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Publicado: 21 agosto, 2021 en Sin categoría

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Goa tomó asiento junto a su amiga Unamåe. Tenía la cabeza embotada. Aún tardaría en asimilar lo que había ocurrido. Unamåe se inclinó hacia ella y le susurró al oído.

UNAMÅE – Enhorabuena, Goa.

            La HaFuna enfatizó el nuevo nombre de su amiga, por más que llevaba ya mucho tiempo llamándola así. Goa le respondió con una sonrisa, al tiempo que la alcaldesa de Hedonia llamaba la atención a otro de sus compañeros de clase. Ambas se giraron para continuar contemplando la ceremonia desde ese lugar privilegiado.

            Uno a uno el resto de compañeros fueron repitiendo idéntico ritual. Se hicieron asignaciones en el gremio de herreros, de joyeros, de alquimistas e incluso de tesoreros. Estaba resultando un ciclo especialmente variado y rico a ese respecto, más incluso que los anteriores, pese a tener menos graduados. A medida que iban citando a sus compañeros, Unamåe empezó a tomar conciencia de la envergadura de la situación. Goa había sido afortunada y podría comenzar su aprendizaje sin tener que marcharse de Hedonia, pero muchos de sus compañeros tendrían que abandonar la comarca para poder iniciar su formación de gremio.

            Tan solo quedaban ella y otro compañero, un HaFuno muy alto pero que aún era bastante cuernilampiño, con el que ambas amigas se llevaban muy bien. Le citaron a él, y Unamåe se relajó un poco, consciente que ya no debería seguir especulando: habida cuenta que ya no quedaba nadie más, ella debía ser la siguiente.

            Cuando aquél joven HaFuno volvió a su asiento, la alcaldesa se retiró sin mediar palabra y desapareció tras el telón. Unamåe se quedó de piedra. No podían haberse olvidado de ella. La orquesta seguía tocando de fondo. Comenzaron los murmullos. Muchos HaFunos daban por concluida la ceremonia, y esperaban que les diesen pie para poder salir a tomar el refrigerio que había preparado frente a la dorma. Otros sí habían llevado la cuenta y eran conscientes que se había pasado por alto a una de las HaFunas.

            Unamåe echó un vistazo a su amiga Goa, y ésta le respondió con un gesto facial mostrando su idéntico desconcierto. Luego buscó a Eco con la mirada, y le encontró en segunda fila, junto a aquella HaFuna tan mona a la que había visto más de una vez al ir a buscarle a la salida del gremio de mensajeros. Él tampoco parecía comprender lo que estaba ocurriendo, y la invitó a esperar, mostrándole la palma abierta de su mano.

            Los cuchicheos crecientes cesaron tan pronto el Gobernador Lid se levantó de su butaca y comenzó a bajar los escalones que le separaban del escenario. Iba custodiado por los cuatro miembros de la Guardia Ictaria. Enseguida ocupó el lugar que hasta hacía un momento había ostentado la alcaldesa. Entonces fijó su mirada en la pequeña Unamåe. Ella echó un vistazo a ambos lados y un poco hacia atrás, creyendo que el Gobernador miraba a alguien o a algo que hubiese tras ella. Pero detrás de ella no había nada más que una de las jácenas en forma de costilla que conformaban la estructura de la dorma.

GOBERNADOR LID – Unamåe. Acércate.

            Nada de aquello abarcaba el menor sentido a su entender. ¿Cómo podía aquél ilustre HaFuno saber siquiera cómo se llamaba? Unamåe miró de nuevo a Eco, que parecía tan sorprendido como ella. El HaFuno asintió, instándola a no demorarse. Unamåe se levantó y caminó lentamente hacia el centro del escenario. Estaba tan fuera de sí que no se dio cuenta que tanto la orquesta como el coro habían dejado de ofrecer su música a los asistentes a la ceremonia, y que ahora en la dorma reinaba el más absoluto silencio.

GOBERNADOR LID – Seré yo quien te dé a escoger el que será tu nombre a partir de hoy.

Unamåe tragó saliva. Aquél HaFuno resultaba muy imponente, más a tan corta distancia. La diferencia entre su altura y la de él resultaba incluso ridícula. Sus dedos estaban salpicados de anillos con grandes y coloridas gemas. Sus ropajes estaban bordados tan exquisitamente que incluso le hicieron sentir cierta inseguridad del bello vestido que ella llevaba puesto.

GOBERNADOR LID – Sé que lamentablemente tus progenitores no están hoy con nosotros, por lo cual te doy mi más sincero pésame. Ellos, no obstante, decidieron que tu nombre fuese Unamåe. Como bien sabes, hoy es el día que entrarás en tu edad adulta, y para ello, como se ha hecho desde tiempos inmemoriales, debes ser tú quien escojas tu propio nombre. ¿Cómo quieres que nos refiramos a ti de ahora en adelante?

UNAMÅE – Quiero que se me conozca como Måe.

            El Gobernador hizo un asentimiento con la cabeza, con el que la pequeña HaFuna pudo ver con más claridad las delicadas e intrincadas piezas en forma de hojas que decoraban sus astas. Sólo con lo que llevaba encima ese HaFuno, una familia entera podría vivir toda una vida sin preocuparse de nada más que de ser feliz.

GOBERNADOR LID – Todos cuantos estamos aquí somos testigos de tu elección, y en adelante la respetaremos y nos dirigiremos a ti de ese modo. Te preguntarás el motivo por el que estoy hoy aquí.

Unamåe asintió, aún bastante intimidada por aquél HaFuno.

GOBERNADOR LID – He obtenido muy buenas referencias por parte del consejo de pensadores, y es por eso que he decidido visitar esta bella comarca. He tomado una decisión, que creo firmemente que será la mejor tanto para ti como para el conjunto de los ictærios. Quiero que formes parte del gremio de los taumaturgos.

            Unamåe estuvo a punto de soltar una risotada. Por fortuna su nivel de perturbación le privó de hacerlo. Lo que decía el Gobernador no tenía ningún sentido. Todo el mundo sabía que al gremio de los taumaturgos tan solo entraban los hijos de los nobles. Se trataba de un gremio muy elitista y al que solo se podía acceder si uno tenía buenos contactos o había sido recomendado por algún alto cargo. Måe estaba desconcertada. La grave voz del Gobernador la abstrajo de sus cavilaciones.

GOBERNADOR LID – ¿Consientes?

            Unamåe buscó de nuevo a Eco con la mirada. La expresión estupefacta en su cara la convenció que él no había tenido nada que ver con eso. Esperaba que le dijese qué hacer, pero el HaFuno se limitó a devolverle la mirada, serio e inexpresivo. Esa decisión sólo podría tomarla ella. Los ojos ocres del Gobernador la escrutaban, exigiéndole una respuesta que no podía esperar. Unamåe asintió, sin saber qué más hacer.

UNAMÅE – Consiento.

GOBERNADOR LID – Muy bien. Maestro Köi. Haga entrega a Måe de su diploma.

            El viejo maestro asintió, sumiso, y se acercó presuroso a entregarle su diploma a la pequeña HaFuna, que ahora ya se había convertido en adulta.

comentarios
  1. Meiwes dice:

    Parecía que estaba allí en la Dorma escuchando al Gobernador decir el nombre de Mae… Hasta se me ha puesto la carne de gallina!! Y me ha encantado el gremio que ha elegido para ella, espero que haya tomado la decisión correcta yendo con esa panda de pijos xDDD.

    Muy buen trabajo Villahermosa!!

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