162

Publicado: 8 agosto, 2023 en Sin categoría

MAJ – El que os enseñaré hoy es el prodigio más básico de todos cuantos aprenderéis conmigo. La sanación es una de las disciplinas más complejas. ¡Y también es la más peligrosa de todas!

            La joven HaFuna se fijó en cómo la cabeza de Uli, coronada por aquellas nobles astas, asentía irónicamente ante la aseveración de la profesora. Él tenía su propia opinión al respecto, pero supo guardarse de compartirla. La profesora prosiguió. Paseaba por el aula a medida que protagonizaba su particular monólogo, dirigiéndose a todos ellos y a ninguno en particular, para quedar absorta mirando a un punto indeterminado, y proseguir con su verborrea acto seguido.

MAJ – Bien ejercida, os puede servir para salvarle la vida a un semejante. E incluso a vosotros mismos, si estáis lastimados pero todavía en condiciones de practicar la taumaturgia. Pero si la practicáis de modo inadecuado, ¡podéis provocar el efecto contrario!

            La profesora propició una pausa dramática. Curiosamente, esa última afirmación sí atrajo la atención del hijo pequeño del Gobernador.

MAJ – Esta disciplina no se debe practicar ni con prisa ni con falta de conocimiento. Aquí no vale el ensayo error. O lo hacéis correctamente, o directamente no lo hagáis. No hay más. Es un trabajo muy concienzudo y que requiere grandes dotes de concentración para llevarlo a término con éxito. Hay algo que no debéis olvidar, al menos no en este primer curso. Con las demás disciplinas, haced como os venga en gana, pero con la sanación, os recomiendo que no practiquéis jamás solos. A no ser que sea estrictamente imprescindible, porque de vuestra acción dependa la vida de otro HaFuno y una demora se pudiera traducir en una catástrofe, buscad siempre un compañero que os pueda ayudar si las cosas se tuercen. Si tenéis inquietudes por practicar fuera de las clases, lo cual os recomiendo encarecidamente, os pido por lo más sagrado, que lo hagáis siempre acompañados. Eso sí os lo pido por favor. Porque podéis salir muy mal parados. Si necesitáis refrescar cualquier cosa, yo no me marcharé de clase hasta que el último de vosotros haya recibido la última respuesta a las dudas que os hayan ido surgiendo. Eso nunca será un problema.

            Maj se quedó quieta en la parte trasera del aula, reflexionando. Los alumnos, girados sobre sí mismos, la observaban, genuinamente curiosos. Se habían acostumbrado tanto a las clases de Elo, a su modo de ser y de dirigirse a ellos, que cada nuevo profesor que conocían les parecía más insólito y extravagante que el anterior.

MAJ – Os voy a… Os voy a contar una historia con final trágico. Yo, al igual que vosotros lo sois ahora, también fui estudiante de primer curso. ¡Y no hace tanto, que no soy tan vieja! En esos tiempos… había bastantes más alumnos. El vuestro… juraría que es el curso con menos alumnos que ha tenido jamás la Universidad. Bueno… A lo que iba… En ese primer curso éramos muchos HaFunos. Las clases de sanación las impartía un profesor muy veterano. Y muy erudito. Murió hace… siete u ocho ciclos. Ymodaba lo tenga en su gloria. Guardo muy buen recuerdo de él. Pues… en mi clase había un HaFuno muy tímido. Venía de las comarcas, ¡del otro extremo del anillo! Era muy discreto, pero también muy educado y formal. Una jornada, una triste jornada, tuvo un accidente en la clase de naturología. Vosotros sabéis que en el bestiario tenemos las urnas, donde guardamos a los insectos, y los animales más pequeños. Bueno, y si no lo sabéis, lo averiguaréis en breve. Fue al acabar una de las clases. Todos nos habíamos marchado, y se había quedado él solo en el aula. Pues… estaba trasladando una de las urnas que habíamos utilizado, con tan mala suerte que se le resbaló y se hizo añicos en el suelo. Al tratar de cogerla para evitar que se rompiese… se hizo una herida con el cristal. Una herida muy profunda, que enseguida comenzó a despedir sabia a chorro. No hacía mucho, habíamos estado practicando la sanación cortando hemorragias. Eso también lo veremos nosotros más adelante, no… no os preocupéis. En vez de hacer caso a nuestro profesor, e ir a pedir ayuda, trató de curarse él mismo la herida, seguro de sí mismo, porque habíamos practicado ese prodigio hacía muy poco, y a él se le había dado especialmente bien. El pobre HaFuno estaba tan nervioso que en vez de frenar la hemorragia, lo que hizo fue avivarla. Perdió tanta, tanta sabia, y tan rápidamente, que para cuando quiso darse cuenta ya era demasiado tarde. Gritó pidiendo ayuda, consciente que no le quedaban fuerzas para revertir lo que había hecho, pero para cuando finalmente acudieron en su auxilio, ya nada pudo hacerse por él. La de su muerte fue una noticia trágica, pero siempre la comparto con los nuevos alumnos para que puedan aprender de ella. Para que podáis sacar de ella una lección. De ese modo… me gusta pensar que no murió en vano.

            La profesora respiró hondo, todavía con la mente muy lejos de ahí. Volvió sobre sus pasos y se plantó de nuevo frente a su mesa, en la que descansaban aquellas cajas que a punto había estado de tirar al entrar.

MAJ – Bueno… Vamos al lío. Que si no, no vamos a avanzar nada, hoy.

            Le quitó la tapa a una de las cajas con delicadeza, como si temiese que algo fuera a saltarle a la cara si no lo hacía sin cuidado. Muestras de genuino disgusto y asco se repitieron alrededor del aula cuando inclinó ligeramente la caja y los alumnos descubrieron en su interior un par de orondos jaraíes royendo un lecho de hojas azules. Eran animales tan necesarios, pues con la secreción que manaba de sus cloacas se hacían las telas más delicadas, como desagradables a la vista. Måe fue la única que sonrío al verlos. La única entre sus compañeros, sin lugar a dudas, que había sostenido un ejemplar en la mano con anterioridad.

MAJ – Esta disciplina trata sobre la salud. La vida y la muerte… No podemos practicarla con elementos inanimados, como sí podríamos con cualquier otra disciplina. Cuando estéis más preparados, practicaréis entre vosotros mismos, pero por el momento… tendremos que conformarnos con hacerlo de este modo.

            La profesora tragó saliva, se echó hacia atrás, se agachó ligeramente y comenzó a hurgar en los cajones que tenía su mesa.

MAJ – ¡Ahá, aquí te escondías!

            Todos exclamaron sorprendidos cuando vieron brillar el filo de aquella afilada daga en las manos de la profesora.

Deja un comentario