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Publicado: 10 junio, 2023 en Sin categoría

Todo era igual y a la vez era distinto. Incluso el instinto les había hecho tomar asiento a todos prácticamente en los mismos pupitres. La principal diferencia respecto a la clase inaugural, aparte del frío que reinaba en el ambiente, residíai en el hecho que nadie les observaba desde las ventanas de las demás aulas. Al parecer, lo que tenían que hacer esa jornada no resultaba lo suficientemente interesante para los compañeros de los demás cursos.

El macuto de Una yacía abierto junto a ella, y la HaFuna estaba despreocupada, observando divertida a sus compañeros, mientras todavía hablaban unos con otros. Tal era la confianza que había adquirido con Måe durante al libranza, que pese a pese a cuanto Uli había pregonado, estaba más que convencida que la presencia de la joven HaFuna no suponía el menor riesgo para sus pertenencias. Måe, sin embargo, sí estaba algo intranquila. Hacía tiempo que no practicaba la taumaturgia, tan concentrada como había estado en sus estudios, y temía estar algo oxidada.

            Elo se encontraba en el mero centro del patio interior de la Universidad. Los seis profesores de disciplina, ataviados con sendas túnicas blancas con las mangas del color que delataba la disciplina que impartían, se encontraban a su vera: tres a un lado y tres a otro. Una docena de ojos que les observaban en silencio y con expresión seria y severa en la cara. Måe se sentía francamente intimidada por ellos, pese a que tenía claro lo que debía hacer. Se esforzó por convencerse que no tendría demasiadas complicaciones. No en vano había sido ella la que se llevó la insignia en la clase inaugural.

            También les observaba aquél minúsculo cromatí salvaje al que la joven HaFuna tanto cariño profesaba, y al que con bastante frecuencia daba de comer siempre que pasaba por la cantina. La joven HaFuna le había buscado con la mirada al sentarse en su pupitre. Si le había visto, fue únicamente porque conocía muy bien cuáles eran sus ramas favoritas, y porque había educado mucho su vista para distinguirle entre las pocas hojas que aún resistían en ese árbol concreto. El pobre animalejo estaba asustado con tanto trajín, y se había mimetizado con el azulado tronco de un modo tan exquisito que resultaba digno de elogio.

            Elo se demostró especialmente paciente, lo cual no era muy frecuente en él, y aguardó a que todos guardasen silencio.

ELO – Antes de comenzar su primera clase práctica…

            Más de una risa nerviosa se apoderó del patio interior de la Universidad. Elo no hacía más que postergar el momento que todos llevaban deseando que llegase desde que comenzase el curso, y ello se había convertido incluso en motivo de broma recurrente entre los impacientes y resignados alumnos.

ELO – Les debo anunciar que tienen una misión de aquí al final del curso. Una misión muy importante para su formación. Todos ustedes deberán trabajar en un proyecto. Un proyecto de taumaturgia de su elección, que deberán desarrollar durante el curso, y presentar al término del mismo. Puede ser sobre cualquier temática que se les ocurra. Deberán, no obstante, pensarlo muy bien. Ya les adelanté que la decisión de qué disciplina estudiarán en adelante es suya, pero de igual modo les recuerdo que deberá estar respaldada por el profesorado, y amparada por las insignias de disciplina que obtendrán de ahora en adelante. Que ustedes lo deseen no es suficiente. Se lo tienen que ganar. Deben demostrarnos que se lo merecen. La decisión de qué proyecto quieren llevar a cabo es suya, nadie les va a decir lo que deben hacer, pero es importante que hagan un buen trabajo, porque eso les facilitará mucho el acceso a la disciplina que tengan en mente.

            Los cuchicheos se intensificaron por momentos, pero la elipsis que hizo el profesor fue suficiente para que los alumnos se dieran por aludidos y guardasen silencio de nuevo.

ELO – Sin más preámbulos, vamos a iniciar su primera clase práctica. Todos ustedes tienen delante el mismo recipiente que encontraron en su clase inaugural. Tienen idéntico objetivo que entonces: congelar el agua que éste contiene.

            Los alumnos asintieron. Sabían muy bien lo que debían hacer.

ELO – Para ello, deberán recordar lo que les enseñé en sus clases de seguridad en la práctica de prodigios. Siempre que deban hacer una transferencia rápida y no puedan utilizar sus cuerpos como receptáculo porque resulte peligroso, como es el caso, lo más recomendable es que lo hagan drenándola directamente en el suelo o en algún objeto de gran volumen que pueda soportarlo. Esa agua está muy caliente, pero el suelo está muy frío. ¡Y más hoy! Si lo intentan, verán que les resulta muy sencillo, y mucho más rápido. Lo que sí les pido es que no se congelen a ustedes mismos ni se prendan fuego, por lo que más quieran.

            Alguna que otra risa nerviosa se oyó de fondo, pero enseguida se extinguieron. El profesor Elo pronunció una breve cuenta atrás, y tan pronto acabó, los HaFunos se pusieron manos a la obra. Algunos de ellos bajaron el recipiente al suelo, en ocasiones vertiendo parte de su contenido, por las prisas. Otros se limitaron a descalzarse, para transferir el calor a través de sus pezuñas desnudas. Otros arrimaron sus pupitres aún más para practicar sus prodigios en pareja, con el objeto de ser los más rápidos. La joven HaFuna echó un vistazo a Uli, a tiempo de verle hincar su mano en el suelo con semejante ímpetu, que la hundió hasta la muñeca. Hel, el profesor de la disciplina alquímica, asentía satisfecho, observándoles alternativamente a todos.

            Måe aún sin saber muy bien por qué, estaba hecha un manojo de nervios. Trató de abstraerse de cuanto la rodeaba y concentrarse en su acometido. Pese a que se esforzó tanto como pudo, enseguida se quedó atrás. Era mejor estudiante que taumaturga, más al no haber recibido todavía clase práctica alguna. Ver cómo los demás le tomaban la delantera aún hizo que perdiese más la confianza en sí misma.

            Uli fue el primero en acabar, pero enseguida le siguieron otros muchos alumnos. Todo ocurrió muy rápido. Habida cuenta que todos sabían lo que debían hacer, el prodigio no se demoró demasiado. En cualquier caso, mucho menos que en la clase inaugural. Incluso Pin hizo un buen trabajo, para sorpresa de sus demás compañeros. Tan pronto consiguió relajarse, la joven HaFuna finalizó su prodigio con éxito, al igual que el resto de sus compañeros.

ELO – Lo han hecho todos muy bien. Recuerden que esto lo pueden hacer no sólo para transferir frío o calor, sino con muchas otras transferencias. La tierra lo absorbe prácticamente todo, y perfeccionar este prodigio les ayudará mucho a equilibrar sus dotes taumatúrgicas. Y del mismo modo que pueden drenarla, también pueden absorberla. Incluso de sus semejantes, con o sin su consentimiento, dependiendo de lo hábiles que sean. Pero… a ese respecto ya tendrán tiempo de practicar en sus clases de artes bélicas. La combinatoria es prácticamente infinita, y ahí es donde reside su complejidad.

            Elo tomó aire, observándoles a todos en un barrido de izquierda a derecha.

ELO – ¡Chicos! Disponen del resto de la tarde libre. Recuerden que mañana deberán acudir a la tercera llamada para iniciar su primera clase de disciplina, que será de artes plásticas. El profesor Obb se reunirá con ustedes en el vestíbulo, e irán todos juntos a la nueva aula.

Elo posó su mano sobre el hombro de aquél escuálido HaFuno de tez parda, que asintió solemne. Acto seguido les dio la espalda. Todos los profesores hicieron un corrillo y se pusieron a hablar entre sí, mientras los alumnos hacían lo propio, y poco a poco abandonaban el patio interior, para alivio del cromatí. La frustración y el enojo se podían leer meridianamente en el rostro del hijo pequeño del Gobernador. Resultaba evidente que había esperado recibir su primera insignia, pero para su frustración, eso no había ocurrido, ni ocurriría. Detestaba ver que Måe lucía en su pecho la suya desde el inicio del curso, y estaba deseoso de poder adelantarla y demostrar a todos que era él el mejor HaFuno de la clase, del mismo modo que lo había hecho en los exámenes.

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