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Publicado: 6 diciembre, 2022 en Sin categoría

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Måe tomó la taza humeante y la sujetó entre ambas manos, con una sonrisa dibujada en el hocico. Snï se dio por aludido y salió de debajo del quemador, para seguir revoloteando alegremente por el molino, siempre con cuidado de no acercarse más de la cuenta a nada que pudiese quemar. La joven HaFuna se acercó a los grandes ventanales y echó un vistazo entre las dos aspas del molino que se mecían ligeramente con la brisa matutina. Aquella era una mañana francamente fría, e incluso amenazaba tormenta. Måe seguía sorprendida por que no hubiese llovido una sola vez desde que llegase con Eco a Ictaria. Y de eso hacía ya bastante tiempo.

            Eco, por su parte, hacía largo rato que había partido al gremio de mensajeros, para repetir una de aquellas jornadas laborales haciendo entregas locales que tan poco le gustaban. Pese a que el HaFuno cuernilampiño se esforzaba para que no se le notase demasiado, Måe le conocía lo suficientemente bien como para saber que ese tipo de tareas no eran de su agrado, y que estaba deseando recibir misiones mucho más complejas, más lejanas, como las que hiciera en Hedonia antes de su ceremonia de graduación. Pese a que para ella resultaba toda una gozada tener la certeza que llegada la tarde podría disfrutar de su presencia todas las jornadas en lo que restaba de libranza, mentiría si dijera que no se sentía algo mal por él.

            Tanto tiempo libre la estaba abrumando. Allá en Hedonia siempre había algo que hacer: ya fuese ir a clase, hacer labores, practicar un poco al krébalo con sus compañeros o quedar con Goa para visitar alguna de sus islas inhabitadas favoritas. Ahí, sin embargo, todo era distinto. Habían anclado gravitacionalmente la isla en un lugar tan remoto, que la mera idea de acercarse a la capital suponía un esfuerzo mayúsculo. En la isla tenía todo cuanto necesitaba, pero pasar tanto tiempo sola, por más que Snï no se apartaba nunca de su vera, la estaba trastocando un poco. Echaba de menos a Lia y a sus amigos de la Universidad.

            La joven HaFuna llevaba toda la mañana repasando la lección. A esas alturas la tenía tan clara que la repetía como un mero mantra. Estudiar para dar un buen resultado en los exámenes que vendrían luego de aquél período de libranza se había convertido en cierto modo en una obsesión para ella. Måe era una HaFuna que gustaba de tener el control de cuanto la rodeaba, y Elo siempre le había infundido mucho respeto. Con el profesor Köi todo era distinto. Después de tantos ciclos juntos, sabía perfectamente qué tipo de preguntas haría y el nivel de complejidad de las mismas. De ahí que sus resultados hubieran sido siempre excelentes. Pese a que Nåk y compañía le habían repetido hasta la saciedad que estaba más que preparada, ella no estaba dispuesta a dejar nada al azar.

            Echó un vistazo al baúl de su cuarto a través de la puerta abierta. En su interior descansaban todas aquellas telas que Lia le había entregado no hacía mucho. Estaba deseando comenzar a cortarlas y unirlas entre sí, inventar patrones y formas con los que sorprender de nuevo a la aristocracia ictaria, pero supo contenerse. Las había dejado ahí la misma jornada que aquella adorable HaFuna se las entregase, y se había prometido no echarles mano hasta que pasaran los exámenes. Hasta el momento había conseguido superar la tentación. Måe era una HaFuna eminentemente pragmática y disciplinada, e ignorar esa tentación, por más que era muy fuerte, no le había supuesto un gran esfuerzo.

            Dio un sorbo al té caliente que sostenía entre las manos, y dejó la taza sobre la mesa que presidía la sala principal de molino. Estiró los brazos al aire y echó un vistazo a los apuntes que descansaban sobre la mesa. Había aprendido a aborrecerlos. Habida cuenta que llevaba toda la mañana estudiando, decidió tomarse un descanso. No tardando mucho comenzaría a preparar la comida, pero antes quería distraerse un rato. Echó un vistazo a su amigo, que en esos momentos estaba volando describiendo círculos irregulares alrededor de todo el perímetro interior del molino.

MÅE – Oye, precioso. ¿Te apetece que toque un poco el taoré?

            El espíritu ígneo frenó en seco su vuelo y se la quedó mirando con aquellos inquietantes ojitos negros que tanto habían llamado la atención de la joven HaFuna cuando le conoció por vez primera, por cuán expresivos resultaban. Snï se acercó a toda prisa a ella y comenzó a revolotear al su alrededor, visiblemente contento. Su llama había adquirido un color morado que hacía que su brillo fuese algo menos lúcido. Måe fue a su cuarto y volvió con aquél viejo y delicado instrumento en sus manos. Tomó asiento en el banco corrido que había frente a las cristaleras, se colocó el taoré en el pecho, y respiró hondo.

No había tenido ocasión siquiera de tocar la primera nota, cuando la joven HaFuna escuchó unos golpecitos al otro lado de la puerta de entrada. Se quedó de piedra. Snï, que hasta el momento había estado revoloteando muy cerca de ella, voló a toda prisa hacia su quinqué abierto y se introdujo en él. Cuando estaban en Hedonia, sí era relativamente frecuente que recibieran visitas, pero desde que se habían trasladado a Ictaria, jamás habían recibido ninguna. Eco nunca golpeaba la puerta antes de entrar, y aunque Måe tenía el firme propósito de corregirlo en el futuro, ninguno de sus nuevos amigos sabía aún dónde vivía.

La joven HaFuna dejó el taoré con delicadeza sobre la mesa y se dirigió a la entrada, algo inquieta. Snï la observaba con atención desde su particular atalaya.

MÅE – ¿Hola?

Una voz familiar sonó al otro lado de la puerta. Måe respiró hondo, tomó el tirador y la abrió. La joven HaFuna no pudo evitar mostrar una cara de desconcierto al descubrir a Una al otro lado.

UNA – He traído comida.

            Måe, aún con el ceño ligeramente fruncido, vio cómo la HaFuna sostenía entre ambas manos un hatillo hecho de una tela bordada con hilos de brillantes colores.

UNA – ¿Puedo pasar?

            La joven HaFuna tardó unos instantes en reaccionar, pero acto seguido se hizo a un lado, permitiendo a Una acceder al molino.

MÅE – Pasa… Claro. Pasa.

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