dónde meter su macuto.

Todavía no habían tañido las campanas de la espadaña, que ya habían entrado todos en el aula. No solían ser tan puntuales con Elo, pero estaban tan ilusionados por poder, al fin, comenzar sus clases prácticas, que incluso habían madrugado más de lo habitual. Obb cerró las altas y pesadas puertas del aula, en la que, contra todo pronóstico, reinaba el más absoluto silencio.

Obb era un escuálido HaFuno de mediana edad. En cualquier caso, mucho más joven que Elo. Su tez parda y las características vetas de su furo delataban que era heredero de los HaFunos originarios de la ya extinta estepa de la antigua Ictæria. Pese a que hacía ya muchos ciclos que vivían en el anillo celeste, y el mestizaje entre las distintas etnias había homogeneizado mucho sus rasgos, aún quedaban vestigios del que fuera el imperio de la antigüedad. Caminó con paso firme hacia la pared trasera de aquella curiosa estancia en forma de medio círculo, y se dirigió a su joven audiencia.

OBB – Bienvenidos a esta vuestra primera clase práctica de taumaturgia. Mi nombre es Obb. Yo, al igual que vosotros, estudié en esta noble institución, de la que han salido los mejores taumaturgos contemporáneos. Llevo dedicándome a la enseñanza más de diez ciclos, y durante este curso seré vuestro profesor de artes plásticas. Ahora quiero que, uno a uno, os vayáis presentando, para que nos vayamos familiarizando. Tú, por ejemplo.

            El profesor Obb señaló a Uli. El HaFuno sonrió, y se puso en pata.

ULI – Mi nombres es Uli. Pertenezco al honorable linaje de los guardianes del templo de Ymodaba desde mucho antes de la Gran Escisión. Soy el primogénito varón del Gobernador Lid, hermano de la maestra taumaturga Kyr y nieto de la tristemente marchita Gobernadora Äyn.

OBB – Muchas gracias, Uli. En adelante, no hace falta que se extiendan tanto con sus presentaciones. Con que me digan su nombre, para que pueda anotarlo, será más que suficiente.

            El profesor fue apuntando sus nombres a medida que se presentaban. Måe se sorprendió al comprobar que nadie hizo burla cuando ella se presentó.

OBB – Para el primer prodigio que les enseñaré, necesitaré que se pongan por parejas.

            A la joven HaFuna le dio un vuelco el corazón. Temía que ese momento llegase, antes o después, pero no esperaba que fuese tan pronto. Los demás alumnos comenzaron a hablar entre sí, para ponerse de acuerdo. Obb tuvo que mandarles callar.

OBB – No, no, no, no. Ustedes no escogerán sus parejas. Vayan acudiendo a la mesa del fondo a medida que les cite, y tomen uno de los paños.

            Utilizando la misma lista que acababa de escribir, Obb fue emparejando a todos sus alumnos, en apariencia de modo totalmente arbitrario. Por fortuna, eran pares. Cuando nombró a Måe, ésta se mordió el labio, hecha un manojo de nervios. Acto seguido mencionó el nombre de Una. La joven HaFuna sintió un gran alivio. Pese a que no eran amigas, eso Una lo había dejado bastante claro en más de una ocasión, era la única HaFuna de la clase hacia la que sentía algo de simpatía. Uli echó una mirada retadora a la HaFuna cuando ésta se juntó con Måe. Una se limitó a mostrar su desconcierto e incluso su desaprobación. Al fin y al cabo, no había sido decisión suya. Måe suspiró, incluso algo divertida. Estaba tan acostumbrada, que ni siquiera le dio importancia.

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