123

Publicado: 3 diciembre, 2022 en Sin categoría

123

El ruido de aquél bullicioso local resultaba ensordecedor. No obstante, Måe estaba pletórica. No se había sentido tan bien desde las últimas jornadas en su adorada Hedonia. Seguía echando de menos a Goa, y deseaba tener la oportunidad de volver a verla cuanto antes, pero haber encontrado a aquél heterogéneo grupo de HaFunos le había hecho volver a recuperar la confianza en sí misma y la paz interior. Conocerles a ellos y a Lia había significado que encontrarse con Uli todas las jornadas fuera tan solo un pequeño malestar, y no la pesada losa que cargaba a su lomo desde el comienzo del curso.

            Los cuatro HaFunos la observaban casi sin pestañear. Frente a sí, las copas vacías de aquellos deliciosos aunque quizá excesivamente dulces cócteles que habían consumido hacía ya largo rato. Por fin había llegado su turno: a esas alturas, todos los demás ya se habían descargado. La joven HaFuna tomó la bavarita que le ofrecía Bim y la sopesó en su mano. No era capaz de dar crédito a que una pieza tan pequeña y ligera albergase un poder tan vasto. En apariencia se trataba de un pedazo de metal barato y vulgar, pese a lo llamativo que resultaba aquél color rosa pálido. Se vio tentada a comprobar si realmente albergaba todo aquél poder, pero su cometido era literalmente el contrario.

            Respiró hondo y cerró lentamente la palma de su mano, con el dado de bavarita en su interior. Concentró toda su atención en él, y cerró asimismo los ojos. La transferencia que tenía que llevar a cabo era un prodigio relativamente sencillo. No obstante, era la primera vez que hacía algo así. Todo su conocimiento sobre la taumaturgia práctica lo había adquirido por pura intuición o con la ayuda de Eco. Se sentía insegura.

BIM – A la que empieces, notarás cómo el dado te lo pone fácil. Quizá incluso demasiado. Es como… un sumidero. Tan solo tienes que quitar el tapón y dejar que se vacíe. Pero ve con cuidado, tampoco hace falta que te vacíes del todo. Con que pongas uno poco… será más que suficiente. Para cuando consideres oportuno.

            La joven HaFuna asintió, bien concentrada. Tan pronto comenzó a practicar su prodigio, notó con meridiana claridad lo que Bim le decía. Se esforzó al máximo por controlarlo, pero notaba cómo todo se aceleraba más de la cuenta, a una velocidad pasmosa. Notó cómo todo su poder la abandonaba a marchas forzadas, como si aquél ridículo pedazo de metal le estuviera absorbiendo la propia alma y fuese a acabar por dejarla vacía y yerma. Asustada, trató de recular, temerosa de lo que pudiera ocurrir a continuación.

Durante un instante, instintivamente, lo que hizo fue absorber parte de su poder, en vez de ofrecérselo. El resultado fue ensordecedor. Sumado a aquél estallido parecido a una explosión sónica, una onda de poder y luz brotó de la bavarita. El local vibró notablemente, y un par de las copas vacías que había sobre la mesa explotaron en pedazos. La HaFuna soltó el dado a toda prisa, como si quemase entre sus dedos, y éste cayó sobre la mesa, entre los pedazos de cristal, como si fuera un mero juguete inocente. Todo quedó en silencio durante un instante. Los HaFunos que ocupaban las demás mesas se la quedaron mirando. Algunos parecían sorprendidos. Otros, abiertamente molestos por la desafortunada interrupción.

BIM – ¡No ha pasado nada! Disculpen las molestias y hagan el favor de ocuparse de sus asuntos.

            La joven HaFuna quiso que se la tragase la tierra. Las manos le temblaban.

MÅE – Lo siento…

NÅK – ¿Estás bien, Måe?

MÅE – Sí. Sí… Yo… Estoy bien.

            Måe se revisaba la palma de la mano. Aunque aún notaba cierto cosquilleo, ésta estaba en perfecto estado.

BIM – Te pido disculpas, Måe. No tendría que haberte pedido que lo hicieras.

MÅE – ¿Pero qué dices, Bim? ¡Si la idea fue mía!

            El HaFuno negó con la cabeza, visiblemente frustrado y avergonzado por el desarrollo de los acontecimientos.

TAC – Parece que se nos olvida, pero… es que todavía no ha recibido ni una sola clase práctica.

RHA – ¿Seguro que estás bien, cariño?

            La joven HaFuna asintió de nuevo.

MÅE – Me he asustado y… no sé muy bien qué he hecho… Pero… no pasa nada. Estoy bien. De verdad.

BIM – Bueno. Si se ha quedado todo en un susto… no hay más que hablar.

            El HaFuno tomó el dado de bavarita y se lo guardó celosamente en la túnica. Acto seguido se levantó, y se dirigió a sus amigos.

BIM – Lo siento, chicos, pero… me tendría que ir marchando. Si me retraso mucho más, voy a acabar llegando tarde a la forja. Ésta corre de mi cuenta.

            Bim sacó su bolsa de cuentas y se dirigió hacia la barra. Todos le amonestaron por ello pero el HaFuno no les hizo el menor caso. Entregó al mesero el importe de cuanto habían consumido los cinco, y acto seguido vertió un par de cuentas más en el platillo.

BIM – Esto por las molestias y… las copas que hemos roto.

            El mesero tomó todas las cuentas y asintió, sin mediar palabra. Cuando Bim volvió a la mesa, fue recibido con abucheos, a los que respondió con una sonrisa radiante.

BIM – Es lo mínimo que puedo hacer. ¡Me habéis ahorrado un montón de faena!

MÅE – Pues a mí no me parece bien. Te matas a trabajar todas las jornadas mientras los demás estamos mano sobre mano.

TAC – Oye, habla por ti, bonita.

            Todos rieron.

MÅE – Ya me entendéis. Es que… me sabe mal.

TAC – Pues que no te sepa tan mal. ¿Tú sabes cuántas cuentas ganó este truhán a tu costa?

            La joven HaFuna frunció ligeramente el ceño. Tac se dirigió a Bim.

TAC – ¿No se lo has contado?

            Bim se sonrojó, mientras se aguantaba la risa.

NÅK – Es tradición que en la clase inaugural se apueste a qué HaFuno le darán una insignia.

TAC – Bim apostó por ti. ¡Y se llevó un buen pico!

MÅE – ¿Ah, sí?

            Måe se había conseguido calmar, después de aquél breve incidente, y ahora estaba de nuevo en su salsa.

MÅE – ¿Por eso mirabais con tanto interés? ¡Ahora lo entiendo todo!

            La joven HaFuna se dirigió a Bim.

MÅE – Oye, ¿y por qué yo?

            El HaFuno reflexionó por unos momentos.

BIM – No lo sé… Tuve un pálpito. Eras la HaFuna más canija de todo el grupo, la que parecía menos… intimidante. La que parecía menos preparada. Pensé que nadie más apostaría por ti.

MÅE – Ah, mira, muchas gracias.

            De nuevo se repitieron las carcajadas.

RHA – Pues bien que te salió la jugada.

BIM – ¡Ya te digo!

MÅE – Oye… ¿y por quién habáis apostado vosotros?

            Se produjo un silencio incómodo. La joven HaFuna tardó un poco, pero finalmente lo acabó descifrando.

MÅE – ¿Todos? ¿Todos apostasteis por Uli?

BIM – Tú no has conocido a su hermana, Måe. No les culpo.

MÅE – Pues mira. Me alegro que te sirviera de algo. Oye, creo que no os lo he preguntado nunca… ¿Alguno de vosotros consiguió una insignia en su clase inaugural?

            La carcajada generalizada que reinó en la mesa tan pronto Måe acabó de formular la pregunta fue suficiente para que la joven HaFuna se diera por respondida.

TAC – Yo el único que he visto entregar es el tuyo. En mi clase inaugural no conseguimos una insignia ninguno.

RHA – En la nuestra tampoco. Nosotras tan solo hemos visto un par más, el ciclo anterior, pero ya está.

NÅK – ¿Y tú, Bim?

BIM – Otro HaFuno, el ciclo que entré yo. Creo que está estudiando artes plásticas, ahora. Elo no lo suele poner fácil.

            La joven HaFuna se sintió contrariada.

MÅE – ¿No sois todos del mismo curso?

RHA – ¡Qué va!

NÅK – Sólo Rha y yo entramos el mismo ciclo. Tac entró el siguiente, y Bim… lleva en la Universidad más tiempo que el suelo.

BIM – Oye, un respeto a tus mayores, jovencita.

            Todos rieron de nuevo. Siguieron charlando un rato más, pero Bim no tardó en marcharse, y ellos hicieron lo propio. Måe volvió a casa con una sonrisa de oreja a oreja.

Deja un comentario