071

Publicado: 26 febrero, 2022 en Sin categoría

71

ULI – ¿Dónde vas tan rápido? ¿Acaso tienes prisa?

MÅE – ¿Me dejas pasar, por favor?

            La joven HaFuna trató de rodearle para seguir adelante, hacia las escaleras, pero Uli volvió a cortarle el paso. Ella cerró los ojos, tratando de serenarse. Estaba agotada psicológicamente, tras esa larga jornada, y definitivamente no estaba de humor para aguantar de nuevo las necedades de ese energúmeno.

ULI – ¿No crees que te olvidas de algo, Måe?

            La joven HaFuna miró por encima del hombro de Uli, y vio a Una recostada sobre la peana en la que descansaba aquella gran pirámide de piedra, rodeada de un par de HaFunas con idéntica túnica negra. Observaba la escena sin mostrar emoción alguna.

MÅE – ¿Qué tengo que hace para que me dejes en paz?

            La sonrisa se ensanchó aún más en el rostro del HaFuno. Resultaba evidente que estaba disfrutando de lo lindo, torturándola.

ULI – ¿No crees que me debes una disculpa?

MÅE – ¿Yo? ¿A ti? ¿En serio me lo estás diciendo? ¿Y se puede saber por qué?

ULI – No lo sé, ¿tú qué crees?

MÅE – Quizá… Sí… Se me ocurren varios motivos. Tal vez… ¿por haber evitado que se te prendiera fuego la túnica y que te quedaras calvo por empecinarte en ser el mejor de la clase a costa de tu salud? O… ¿quizá por no denunciarte al profesor por intentar hacerle creer a todos que le estaba robando a Una? ¿O sencillamente por no haber nacido rodeada de lujos, sin tener que dar un palo al agua, con una flor metida en el culo, como tú y tus amigos?

            Uno de los HaFunos que formaban aquél grupito soltó una breve aunque sonora carcajada. Uli se giró a toda prisa, con los labios fuertemente apretados, tratando de descubrir al autor, pero para entonces todos los HaFunos que les habían estado escuchando mostraban idéntica pose impasible. El iracundo HaFuno se giró de nuevo hacia Måe. La diferencia de altura entre ambos resultaba incluso cómica.

ULI – ¿Te crees muy graciosa, verdad?

MÅE – En absoluto, Uli. El único problema que tengo es que no me gustan los matones cobardes barriobajeros, y que llevo bastante mal la soberbia y la prepotencia. Pero… visto lo visto, tendré que trabajar en ello, porque no tiene pinta que vayas a madurar próximamente.

ULI – Haz el favor de cerrar el hocico, maldita icteria…

            La joven HaFuna no le dejó seguir hablando. Estaba muy nerviosa, pero por algún motivo al mismo tiempo muy segura de lo que debía hacer. No se reconocía a sí misma en ese papel, pero estaba disfrutando de lo lindo pudiendo sacar de dentro toda esa frustración que tenía acumulada, que no era poca.

MÅE – ¡Tú no eres nadie! Igual que el resto de nosotros.

            Todos los HaFunos vestidos con túnicas negras la miraban con los ojos bien abiertos, incapaces de dar crédito a lo que estaban presenciando. Incluso el propio Uli parecía totalmente fuera de combate; resultaba evidente que no estaba acostumbrado a que le plantaran cara.

MÅE – Es el primer día para todos, y vamos a pasar mucho tiempo juntos, así que mejor será que nos llevemos bien. Y si no estás preparado para eso, ¡por lo menos ignórame! Por el amor de Ymodaba. Tan solo te ensucié un maldito traje. ¡Supéralo ya!

ULI – No te creas que te vas a salir con la tuya por utilizar ese lenguaje que aprendiste ahí abajo, tratando de amenazar a la gente de bien. Será mejor que te andes con ojo. Aquí no eres bienvenida. ¿Lo entiendes?

MÅE – No, no, tranquilo. Eso ya me quedó bastante claro las otras quince veces que me lo has dicho. Pero… mejor habla por ti, y deja que los demás saquen sus propias conclusiones, que ya son mayorcitos.

ULI – Haz el favor de marcharte ya.

MÅE – Eso es lo que llevo intentando todo el rato, pero hasta que no te quites de en medio, no…

            La joven HaFuna se quedó callada a mitad de la frase. Uli se hizo a un lado y se la quedó mirando, extrañado. Ambos se quedaron frente a frente, en silencio.

ULI – ¿Se puede saber a qué esperas?

            La joven HaFuna echó un breve vistazo por encima del hombro de Uli. Éste se dio media vuelta, y pese a que era bastante alto, tuvo que elevar ligeramente el mentón para mirar al profesor Elo, que estaba a menos de un paso de él, observándole con una expresión seria en el rostro.

ELO – ¿Va todo bien, chicos?

            Uli dio un paso atrás, mostrándole la mejor de sus sonrisas al profesor.

ULI – Sí, profesor. ¿Verdad, Måe? La estábamos felicitando por lo bien que lo hizo en la prueba que nos puso esta mañana.

            Elo le aguantó la mirada unos segundos a Uli, durante los cuales ningún otro HaFuno osó abrir la boca.

ELO – Hagan el favor de marcharse a sus aposentos. No se queden aquí en medio, que están obstaculizando el paso.

            Måe aprovechó la oportunidad para escabullirse. Echó un último vistazo atrás y vio a Una, que la estaba mirando a ella. La joven HaFuna se preguntó qué estaría pensando. No obstante, no estaba para nada dispuesta a dar media vuelta para preguntárselo, por más que Uli y el resto de HaFunos habían acatado la orden del profesor y estaban entrando de nuevo a la Universidad. Eso debería esperar a la jornada siguiente.

            A medida que avanzaba a toda prisa por la ciudadela, la tensión que había acumulado en su interior fue liberándose, y comenzaron a temblarle las piernas. Enseguida acudieron las lágrimas, que cayeron inexorablemente a lado y lado de su hocico, empapando su furo y el cuello de su túnica. Se sentía en cierto modo muy disgustada por el desarrollo de los acontecimientos, pero también liberada, por haber podido plantar cara a Uli delante de los demás alumnos.

            En su camino hacia el ascensor, Måe evitó pasar por el mercado. Pese a que estaba deseando ver de nuevo aquél pequeño pero hermoso puesto de telas e hilos y saludar a la encantadora HaFuna que le había regalado aquél delicado ovillo, en esos momentos no se encontraba con ánimos. Lo único que deseaba era llegar de vuelta al molino, saludar a Snï y darle un fuerte y largo abrazo a Eco.

Deja un comentario