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Publicado: 17 junio, 2023 en Sin categoría

Måe colocó aquél pesado bloque de hielo junto al tronco del árbol, y fue a buscar el siguiente recipiente. Al finalizar la clase, y ver que los propios profesores se estaban encargando de recoger todo cuanto habían preparado para la misma, la joven HaFuna decidió quedarse a echarles una mano. No había sido la única en tener esa iniciativa, pero tampoco quedaban muchos más alumnos en el patio, a decir verdad. Uli había sido de los primeros en abandonar el frío lugar, todavía enojado por no haber recibido ningún tipo de reconocimiento pese a haber sido el primero en congelar su agua.

            La joven HaFuna estaba volcando otro de los recipientes, para extraer de él el hielo, cuando notó una mano sobre su hombro. Dio un respingo y se giró a toda velocidad, dispuesta a protegerse. Sabía que tanto Uli como sus secuaces ya se habían marchado, y que jamás se aventurarían a hacerle nada con tantos profesores delante, pero de todos modos no pudo evitar ponerse a la defensiva. Para su sorpresa, quien tenía detrás no era el hijo pequeño del Gobernador, sino el propio Elo.

ELO – No se asuste, joven. Soy yo.

MÅE – Lo lamento. No le esperaba.

ELO – ¿Tiene un momento?

MÅE – Sí, claro.

            Måe dejó lo que se traía entre manos y centró su atención en el profesor Elo. Tuvo que levantar el mentón para poder mirarle a la cara.

ELO – Quería hablarle de sus exámenes.

            La joven HaFuna respiró hondo. Temía una reprimenda por su parte, pero creía habérsela ahorrado después de la clase de esa mañana. Por lo visto, estaba equivocada.

ELO – Seré franco. Esperaba bastante más de usted.

            Måe abrió el hocico para responder, pero las palabras no acudieron a su boca.

ELO – Algunas de las cosas que ha escrito en su examen de Historia… no es que sean incorrectas, que lo son, es que son prácticamente heréticas.

MÅE – Lo… Lo lamento mucho.

ELO – Ninguna de esas cosas que usted ha explicado las ha oído de mi boca. Si le soy sincero, me quedé francamente sorprendido y perturbado cuando corregí su examen. Muy decepcionado. ¿Se puede saber en qué estaba pensando? ¿Por qué lo hizo? ¿De dónde sacó esa información?

MÅE – Lo… lo siento. Yo… Utilicé unos libros viejos que encontré por casa. Pensé que… Tan solo pretendía ampliar la base que usted nos había dado, para comprender mejor ese período de la Historia y… poder dar una mejor respuesta en el examen.

ELO – Pues hizo literalmente lo contrario, joven. Ha confundido el orden de eventos, ha inventado sucesos que jamás ocurrieron, y ha malinterpretado otros. Un verdadero despropósito, si me permite la palabra. Le aconsejo que se deshaga de esos libros cuanto antes, porque no le van a hacer ningún bien.

            La joven HaFuna tragó saliva y asintió. Elo le despertaba mucho respeto, y estar recibiendo semejante reprimenda de él, le estaba resultando muy duro.

ELO – No puede permitirse otro desliz como ese. El resto de exámenes los hizo con una calidad increíble. Por eso cuando corregí ese, no daba crédito. Tengo muchas esperanzas puestas en usted, y sé que es una buena chica. Es una estudiante muy aplicada, y tiene mucho potencial. Tan solo espero que no lo eche a perder.

MÅE – No… No lo haré. No volverá a ocurrir.

ELO – Eso espero. Por su bien. Vaya usted con Ymodaba.

            El profesor Elo le dio el lomo, y Måe se tuvo que apoyar en el pupitre para poder mantener el equilibrio, de cuánto le temblaban las patas. Sabía que los libros que atesoraba Eco en su biblioteca eran viejos como moghillas, pero no podía imaginar hasta qué punto estaban equivocados. Ella era conocedora que el HaFuno cuernilampiño estaba algo obsesionado con la etapa histórica de la Gran Escisión, pero jamás hubiera imaginado que su biblioteca estuviera llena de libros que contradecían la propia Historia. Por un momento imaginó que se tratase de libros de ficción, pero enseguida recordó cómo estaban redactados. Nada albergaba el menor sentido en su cabeza, pero Eco no estaba ahí para sacarla de dudas, y no lo estaría en mucho tiempo, por lo cual, no valía la pena seguir dándole más vueltas.

            La joven HaFuna agarró otro cubo de hielo y lo colocó bajo el tronco del árbol donde vivía su amigo el cromatí. Le buscó con la mirada, pero fue incapaz de dar con él. Entre todos acabaron de recoger los pocos recipientes que faltaban y, ahora con la conciencia tranquila, aunque todavía bastante inquieta por la conversación que había mantenido con Elo, Måe abandonó la Universidad.

Quería aprovechar el tiempo extra que les había regalado el profesor para ayudar a Lia y a su abuelo, y comentar los términos de su acuerdo. Además, aún se sentía mal por no haberse presentado la jornada anterior. Habían quedado en que tan pronto la joven HaFuna acabase los exámenes, acudiría por las tardes a ayudarles a recoger su puesto en el mercado ambulante, y acompañarles a la Factoría para trabajar hasta que el sol azul abandonase la bóveda celeste. Eso fue lo que hizo, convencida e ilusionada ante tal perspectiva.

En su camino, y habida cuenta que disponía de mucho más tiempo libre del que había previsto, aprovechó para comprar algo de comida por el mercado, cosa que hacía con relativa frecuencia al salir de la Universidad. Ahora no podía confiar en que Eco llenase la despensa, y le vendría bien. Le gustaban mucho los puestos de aquél mercado, porque pese a encontrarse dentro de la ciudadela, donde vivían todos aquellos HaFunos nobles tan estirados, estaban regentados por mercaderes de origen humilde, que ofrecían manjares y bienes artesanales de gran calidad y a un precio que si bien era mucho mayor que el que podría encontrar en la cara inferior del continente, resultaban aún así bastante competitivos. Y mucho más salubres. Eco le había dejado una buena bolsa de cuentas antes de marcharse, y la HaFuna tenía intención de darse un buen homenaje, aunque tan solo fuera para quitarse de encima el mal sabor de boca que le había dejado la regañina de Elo.

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