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Publicado: 28 junio, 2022 en Sin categoría

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ULI – Disculpe, profesor.

Måe se giró sorprendida al escuchar la voz de Uli. Llevaba más de dos llamadas, desde que comenzase la clase, concentrada tomando apuntes, prestando atención tan solo la melodiosa e hipnótica voz del profesor Elo, y el cambio la pilló por sorpresa. Se tranquilizó un poco al comprobar que la atención de Uli estaba centrada exclusivamente en el profesor. Aquél maleducado HaFuno había continuado acosándola siempre que tenía oportunidad, aunque nunca lo hacía cerca de los oídos de cualquier miembro del cuerpo docente. Siempre esperaba a estar acompañado únicamente de su habitual séquito de seguidores, que parecían esperar que se les pegase algo de su origen noble tan solo por estar cerca de él y reírle las gracias.

            Las jornadas se sucedían unas detrás de otras sin apenas solución de continuidad desde que el curso comenzase. Todas eran prácticamente idénticas. Desde la última conversación que mantuvieron, Una no solo no le dirigía la palabra a Måe, sino que evitaba incluso cruzar su mirada con de ella. Måe no la juzgaba, pero al mismo tiempo se sentía muy dolida por el desarrollo de los acontecimientos. Allá en Ictaria, Una había sido lo más parecido a una amiga que había podido encontrar, y Uli le había arrebatado hasta eso. El resto de sus compañeros, ya fuera por iniciativa propia u hostigados o incluso azuzados por cuanto decía el hijo del Gobernador, tampoco le dirigían la palabra. Los pocos que si lo hacían, no era con buenas intenciones, por lo que la joven HaFuna se sentía perpetuamente sola, pese a estar siempre acompañada.

Elo estaba de espaldas a la clase, haciendo anotaciones en el tablero de la pared para acompañar su disertación sobre los primeros maestros taumaturgos de la Historia. Según contaba, ellos fueron los primeros HaFunos nacidos de un asta, los hijos de Åta, la primera de su especie, fruto del mismísmo árbol de Ymodaba. Según narraba el profesor hasta que Uli le interrumpió, esos seis hermanos, tres HaFunos y tres HaFunas, habían incluso convivido con el Dios, ahora mortal, y éste, en compañía de su madre, les había enseñado a hacer uso de su fantástico don. Cada uno de ellos se interesó por un tema distinto, y fueron sus discípulos quienes acabaron forjando los cimientos de lo que acabarían siendo las seis grandes disciplinas de la taumaturgia moderna que ahora se impartían en la Universidad.

El profesor acabó de anotar en el tablero de la pared el nombre del último maestro. Éste, al parecer, había sido arrebatado de su lecho por un coloso cuando era muy pequeño, y dado por muerto. No obstante, había sobrevivido. Un pequeño y primitivo clan de HaGapimús le había encontrado malherido, y le había criado como uno de los suyos, hasta que fue lo suficientemente mayor y se reencontró con sus hermanos. De ahí nació su fuerte inclinación por la naturología. El profesor se giró parsimoniosamente hasta que estuvo encarado a Uli que, para hacerse más visible, se había erguido y le miraba, desafiante.

ELO – ¿Le puedo ayudar en algo, joven?

            Uli tomó aire. Todos los demás alumnos le estaban mirando fijamente, y él se sentía muy satisfecho por ello. Disfrutaba de lo lindo siendo el centro de atención.

ULI – Creo que hablo en nombre de todos si le digo que… nos gustaría ver algo de taumaturgia, en sus clases de taumaturgia.

ELO – ¿Tiene algún problema con el modo cómo imparto mis clases?

ULI – Todo eso que nos está contando no son más que historietas para los cachorros. Aquí hemos venido a aprender a hacer prodigios. ¿Verdad?

            Uli miró en derredor, y obtuvo asentimientos y algún que otro cuchicheo ininteligible dándole la razón entre sus compañeros. Elo se mantuvo impertérrito a medida que Uli proseguía con su particular monólogo.

ULI – Llevamos ya muchas jornadas tan solo dando teoría, y estamos un poco impacientes. Que no digo que esté mal, pero… ¿vamos a tardar mucho más en empezar a ver algo de taumaturgia, profesor?

ELO – Al igual que no se puede empezar una casa por el tejado, para poder ejercer la taumaturgia, primero se deben conocer sus orígenes y los peligros que ésta entraña. ¿O es que acaso no se acuerda de lo que le ocurrió el primer día de clase, joven?

ULI – Yo… Yo sólo quería saber cuándo…

ELO – ¿No le hubiera gustado más saber a qué se exponía, antes de ello? Se hubiera evitado un buen disgusto, y tal vez incluso se hubiese llevado una insignia. La taumaturgia no es un juego, y ustedes tienen toda la vida por delante para aprender a practicarla. Aprenderán al ritmo y del modo que rija la Universidad. Y no se preocupe, habrá prácticas, y no serán sencillas, pero éstas llegarán cuando ustedes estén preparados para ello. Y doy fe que ustedes aún no lo están. Antes deben aprender a escuchar. Haga el favor de tomar asiento. Y le agradecería que en adelante no me vuelva a interrumpir si no es para hacer una pregunta relacionada con la lección que estoy impartiendo.

            Uli le aguantó la mirada un instante, pero acabó dándose por vencido y tomó de nuevo asiento.

ELO – Tal como les contaba, en aquellos tiempos, las tres razas todavía se llevaban bien, e incluso convivían en muchas regiones, pero ese no fue el caso. Göb tuvo suerte, pero en esos tiempos Ictæria era increíblemente hostil y salvaje, poblada por una nutrida suerte de bestias, muchas de las cuales se extinguieron tras el cataclismo ecolócigo que se desencadenó a causa de la Gran Escisión.

            La clase siguió su curso con normalidad. Uli no volvió a abrir la boca, aunque sí se llevó más de un gesto de aprobación de otros compañeros, igualmente frustrados por las interminables clases de teoría. No fue el caso de Måe; ella se lo estaba pasando en grande, más convencida a cada nueva jornada que el consejo de pensadores había hecho un trabajo excelente brindándole la oportunidad de ingresar en ese gremio.

            Una vez le sirvieron el rancho en la cantina, Måe se dirigió hacia los portones que comunicaban ésta con el gran patio interior de la Universidad. Estaba cansada de comer sola en una de aquellas larguísimas mesas, mientras docenas de ojos la observaban y se compadecían de ella. En su camino hacia el exterior pasó bastante cerca de la mesa a la que estaban sentados la mayoría de sus compañeros, pues era el camino más corto.

ULI – Muy bien, Unamåe. ¡Por fin has entendido que aquí no eres bienvenida!

            La joven HaFuna hizo ver que no le había oído, y continuó su avance hacia el portón que daba acceso al patio interior de la Universidad. Agarrándose con fuerza la túnica, tratando de ignorar el frío, echó un vistazo en derredor y se dirigió a un árbol en concreto, en una zona en la que el sol azul brillaba con alegría. Tomó asiento sobre la rojiza yerba y comenzó a comer aquél guiso aguado y tibio.

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