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Publicado: 8 febrero, 2022 en Sin categoría

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ULI – No estoy de acuerdo, profesor. Måe no ha conseguido completar su prodigio. ¡Mírelo! El agua de su recipiente está líquida. Esa insignia no le pertenece.

ELO – ¿Me permite que sea yo quien que decida eso?

            Uli estaba sumamente indignado por el desarrollo de los acontecimientos. Se había puesto en peligro por demostrar ser el mejor de la clase. No sólo lo había conseguido, y en tiempo récord, sino que ahora todos los méritos se los llevaba aquella HaFuna, que había demostrado ser la más lenta. Nada de lo que estaba ocurriendo albergaba el menor sentido para él.

ULI – Pero fíjese en…

ELO – Le agradecería que dejase de interrumpir, joven. Estoy intentando hacer mi trabajo.

            Uli, en contra de lo que le dictaba su instinto, se mantuvo en silencio. Estaban todos tan concentrados que no se dieron cuenta que los profesores de los demás alumnos que les habían estado mirando desde las ventanas que daban al patio interior las estaban cerrando, y que ahora ya nadie les observaba desde las alturas. El espectáculo había llegado a su fin.

ELO – Esta es su primera lección. Y espero que la graben a fuego en sus jóvenes mentes. Fíjense en lo que ha hecho la alumna Måe cuando les he pedido que transformasen en agua en hielo. Podría haber hecho como todos ustedes, y hacerlo a toda prisa, sin pensar en las consecuencias. ¿Por qué no lo hizo?

            Måe, que seguía plantada como un vohaní frente a la mesa del profesor, luciendo aquella colorida insignia en el pecho, tragó saliva. Su situación ya era lo suficientemente complicada como para que el profesor aún la hiciera más tensa convirtiéndola de nuevo en el centro de atención. Todo estaba saliendo al revés de lo que ella había imaginado que sería su primer día en la Universidad.

MÅE – Había demasiada agua, y… estaba demasiado caliente, profesor.

ELO – Sí, eso ya lo sabemos todos. Lo que quiero saber es por qué ha venido a mi mesa, y por qué ha utilizado mi recipiente para llevar a cabo su prodigio, a diferencia del resto de sus compañeros.

MÅE – Usted nos dijo que podíamos utilizar cuanto estuviera a nuestro alcance para… para llevar a cabo el prodigio. No tenía nada más a mano… Y… absorber el calor en mi propio cuerpo… me pareció demasiado peligroso. Desde que me asignaron el gremio, he estado leyendo muchos libros y tratados de taumaturgia, y… eso es lo primero en lo que todos coinciden. Por eso… opté por utilizar su recipiente, que en esos momentos estaba libre. Pensé que lo había dejado ahí como señuelo.

ELO – Muy bien. Todos deberían tomar ejemplo de esta HaFuna. Usted llegará lejos. Los demás, más vale que se apliquen si quieren pasar de curso. Puede retirarse, joven. Denle un fuerte aplauso a su compañera.

Aunque a regañadientes, muchos de los alumnos aplaudieron. Si Uli no lo hizo, no fue únicamente porque no podía, al tener las manos aún aprisionadas en el hielo, pues de haberlas tenido libres, tampoco lo hubiera hecho. La joven HaFuna asintió, sonrojada, y volvió tras su pupitre con la cabeza gancha.

ULI – Maldito HaGapimú. Ésta te la guardo.

            La joven HaFuna hizo ver que no había oído los murmullos que le brindó Uli, y tomó de nuevo asiento, acarreando una miríada de sentimientos encontrados en su interior.

ELO – Podrían haber hecho dos cosas distintas y habrían obtenido de igual modo una insignia. La primera es precisamente hacer lo que hizo su compañera; podrían haber utilizado cualquier cosa que estuviera a su alcance para llevar al cabo el prodigio sin ponerse en peligro a ustedes mismos ni a sus semejantes. He de reconocer que su decisión me sorprendió, pero fue tan válida como cualquier otra. Yo me hubiera decantado por el suelo. La tierra siempre será el mejor receptáculo y la mejor fuente que encontrarán, incluso aquí arriba. A la hora de llevar a cabo una transferencia de este tipo, deben tener en cuenta que la escala es un factor muy importante. De haberlo hecho así, no hubieran hecho mal a nadie, y habrían acabado mucho, mucho antes. La segunda, en la que tenía puestas todas mis esperanzas, y que lamentablemente ninguno de ustedes siquiera contempló, consistía en aliarse con alguno de sus compañeros y utilizar ambos recipientes y sus cuatro manos para acabar más pronto con el prodigio. Por ese motivo sus pupitres están tan próximos unos a otros.

            El profesor se llevó la mano al bolsillo lateral de su túnica, y sacó cuatro insignias idénticas a la que lucía Måe en el pecho. Las tiró sobre su mesa, despreocupadamente. Los alumnos las miraron con anhelo y desolación, conscientes que ya no podrían hacerse con ellas.

ELO – Sin embargo, prefirieron no compartir la recompensa y ponerse estúpidamente en peligro. Se lo dije antes, y lo repetiré tantas veces como sea preciso: Aquí no han venido a demostrar ser mejores que nadie. Todos tenemos idéntico fin, y somos compañeros, no contrincantes. Ustedes aquí han venido a aprender. La de hoy es una lección que no deberán olvidar jamás. Una de las lecciones más importantes que aprenderán entre estas paredes cuantos ciclos estén con nosotros. Jamás deben ponerse en peligro a ustedes ni a quienes les rodean, cuando realicen sus prodigios. ¿Estamos de acuerdo?

            El profesor paseó su mirada entre los abochornados alumnos. Alguno de ellos asintió temerosamente, por pura educación. La mayoría, apartaron la mirada.

ELO – Transformar el agua en hielo es uno de los prodigios más fáciles. Cualquier cachorro al que le empiecen a salir las astas podría hacerlo. Calentar un té o enfriar un poco de agua en un vaso es trabajo sencillo, pero la tarea que se les encomendó no lo era. El agua estaba hirviendo poco antes que ustedes llegaran aquí. Y los recipientes tienen un volumen similar al de su torso. Lo que les pedí, sencillamente no se podía hacer de ese modo.

            Uli se mordió la lengua. Aún estaba esforzándose de lo lindo por liberarse del hielo, y ese comentario no le sentó nada bien.

ELO – Jamás deben utilizar sus cuerpos como receptáculos a no ser que se trate de una minucia que no les vaya a afectar, o si hay una emergencia. O si saben muy bien lo que están haciendo. Y resulta evidente que ese, no ha sido el caso hoy aquí. Quiero que cada vez que vean la insignia de Måe se pregunten por qué no la llevan ustedes en su pecho.

            La joven HaFuna juntó los labios de su hocico formando un diminuto círculo y resopló lentamente, tratando de tranquilizarse. El corazón le latía a toda velocidad bajo el pecho.

ELO – Tenemos mucho trabajo por delante, jóvenes. Mucho. Ahora, si son tan amables, acompáñenme al aula, que vamos a comenzar la primera lección.

            El profesor abandonó su posición tras la mesa y desanduvo sus pasos, en dirección al atrio. Algunos alumnos recogieron a toda prisa sus pertenencias y le siguieron muy de cerca. Tres HaFunos se colocaron a la vera de Uli y posaron sus manos en el cristal de su recipiente, para ayudarle a descongelar el hielo. Måe se disponía a agarrar sus bártulos cuando el grito de Una, a su vera, le hizo girar el cuello asustada.

UNA – ¡No puede ser!

            Los alumnos que todavía no habían abandonado el patio interior siguiendo al profesor se giraron hacia la HaFuna. Una no paraba de hurgar en su macuto, cada vez con más nerviosismo.

MÅE – ¿Qué ocurre, Una?

            Una le brindó una mirada de soslayo a Måe, pero enseguida se centró de nuevo en su macuto. Había vaciado su contenido en el pupitre, y tras manosearlo todo, estaba hurgando dentro del mismo, que estaba completamente vacío, en busca de algo que resultaba evidente que no estaba ahí.

MEI – ¿Qué te pasa?

            Se trataba de uno de aquellos tres HaFunos que estaban ayudando a Uli, una HaFuna de furo pardo oscuro y ojos rasgados.

UNA – Mi bolsa de cuentas. ¡No está!

            El corazón de Måe dio un vuelco, al tiempo que una sonrisa maliciosa se dibujaba en el rostro de Uli.

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