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Publicado: 19 febrero, 2022 en Sin categoría

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Eco ya había perdido la cuenta de cuántos hangares había barrido. Por fortuna, la cuartilla que le había acompañado desde el inicio de la jornada se lo recordó. Tachó con la pluma que llevaba en el bolsillo de la camisa de su uniforme otro número de la cuartilla y se dirigió hacia el último hangar de la lista.

Estaba un poco preocupado porque se había hecho algo más tarde de lo que él hubiera deseado: esos hangares eran francamente grandes, y estaban francamente sucios. Una vez limpiase también ese último, podría volver a la isla del molino. Con algo de suerte, lo haría antes que Måe hubiera vuelto. Se moría de ganas de preguntarle a la joven HaFuna qué tal le había ido su primer día en sus estudios de gremio. Él recordaba muy bien el suyo, por más tiempo que había pasado desde entonces, y deseaba con todas sus fuerzas que el de ella hubiera sido diametralmente opuesto.

Tantas llamadas barriendo hangares le habían servido al menos para reflexionar. En ese aspecto en concreto, la tarea que le habían asignado se parecía mucho a la que llevaba haciendo los últimos ciclos, cuando le enviaban a la otra punta del anillo a enviar mensajes urgentes: le brindaba mucho tiempo libre para dejar volar la mente. No obstante, pese a que no tenía nada en contra de esa escoba, él prefería destinar ese tiempo muerto a volar literalmente.

Durante la mañana llegó a convencerse que todo se había tratado de un error, pero con el paso de las llamadas esa idea se fue desdibujando sustancialmente. La asignadora le había reconocido antes incluso que le mostrase su placa; de hecho daba la impresión que le estuviera esperando. Por más vueltas que le dio, no fue capaz de comprender lo que estaba ocurriendo, y ello le estaba resultando francamente frustrante, porque Eco gustaba siempre de tener el control de todo cuanto le rodeaba, y ser él el que tomase la iniciativa.

No es que no estuviera acostumbrado a limpiar, ni que le disgustase el trabajo o siquiera que le pareciese humillante; todo lo contrario. Bajo su perspectiva, todo trabajo que aportase algo a la comunidad era igual de loable. En muchas ocasiones, sobre todo cuando Måe era más pequeña, habían coincidido ambos con idéntica labor y se lo habían pasando en grande barriendo las calles de Hedonia, sobre todo cuando era otoño y las hojas de los árboles crujían al pisotearlas. El problema realmente residía en que Eco había acudido al gremio con unas expectativas muy altas, y aquél baño de realidad le había cogido con la guardia baja. Lo que había ocurrido, fue algo que él no hubiera podido siquiera imaginar.

            Estaba barriendo junto a una de aquellas naves pequeñas que hacían de lanzadera entre capitales de comarca llevando mensajes, escuchando distraído la conversación entre dos mensajeros que cargaban sacas de mensajes mientras criticaban a su responsable, cuando algo le llamó la atención. Los hangares eran lugares con mucho trajín de HaFunos yendo y viniendo, hablando con frecuencia a voces los unos con los otros. Fue el repentino silencio el que le hizo levantar la vista del suelo que estaba limpiando. El maestro Gör había entrado al hangar, vestido con su impecable uniforme negro. Y se dirigía hacia él.

            Eco se irguió y siguió barriendo, haciendo ver que no le había visto, hasta que lo tuvo parado literalmente delante, y no pudo evitar darse por aludido, por más que él no abrió la boca.

GÖR – ¿No es un poco tarde para estar limpiando todavía, Eco?

ECO – Me gusta hacer las cosas bien, y en ocasiones, eso requiere un tiempo extra.

GÖR – Quizá me informaron mal. Pensaba que tu punto fuerte era la rapidez.

ECO – Soy más bueno enviando mensajes que barriendo.

            Gör le aguantó la mirada unos instantes. Eco no quería resultar grosero, por más que le apetecía mandarle a paseo, pero tampoco quería mostrarse amedrentado por él.

GÖR – Espero que te esfuerces un poco más mañana.

ECO – Siempre intento mejorar. Puedes contar con ello.

El maestro del gremio le brindó un último vistazo, para acto seguido dar una patada al cubo donde él había estado vaciando el saco. Toda la basura que había recogido en ese hangar se desparramó por el suelo formando un medio arco, a medida que el cubo rotó sobre sí mismo hasta quedar inmovilizado. Gör se dio media vuelta y desanduvo sus pasos, mientras todos los HaFunos que había en el hangar le observaban alejarse, para acto seguido mirar a Eco y comenzar a cuchichear entre ellos. El maestro del gremio mantuvo una breve conversación con el responsable del hangar, y acto seguido desapareció de nuevo.

Eco recogió aquél estropicio, acabó de limpiar el resto del hangar, y se dirigió hacia el ascensor más cercano. A esas alturas de la tarde, las ventanillas de asignación estaban casi todas cerradas, y apenas había HaFunos. Instintivamente se dirigió hacia la misma desde donde le habían atendido esa mañana, una de las pocas que seguían abiertas. Por fortuna, aquella HaFuna tan malcarada ya no se encontraba al otro lado. Un HaFuno bastante joven y sustancialmente más educado que ella le recogió la escoba y el saco y le deseó una buena jornada.

            Eco abandonó el gremio a paso ligero. Esa había sido una jornada muy larga; mucho más larga de lo que él hubiera esperado. De camino al ascensor se paró en un puesto callejero que vendía pequeños bollos rellenos de verduras en salsa envueltos en jugosas y crujientes hojas de la planta de la rakuta tostadas y endulzadas. Compró dos docenas. Si el rancho de la cantina de la Universidad era la mitad de malo que durante el tiempo que él recibió clases ahí, estaba convencido que Måe agradecería mucho esa cena.

            Una vez en la cara inferior de Ictaria, no se molestó siquiera en acudir a una red de aterrizaje para emprender el vuelo. Tan solo cogiendo un poco de carrerilla y saltando en el momento adecuado tuvo suficiente para comenzar a volar. Eco echaba mucho de menos sus astas, y el gran poder que éstas le habían brindado hasta que lamentablemente tuvo que prescindir de ellas, pero no se avergonzaría en reconocer que disfrutaba casi tanto ahora volando como en su momento practicando la taumaturgia.

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