025

Publicado: 18 septiembre, 2021 en Sin categoría

25

Eco dejó de pedalear, agotado y visiblemente frustrado. Estaba sentado tras el timón del molino, cuyas aspas giraban a gran velocidad. Måe le observaba con el ceño fruncido, sin acabar de entender muy bien lo que se proponía.

ECO – ¡HaGrúes! Esto es más complicado de lo que recordaba.

MÅE – ¿Quieres que pruebe yo?

            Eco negó con la cabeza.

ECO – No serviría de nada. ¡Lo que necesitamos es más viento!

            El cielo era verde sin mácula, sin un solo nimbo a la vista. Era un día especialmente tranquilo y apacible, diametralmente opuesto a lo que Eco precisaba.

MÅE – ¿Tenemos que esperar a que corra más viento, entonces?

ECO – No… Pueden pasar jornadas enteras hasta que consigamos el suficiente. No tenemos tanto tiempo. Ya nos hemos retrasado demasiado.

MÅE – ¿Entonces qué hacemos?

            Eco giró ligeramente la cabeza, y miró fijamente a Måe.

MÅE – ¿Qué pasa?

ECO – Hay otra manera…

MÅE – ¿Qué? ¿Qué hay que hacer?

ECO – Es un truco… pero yo no puedo hacerlo.

MÅE – ¡Lo intento yo! ¿Es muy complicado?

            Eco sopesó la situación. Se trataba de un truco de taumaturgia algo complejo, pero al menos no era peligroso. Lo peor que podía ocurrir era que Måe no consiguiera llevarlo a término con éxito y volvieran al punto de partida.

ECO – ¿Quieres probarlo?

MÅE – ¡Claro que sí! ¿Qué hay que hacer?

ECO – Necesito que muevas el aire.

MÅE – ¿El aire? ¿Cómo el aire?

ECO – Siéntate.

            Måe acató rauda las indicaciones de Eco. Éste retiró el quinqué, con Snï dentro, y lo llevó al extremo opuesto de la sala. Acto seguido abrió de par en par los grandes ventanales desde los que se veían las aspas de molino aún en movimiento, los mismos que le había prohibido terminantemente abrir poco antes a Måe, por el peligro que entrañaba.

ECO – Levanta las dos manos.

            La HaFuna extendió ambos brazos frente a sí, sin dejar de mirar a su instructor. Estaba excitada por tener la oportunidad de aprender un nuevo truco. Pese a la tristeza inherente a tener que abandonar Hedonia, hubiera mentido de haber dicho que no estaba deseando comenzar el nuevo curso en la Universidad de taumaturgia.

ECO – Tienes que concentrarte en todo lo que te rodea. Aunque no te lo parezca, el aire es tan físico como el nimbo que licuaste la otro jornada. Es algo… parecido.

            Måe asintió, pese a que no acababa de entender lo que Eco le intentaba explicar.

ECO – Bueno… No es tan sencillo, pero podemos utilizarlo a nuestro favor.

MÅE – ¿Pero qué es lo que tengo que hacer?

ECO – Necesitamos reconducir el aire para mover las aspas. Lo más rápido posible. La isla está en órbita con el archipiélago. Lo que necesitamos es romper la sincronía.

MÅE – Parece complicado.

ECO – Y lo es. Pero… tú puedes hacerlo.

            Måe se incomodó al notar aquella presión en sus espaldas. No obstante, se propuso hacer cuanto estuviera en su mano para no decepcionar a Eco. Él también gustaba de revivir esas experiencias con la taumaturgia, aunque fuera vicariamente, y el tándem que hacía con ella, en especial esas últimas jornadas, le tenía francamente animado.

ECO – Cierra los ojos.

MÅE – ¿Otra vez con eso?

            Eco sonrió. Él también había sido reacio a ese respecto cuando comenzaba sus estudios de taumaturgia.

ECO – Hazme caso. Te ayudará. Es más sencillo concentrarse en algo complejo si no tienes más estímulos externos.

            Måe, aunque a regañadientes, acabó cerrando los ojos.

ECO – Muy bien. Ahora concéntrate en el aire que te rodea. ¿Notas el viento?

MÅE – Lo has dejado todo abierto, Eco. Claro que noto el viento.

ECO – Intenta tocarlo.

MÅE – ¿Cómo tocarlo?

ECO – Imagínate que es… como un nimbo. Imagínate que estás rodeada de nimbo y quieres echarlo a un lado. Mueve la mano lentamente, tratando de apartarlo.

            La HaFuna se sentía increíblemente ridícula de esa guisa, pero siguió las indicaciones de Eco. Snï la observaba desde su quinqué, muy interesado por cuanto hacía.

ECO – Ahora haz lo contrario. Intenta que vuelva.

            Måe comenzó a creer en lo que le decía Eco cuanto notó cómo su furo se agitaba ligeramente, como si un pequeño torbellino se arremolinase a su alrededor.

ECO – No. No. No puedes absorber el aire, Måe, tienes que dirigirlo. Intenta atraerlo de vuelta hacia ti.

            Eco también notó la corriente de aire que se estaba formando dentro del molino.

ECO – Muy bien. ¿Notas cómo se mueve?

MÅE – Lo noto.

ECO – Ahora vuelve a apartarlo, pero ahora no muevas las manos.

MÅE – Pero…

ECO – Tan solo hazlo. No preguntes.

            Måe agarrotó sus dedos, esforzándose por practicar con éxito el truco. Eco negó con la cabeza.

ECO – No es una cuestión física, Måe. No tienes que hacer fuerza. Tienes que relajarte.

MÅE – ¡No es fácil!

ECO – No dije que lo fuera. Vamos a hacer una cosa. Abre los ojos.

La joven HaFuna asintió y abrió de nuevo los ojos. Tuvo que entrecerrarlos unos instantes para adaptarlos a la iluminada estancia. Estaba algo frustrada. Eco se dirigió hacia la cómoda que había junto a la puerta de la cocina y volvió con una vela, que acercó a Snï. No hizo falta que le pidiese ayuda, pues el pequeño fuego fatuo enseguida se dio por aludido y prendió la mecha. Eco colocó la vela sobre la mesa, e invitó a Måe a sentarse.

ECO – Concentra toda tu atención en el aire que te rodea. Igual que has hecho antes.

            Måe respiró hondo y acercó su mano derecha a la vela, hasta dejarla a un palmo de la misma.

ECO – Ahora intenta empujar todo el aire que te rodea hacia la mecha de la vela. Concentrarlo todo en ese punto.

            La HaFuna entrecerró los ojos y se concentró, tal como Eco le demandaba. Se demoró bastante, pero finalmente notó cómo brotaba de ella una brisa que empujaba débilmente la llama en dirección opuesta a sí misma. Sonrió abiertamente y miró a Eco, que se limitó a asentir, restándole importancia, instándola a seguir adelante. Entonces se concentró todavía más, e hizo suyo el viento que corría por dentro del molino. Lo interiorizó y lo dirigió hacia la mecha de la vela en un fuerte soplido, que la apagó instantáneamente.

MÅE – ¡¿Lo has visto?!

            Eco sonrió, y se sorprendió cuando la joven HaFuna, gritando de alegría, le saltaba encima y le envolvía en un abrazo, llena de júbilo.

Deja un comentario