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Publicado: 13 noviembre, 2021 en Sin categoría

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Aquél joven trabajador observaba impaciente a las dos HaFunas. Eco estaba introduciendo meticulosamente la túnica nueva de Måe en un saco de tela que había traído consigo en el generoso macuto que llevaba a las espaldas. La torre del campanario indicó con su inconfundible sonido que el mediodía daba paso a la tarde.

UNA – Entonces nos vemos, mañana. ¿Vale?

MÅE – Perfecto. ¿A la tercera llamada está bien?

UNA – ¡No, no! Quita. No quiero madrugar tanto. ¿Qué te parece… a la quinta?

MÅE – Estupendo. ¿Nos vemos aquí mismo, o prefieres…?

UNA – No, no. Aquí está bien.

            Ambas se despidieron con un cortés asentimiento de astas. Pese a hacer tan poco que se conocían, Måe tuvo un buen presentimiento con Una. Desde que fue conocedora de su asignación de gremio había temido sentirse desplazada con sus futuros compañeros por provenir de una comarca humilde como lo era Hedonia. Sabía a ciencia cierta lo proclives que eran los miembros del consejo de pensadores a incorporar principalmente a HaFunos con sangre roja en dicho gremio, y temía que ello jugase en su contra. Una parecía desmentir esa teoría, y ello jugaba a favor de la serenidad de la joven HaFuna.

Sin mediar palabra, el joven tomó la túnica de Una y la invitó a acompañarla, ofreciéndole su antebrazo. Ella enhebró ahí su brazo, encantada, y comenzó a asentir al tiempo que él iniciaba la retahíla de normas y prohibiciones que había memorizado y repetido una y otra vez las últimas jornadas con anteriores estudiantes. Ambos se perdieron tras la portezuela de acceso al atrio del patio interior. El vestíbulo de la Universidad quedó en silencio por unos instantes.

ECO – Espero que no te moleste.

            La joven HaFuna frunció el entrecejo, sin comprender muy bien a qué se refería Eco.

ECO – El sueldo de mensajero no es gran cosa y no… no me puedo permitir pagar la residencia. Estuve haciendo números antes de marcharnos, pero… no es viable.

MÅE – ¡Ya ves tú! Pero si tenemos la isla del molino aquí mismo. Además, ¿dónde voy a estar mejor que contigo y con Snï?

ECO – Me hubiera gustado poder ofrecerte eso, pero… lo siento.

MÅE – Olvídalo. De corazón te lo digo. No tiene importancia. Yo ni siquiera sabía que había una residencia aquí hasta hace un instante.

Él tampoco había podido costear su estancia en la residencia cuando estuvo estudiando en la Universidad, y por más que le hubiera gustado que con ella fuera distinto, ello sencillamente estaba fuera de su alcance. La vida en la capital era demasiado cara, y la asignación de gremio de la joven HaFuna le había cogido con la guardia baja. Había ocurrido todo demasiado rápido.

Eco miraba con ojos apesadumbrados a Måe. Ella, sin embargo, le observaba con una sonrisa sincera. Le acarició la mejilla con la suya, con la noble intención de subirle el ánimo. No había estado tan tranquila y serena desde que abandonasen la isla del molino. Eran muchos los cambios a los que tendría que aprender a acostumbrarse, pero cada vez estaba más convencida que los afrontaría con gusto. El ambiente que rezumaba la Universidad estaba exacerbando su curiosidad y su anhelo por iniciar las clases y ver qué le depararía esa nueva vida.

ECO – Muchos de los HaFunos que vienen a estudiar aquí lo hacen desde muy lejos, de ahí la necesidad de tener un lugar donde descansar y estudiar.

MÅE – Por eso mismo. Yo tengo el molino entero para mí.

ECO – ¿De verdad que no te molesta?

MÅE – Qué va. Aquí he venido a estudiar, ¿no?

ECO – Sí. Y además parece que has hecho una amiga nueva.

Måe sonrió. Ese había sido otro de sus principales temores al pasar de sus clases de educación fundamental en la vieja Hedonia a la Universidad de taumaturgia. Sin el abrigo de sus antiguos compañeros, y en especial del de Goa, temía que sus estudios de gremio fueran una etapa triste y solitaria. Eso era algo que todo HaFuno temía a medida que se acercaba su ceremonia de graduación.

ECO – ¿Quieres que demos una vuelta por las instalaciones?

MÅE – No. Todavía tenemos que pasar por el gremio de mensajeros.

ECO – Bueno. Ellos no saben exactamente cuándo tengo que llegar, y todavía es bastante pronto. No hay prisa.

MÅE – Insisto. Además, empiezo a tener algo de hambre. Ya tendré tiempo de investigar por aquí más adelante.

            Eco se dejó convencer sin ofrecer demasiada resistencia. Ambos abandonaron el edificio de la Universidad hombro contra hombro, mientras Eco le explicaba algunas anécdotas y consejos que pronto le serían muy útiles, que la joven HaFuna devoró con sumo gusto. Encontrarse en aquél enclave histórico hacía que cuanto le explicaba ahora Eco se tornase mucho más real. Durante las jornadas que precedieron a su marcha de Hedonia y en especial durante el trayecto que les llevó a la órbita del continente, el HaFuno le había narrado mil y una anécdotas, pero a sus oídos, éstas formaban parte de otro mundo, no de la realidad. Ahora todo se volvía extrañamente tangible.

             El trayecto hacia el gremio de mensajeros lo hicieron con considerable calma. Måe agradeció sobremanera que en adelante, todo el camino fuese en pendiente descendiente. La entera totalidad del territorio intramuros estaba alojada en una alta colina, en cuya cúspide se alojaba el arcaico Templo de Ymodaba, del que ahora se alejaban, y al que no habían tenido ocasión de ver siquiera de lejos, dado el laberíntico urbanismo del casco antiguo.

            Pasaron de largo todas aquellas callejuelas, y cruzaron de un extremo al otro aquél pintoresco mercado sin apenas prestarle atención, hasta llegar de nuevo a las grandes puertas de la muralla. Llegaron justo a tiempo de ver el cambio de guardia. Måe se quedó maravillada por aquella curiosa e incluso en cierto modo cómica exhibición de protocolo. Pese a que el atractivo evento había atraído la atención de algún que otro HaFuno, sobre todo de los más jóvenes, la mayoría de transeúntes pasaban de largo sin ofrecerle la más mínima atención. Måe y Eco aguardaron hasta que concluyeron, y no fue hasta entonces que prosiguieron su camino.

comentarios
  1. Meiwes dice:

    Sigo pensando que Måe no tiene nada en común con Una… Pobrecita

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