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Publicado: 9 May, 2023 en Sin categoría

Måe dejó caer la pluma sobre el pupitre, como si le quemase en los dedos. Elo ya estaba recogiendo los exámenes de sus demás compañeros, y en breve llegaría su turno. Se masajeó los dedos, que tenía ligeramente entumecidos de cuánto les había hecho trabajar la última llamada. Aquél examen sí había resultado todo un reto para ella, a diferencia de los otros tres que había hecho con anterioridad. Por bien que no lo consideró especialmente complicado, todas las preguntas contemplaban justificación, y ella tenía tanta información en la cabeza, que le costó horrores escoger qué no explicar, consciente que no tendría tiempo de transmitir todo lo que sabía en tan breve lapso de tiempo. La Historia era una de sus asignaturas favoritas, y había profundizado mucho en el tema desde el inicio del curso. Lo había hecho con la inestimable ayuda de la biblioteca particular que Eco atesoraba en el ático del molino, de donde había ampliado sustancialmente lo impartido en clase.

            Si bien había estado muy concentrada durante ese último examen, no pudo evitar echar algún que otro vistazo a sus compañeros. La enorme mayoría compartían igual expresión de inquietud, prisa y desasosiego en sus jóvenes rostros. Su mirada se centró irremediablemente en Uli y en sus tres inseparables colegas: Pan, Sid y Mei. El hijo del Gobernador no había apartado en ningún momento su mano libre de aquél pintoresco collar de cuentas. Cuentas de idéntico color al de la pequeña esfera que ella guardaba en el bolsillo de su túnica. No hacía más que manosearlo, jugueteando con éstas entre sus dedos. Los otros tres, sentados formando un triángulo equilátero, habían pasado lo exámenes esperando que Elo se despistase para pasarse rodando minúsculas esferas de bavarita los unos a los otros. Måe se había visto tentada a delatarles en más de una ocasión, pero prefirió callar. Tenía demasiado trabajo entre manos y demasiado poco tiempo para entretenerse en eso.

            Elo recogió su examen. Debió leer en su rostro algo que no acabó de gustarle. Su grave voz sacó a Måe de su ensimismamiento.

ELO – ¿Va todo bien, joven?

MÅE – ¡Sí! Todo… todo en regla.

            El profesor asintió y prosiguió su camino zigzagueante recogiendo los exámenes de los demás compañeros. Sin el ominoso peso de los exámenes al lomo, Måe no pudo evitar concentrarse de nuevo en los lamentables hechos que habían acaecido la jornada anterior. Incluso sus amigos en la cantina durante la llamada para comer habían percibido que algo no andaba del todo bien, y se habían preocupado por ella. Måe esquivó como buenamente pudo sus preguntas, restándole importancia. Había preferido no compartir con ellos la fuente de su desasosiego. Ellos entendieron que estaba nerviosa por los exámenes, y prefirieron no insistir demasiado. Les conocía lo suficientemente bien para saber que si lo hacía, harían una colecta para regalarle un taoré nuevo, con la mejor intención del mundo. Ella estaba todavía demasiado apegada al viejo para tolerar sustituirlo.

            De nuevo esperó a que sus compañeros abandonasen el aula para salir. Ahora que ya había terminado todos sus exámenes, no tenía especial prisa por volver a casa. De todos modos, Eco solía llegar más tarde que ella. Estaba repasando mentalmente la respuesta que había dado a una de las preguntas del examen de Historia, cuando la voz de Uli la devolvió a la realidad. Måe suspiró al ver frente a su pupitre al hijo pequeño del Gobernador, rodeado de sus tres inseparables secuaces. Todos compartían idéntica sonrisa maliciosa en el rostro. Las campanas de la espadaña habían tañido por última vez, y ya no había nada que les retuviese ahí. Aunque al parecer, torturarla un rato resultaba motivo suficiente para demorarse un poco más.

ULI – ¿Qué tal te han ido los exámenes, Unamåe?

            A fuerza de oírselo decir tantas veces, Måe había aprendido a disfrutar de escuchar de nuevo su nombre completo. Al fin y al cabo, según le contó Eco, su nombre fue el único legado que sus padres pudieron dejarle antes de perder la vida. En cierto modo, incluso se sentía algo identificada con Tahora a ese respecto.

MÅE – Muy bien. Me han ido bastante bien. Gracias por preguntar, Uli. Aunque… seguro que no tan bien como a ti.

            Måe le regaló una sonrisa llena de dientes. El HaFuno frunció el entrecejo, extrañado. Pero enseguida recuperó su pose altanera.

ULI – Pensé que allá abajo, que apenas os llega la luz… te habría costado más estudiar. Tiene mucho más mérito lo suyo, chicos. Hay que reconocérselo.

            Pan, Sid y Mei asintieron, forzando el gesto, enfatizando la ridícula pantomima, dándole la razón a Uli.

MÅE – Donde yo vivo… por fortuna, llega la luz bastante bien, Uli. Pero… gracias por preocuparte. ¿A vosotros qué tal os han ido?

ULI – Eso… Eso debe ser Elo el que lo diga.

MÅE – Mira, ahí estamos de acuerdo. El único que debe juzgarlo es él. Aunque no sé por qué, pero… me da la impresión que os deben haber ido muy bien, a vosotros cuatro.

            Uli estaba buscando una respuesta ingeniosa con la que humillar a la joven HaFuna, pero ésta no le dio la oportunidad.

MÅE – Por cierto, bonito collar.

            El hijo pequeño del Gobernador tragó saliva. La sonrisa desapareció instantáneamente de su rostro, al igual que del de sus compañeros.

ULI – Vayámonos, chicos. Aquí no se nos ha perdido nada. Que te vaya muy bien con tus amigos, los raritos.

MÅE – Gracias.

            No hizo falta hablar más. Uli les hizo un gesto inclinando la cabeza, y los cuatro abandonaron prestos el aula. Måe sonrió, satisfecha. Era la primera vez que lo hacía desde que descubriese la desaparición de su taoré. Recogió todos sus bártulos y se encaminó hacia la puerta de entrada. El aula estaba prácticamente vacía, pero algún quedaban algunos pequeños grupitos de HaFunos comentando lo bien o lo mal que les habían ido los exámenes, o explicándose a qué exóticos lugares habían viajado durante el período de libranza. Una estaba junto a la puerta. Al verla acercarse, le hizo un gesto para llamarle la atención, con una sonrisa dibujada en su bello rostro. Måe suspiró. En esos momentos el último HaFuno con el que le apetecía hablar era con ella.

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