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Publicado: 26 septiembre, 2023 en Sin categoría

Tan pronto se plantaron frente a Tyn, Måe tuvo muy claro lo que Lia se traía entre manos, por más que ésta no había soltado prenda en el breve lapso de tiempo en el que cruzaron al trote la Factoría de un extremo al otro. La hilandera tenía un semblante serio y concentrado, y parecía increíblemente nerviosa. No era para menos. Su abuelo estaba fumando su habitual pipa de té, con la mirada perdida en la lontananza de la gran nave, descansando después de haber estado casi una llamada seguida trabajando con aquella trenzadora de aspecto preescisivo. Esa era tan solo una de las muchas cosas que podía hacer sin necesidad de su sentido de la vista, y se le daba francamente bien.

TYN – Miedo me dais, vosotras dos. ¿Qué tramáis, bribonzuelas?

            Måe se sorprendió abiertamente porque las hubiese detectado tan rápido. No es que hubiesen sido especialmente silenciosas acercándose, pero había varios HaFunos más yendo y viniendo. Pese a  las recientes deserciones, la Factoría seguía siendo un pequeño hervidero de ellos. A pesar de carecer del sentido de la vista, o incluso precisamente por ese motivo, Tyn tenía el resto de sentidos mucho más desarrollados. Durante un momento, la joven HaFuna incluso se vio tentada a olfatear su axila, para corroborar que lo que hubiese notado no fuese su olor, pues Lia y ella habían pasado mucho tiempo junto al brasero. La voz quebrada de la hilandera la abstrajo de sus disquisiciones.

LIA – Abuelo. Tengo que… He pensado que podrías…

            Lia tomó aire, mordiéndose el labio inferior. Todo había ocurrido demasiado rápido. No había tenido ocasión de preparárselo. No alcanzaba a encontrar las palabras adecuadas, y sospechaba que sencillamente no las hubiera.

TYN – Dilo, joven.

LIA – Necesito que hagas algo, por… Bueno… no. Måe. Necesito que Måe haga algo. Contigo.

            Ambas HaFunas compartieron una mirada cómplice. El ya de por sí arrugado ceño de Tyn se frunció aún más. Dejó su pipa de té junto a la mesa que tenía a su lado, algo inquieto.

LIA – Måe, ¿te puedes poner junto a él?

            La joven HaFuna asintió. Estaba excitada ante la perspectiva de lo que vendría a continuación, y una sonrisilla emergió de sus labios.

TYN – ¿Qué os pasa? Estáis muy enigmáticas esta tarde.

LIA – Abuelo… sólo tienes que… En realidad… No hace falta que hagas nada. Tú tan solo…

TYN – ¿Pero qué vais a hacer? Dímelo. Me estás asustando. ¡No me vengáis con bromas!

LIA – ¡Que no! Si no es nada. Es una…

            Lia suspiró de nuevo. No quería mentirle, pero sabía que si le decía abiertamente lo que había planeado, él se negaría. Los habitantes de la cara inferior del continente eran muy reacios al uso de la taumaturgia, a la que veían como un raro fetiche de la clase burguesa. En especial los HaFunos de edad provecta como él. Para ellos se trataba de un tabú, y el hecho de no hacer uso de ella, pese a estar físicamente capacitados, resultaba un estigma que acarreaban con vergüenza. No obstante, ella no podía mentirle. A él no.

LIA – Es… Es un pequeño prodigio. No es más que…

TYN – No, no. Me niego. No me vais a utilizar para hacer experimentos.

            El HaFuno negó con la cabeza y giró el cuello hacia Måe, que se encontraba a su vera. Sus miradas se cruzaron, pese a que ella era consciente que él no podía verla.

TYN – Ni se te ocurra, eh. Te tengo mucho aprecio, y lo sabes. Y respeto lo que haces, Ymodaba lo sabe, pero…

LIA – Pero si… Será sólo un momento. Yo lo acabo de hacer con ella. Es un…

TYN – ¡Que no!

            El semblante de Tyn se ensombreció aún más. Estaba empezando a ponerse genuinamente nervioso. Lia no recordaba haberle visto así desde hacía mucho, mucho tiempo, y se sentía fatal por ser la culpable. No obstante, estaba dispuesta a llegar hasta el final. Algún que otro HaFuno de los que había por la Factoría se les había quedado mirando, sorprendido por el tono de voz del anciano.

LIA – Abuelo…

TYN – He dicho que no y es que no. Sabes que no me gustan esas cosas, cariño.

            Tyn había suavizado algo el tono, pero seguía enojado.

LIA – Hazlo por mí. Sólo esta vez. No te lo pediría si no fuera importante.

El abuelo, aún con el hocico arrugado y el ceño fruncido, reflexionó durante unos instantes. Conocía demasiado bien a su nieta como para sospechar que pudiese tratarse de algo perjudicial en cualquier aspecto.

TYN – Pero decidme qué es.

LIA – Prefiero que lo veas con tus propios ojos.

            Tyn esbozó una sonrisa, consciente de la desafortunada elección de palabras de su nieta.

TYN – Vaya ocurrencia la tuya.

            Lia se adelantó y tomó la mano de su abuelo entre las dos suyas.

LIA – ¿Me harías ese favor?

            El abuelo se mantuvo en silencio largo rato, mientras libraba esa compleja batalla interior.

TYN – Espero no arrepentirme de esto.

            Lia frotó su mejilla cariñosamente con la de él, con una sonrisa en el hocico, y una lágrima emergiendo de nuevo de sus ojos. Lia se separó de él y le hizo un gesto a Måe, dándole a entender que podía proceder.

MÅE – Dame la mano, por favor.

            Tyn respiró hondo, y al tiempo que soltaba el aire lentamente, adelantó una mano con la palma hacia arriba en dirección a la joven HaFuna. Måe la tomó. Temblaba ligeramente. Se vio tentada a decirle que cerrase los ojos, pero con él tampoco sería necesario. Se aproximó algo más y se incorporó ligeramente, para estar a su misma altura, para tener una perspectiva lo más parecida posible a la suya propia. Bastante nerviosa, echó un vistazo a Lia. Ésta se limitó a hacer un breve gesto de asentimiento con la cabeza. A esas alturas media docena de HaFunos se habían congregado a ver qué ocurría ahí. Måe dio rienda suelta a su prodigio.

            El abuelo se quedó con el hocico completamente abierto, incapaz de dar crédito a lo que le decían sus ojos. Aferró a la joven HaFuna con más fuerza. Lia estaba llorando abiertamente, con una sonrisa que no le cabía en el hocico. Hacía demasiados ciclos que Tyn había perdido la vista. Tantos, que apenas recordaba aquella sensación. Era la primera vez que veía a Lia en toda su vida.

TYN – ¿Eres… eres tú, Lia?

            La hilandera asintió, incapaz de pronunciar palabra.

TYN – Eres… eres igual que tu abuela cuando era joven.

            Lia estalló en llanto y se abalanzó para abrazar a su abuelo. Algún espontáneo comenzó a aplaudir y otros tantos le imitaron. Måe no soltó su mano en ningún momento, totalmente concentrada en mantener vivo el prodigio. Una vez Lia se separó de él, Tyn giró la cabeza ligeramente hacia la joven HaFuna, pero su visión se mantuvo estática, clavada en la hilandera. Aquella rara disonancia cognitiva le resultó molesta, e incluso algo mareante.

TYN – Pero… ¿cómo es posible? ¿Cómo lo habéis hecho?

LIA – Es un prodigio que han enseñado a Måe en la Universidad.

            Eso no era del todo cierto, pero Måe supo mantenerse al margen. No era su momento. Tyn no tenía palabras. Al ver que el anciano giraba el cuello, la joven HaFuna se afanó por imitarle, para que pudiera ver en derredor. A esas alturas más de dos docenas de ojos de sorprendidos HaFunos le observaban, en una mezcla de incredulidad, admiración y respeto. Måe tendría que dar muchas explicaciones esa tarde.

TYN – Increíble…

LIA – Måe. Quiero que me enseñes a hacerlo.

Tyn no osó abrir la boca. Todavía estaba demasiado sobrecogido por lo ocurrido. Él también estaba llorando.

MÅE – Será para mí el mayor de los honores, Lia.

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