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Publicado: 10 septiembre, 2022 en Sin categoría

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Tan pronto sonaron las campanas de la espadaña, Måe recogió todos sus enseres y salió a toda prisa del aula. Ni siquiera Elo la había abandonado aún. La joven HaFuna estaba de demasiado buen humor para permitir que Uli le brindase su habitual comentario sarcástico e hiriente de despedida. Le había visto mirándola de reojo en más de una ocasión en el transcurso de la en apariencia interminable clase, y no tenía intención de ponérselo fácil. Bajó las escaleras tranquila, tras comprobar que sus demás compañeros aún se demorarían algo más. Al llegar al vestíbulo se cruzó con Rha y con Nåk, que la invitaron a acercarse agitando los brazos.

MÅE – ¡Sí que salís pronto!

RHA – Estamos de prácticas. Nuestro profesor nos deja salir antes, si ya hemos acabado.

MÅE – Eso está muy bien. ¿Están siendo complicadas esas prácticas?

NÅK – Sí… y no. Como nos dejan hacerlo por parejas, es bastante más sencillo. Donde no llega una, llega la otra. Nos compenetramos bastante bien.

            Rha asintió, con una bonita sonrisa dibujada en su rostro coronado por aquellas espléndidas astas que tanto gustaban a Måe.

NÅK – Íbamos a salir a dar una vuelta. ¿Te quieres venir?

            La joven HaFuna se mordió el labio, reflexionando. Le apetecía mucho quedar con sus nuevas amigas, pero al mismo tiempo sentía que no era el momento de hacerlo. No tardando mucho concluirían sus clases teóricas con Elo, y tras éstas vendrían los temidos exámenes. El único modo de seguir con su educación de gremio y optar al inicio de las clases de disciplinas era aprobándolos. Eso Elo lo había dejado muy claro. Demasiado incluso. Måe era una estudiante muy aplicada, y no estaba dispuesta a dejar nada al azar. En esta ocasión el sentido del deber finalmente se impuso a la tentación.

MÅE – Os agradezco mucho el ofrecimiento, de corazón, pero… tengo mucho por estudiar.

RHA – Pero si aún falta, para la libranza. Tienes tiempo, Måe.

            La joven HaFuna negó con la cabeza, cada vez más convencida.

MÅE – Voy muy retrasada, y… me da bastante miedo, la verdad.

NÅK – Lo dice la única HaFuna de toda la Universidad con una insignia de talento.

RHA – ¡Y amarilla, nada menos!

            Måe frunció el entrecejo, pensativa. Había pasado tanto tiempo desde que Elo le brindase aquella insignia, que prácticamente la había olvidado.

MÅE – Otra jornada, cuando hayan pasado los exámenes.

NÅK – Más te vale que no nos engañes, que somos muy rencorosas, ¿Verdad, Rha?

RHA – Sí, sí. Yo ni perdono ni olvido.

MÅE – Os lo prometo. Ahora quiero concentrarme en estudiar a fondo.

RHA – Lo que yo te diga. Igualita que Tac.

            Nåk esbozó una sonrisa ante la ocurrencia de su amiga.

NÅK – Déjala. Haces muy bien, Måe. Elo es un hueso duro de roer, más vale caerle en gracia. Es muy importante estar a la altura, sobre todo cuando estás empezando.

MÅE – Claro, ¡y yo lo tengo todavía más complicado!

            Nåk se extrañó ante la afirmación de la joven HaFuna. Tardó unos instantes en darse cuenta que no era más que una inocente chanza sobre su baja estatura.

NÅK – Qué idiota eres. Si eres adorable así tan chiquitita. ¿A que sí, Rha?

RHA – Sí. ¡Me la comía!

            Rha le acarició ambos lados del hocico a la joven HaFuna, como lo haría una abuela con su joven nieto, demostrándole su aprecio. En esos momentos Uli y su cohorte de HaFunos pasaban por detrás de ellas. La joven HaFuna era plenamente consciente de ello, pero no se molestó siquiera en dirigirles una fugaz mirada.

NÅK – Vete, Måe. Aprovecha el tiempo, y demuestra a esos imbéciles lo equivocados que están.

            Nåk señaló con la cabeza a aquella pequeña comitiva de HaFunos vestidos con túnicas negras que se dirigían hacia la residencia de la Universidad. Måe agradeció para sus adentros la muestra de empatía de su nueva amiga, y notó cómo sus ojos adquirían un brillo especial. Pese a que nunca habían hablado abiertamente al respecto, resultaba evidente que la HaFuna era consciente de lo mal que se lo habían hecho pasar. Por eso había decidido rescatarla de ese pozo en el que se estaba hundiendo sola, motivo por el cual ella le estaría eternamente agradecida.

MÅE – Gracias a las dos, de verdad. Si veis a los chicos, despedidme de ellos, ¿vale?

RHA – ¿Esos dos? Uno estará metido en la biblioteca hasta que se le haga de noche. Y el otro seguro que ya se ha acostado.

            Måe se acercó a las chicas y las estrechó en un fuerte abrazo, que ellas correspondieron encantadas. Lo hizo con los ojos cerrados y una sonrisa dibujada en el rostro. Al abrirlos vio a Una, mirándola de nuevo de reojo. La HaFuna estaba sola, y tan pronto cruzó su mirada con la de ella, se dio media vuelta y se dirigió a la residencia de estudiantes.

            La joven HaFuna abandonó la Universidad bastante más pronto de lo que acostumbraba a hacerlo. Caminando por las calles en pendiente que la llevarían a la muralla que circundaba la ciudadela, se sorprendió reflexionando sobre lo poco que le había costado acostumbrarse a ir de un lugar a otro a pura pata en la parte superior del continente. En Hedonia desplazarse volando era algo tan habitual casi como respirar, y la joven HaFuna siempre había sido especialmente proclive a utilizar ese método de transporte. Tal vez, después de todo, la vida en la capital sí acabaría cambiándola.

            Al salir de la zona más densamente urbanizada de la ciudadela, cruzó el mercado al aire libre, como hacía todas las jornadas. Buscó con la mirada el puesto de Lia, pero no fue capaz de encontrarlo. Se vio tentada a deambular un rato en su búsqueda, pero en ese momento también supo rechazar la tentación. Se había prometido volver pronto al molino y ponerse a repasar los apuntes, para llegar con la lección aprendida a los exámenes que vendrían tras el próximo período de libranza, y estaba dispuesta a cumplir su propósito. Ahora ni siquiera Eco podría entretenerla: era el momento perfecto para trabajar a fondo.

            No tardó mucho en llegar hasta aquella imponente a la par que inútil muralla centenaria. A razón de verla tan de seguido, ésta había perdido parte del embrujo de las primeras jornadas, pero aún así, muchas veces se descubría con el furo de los brazos erizado de pura fascinación al contemplarla. Esa ocasión no fue una excepción. Se dirigió hacia la salida que utilizaba siempre, aquella que estaba tan próxima al Hoyo. Aún le faltaban al menos dos docenas de zancadas para llegar al lugar franqueado por aquellos miembros de la guardia Ictaria tan cómicamente ataviados, cuando vio acercarse a toda prisa a una HaFuna que hasta el momento había estado apoyada en la muralla, a la sombra. No tardó mucho en reconocerla: se trataba de Lia.

            La prisa con la que fue a su encuentro y sobre todo la expresión facial de la HaFuna dejaron a Måe francamente curiosa.

LIA – ¡No te lo vas a creer!

MÅE – ¿Qué pasa, Lia, qué ocurre?

comentarios
  1. meiwes dice:

    Se pone aún más interesante!! Ya echaba en falta estas intrigas tuyas hechas a mala fe 🙂

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