034

Publicado: 19 octubre, 2021 en Sin categoría

34

MÅE – Lo siento. Lo… lo siento mucho. No… no estaba mirando.

ULI – No hace falta que lo jures. ¡Mira qué estropicio has hecho!

            Aquél apuesto y elegante HaFuno echó un vistazo a su hasta el momento inmaculadamente blanco traje, mientras farfullaba improperios. Estaba hecho de algo parecido al plumaje natural de una moghilla albina. Las plumas estaban escrupulosamente alineadas entre sí, y superpuestas de modo que resultaba imposible ver el tejido que las sostenía. Formaban una pieza de ropa a medio camino entre un sayo y una capa. Resultaba evidente que era muy delicado y que, al menos hasta el momento, había sido cuidado con gran esmero. La mancha negra que tenía en el pecho, que había chorreado hacia abajo ensuciando incluso uno de sus mocasines, desentonaba en demasía sobre aquél níveo lienzo.

            El joven HaFuno tenía prácticamente la misma edad que Måe, aunque aparentaba ser mayor debido a su estatura y a lo desarrolladas que tenía las astas. Su furo era de color ceniza claro, con una franja turquesa que le cruzaba desde el extremo superior del hocico hasta la base de la cola, ensanchándose a medida que se acercaba a su cintura, y que parecía dividir su rostro en dos siguiendo un patrón prácticamente simétrico. Tanto su ropa como el estado de sus dientes y el evidente esmero con el que cuidaba sus astas daban fe que se trataba de un HaFuno de buena cuna.

            Måe extrajo una gasa limpia de uno de los bolsillos que había cosido en su vestido, dispuesta a enmendar, en la medida de lo posible, el destrozo que había hecho. No tuvo ocasión siquiera de acercársela, antes que éste la frenase, con gesto abiertamente hostil e incluso despectivo. El pequeño séquito que le acompañaba se limitaba a observar con atención y en estricto silencio la tensa conversación, que había propiciado incluso que varios viandantes que transitaban la avenida se les quedasen mirando.

ULI – ¿Se puede saber qué pretendes hacer?

MÅE – Te lo… Puedo intentar limpiártelo. Aún está húmedo y si lo…

            El malhumorado HaFuno resopló, visiblemente furioso.

ULI – Aparta tus sucias manos de mi.

MÅE – Es que… Me sabe mal…

            Poco a poco, los curiosos HaFunos que se habían congregado a su alrededor, azuzados por las miradas asesinas de Uli y algún que otro aspaviento, comenzaron a circular de nuevo en pos de sus particulares quehaceres. Eco tenía los puños fuertemente cerrados. Resultaba evidente que aquél joven era el hijo de un noble. Él conocía el talante de ese tipo de HaFunos y sabía que enfrentándolo, perderían mucho más de lo jamás podrían ganar. A veces era más sensato mirar hacia otro lado y no seguir alimentando ese tipo de actitudes hostiles.

MÅE – Te puedo pagar. La… La… La limpieza o…

            Måe se disponía a girarse hacia Eco, en busca de auxilio, puesto que ella no disponía de cuentas para cumplir la promesa que le estaba haciendo a aquél HaFuno, pero la fuerte carcajada que profirió Uli la hizo quedarse de pierda en el sitio.

ULI – No me hagas reír, ¿quieres? No podrías pagar éste traje ni en diez vidas.

Måe se sintió humillada. Aunque en el fondo, aquél maleducado HaFuno tenía razón. Ni ella ni Eco podrían costear un traje como aquél por más ciclos que trabajasen. La joven HaFuna no podría siquiera soñar con disponer de un material de tal calidad para poderlo coser ella misma.

MÅE – ¿Puedo hacer algo para enmendar este estropicio? Es que me sabe fatal.

ULI – Sí, sí que puedes hacer algo. Marcharte de Ictaria.

            Måe sintió que le temblaban las piernas. Miró a Eco, y éste, con una expresión facial apesadumbrada, le hizo un gesto de negación con la cabeza, invitándola a dejarlo estar. En Hedonia jamás se había encontrado en una situación como esa. Sí había tenido riñas con anterioridad, sobre todo con sus compañeros en las clases de educación fundamental, pero todas acababan irremediablemente con una disculpa sincera, algunas risas y una amistad reforzada. La actitud de ese HaFuno la había cogido con la guardia muy baja, en unos momentos en los que tampoco se sentía especialmente fuerte.

ULI – ¿Cuándo entenderéis que aquí no sois bienvenidos? Márchate y no vuelvas. ¿Qué se te ha perdido aquí? Ah, y haz el favor de llevarte a tu amigo delincuente.

            La joven HaFuna implosionó de ira. Pese a su natural talante sereno y conciliador, no estaba dispuesta a tolerar que nadie faltase el respeto a Eco por su ausencia de cornamenta. Se disponía a replicarle, cuando Eco la agarró del antebrazo, con bastante más fuerza de la que la situación parecía requerir. Tan solo le hizo falta ver su expresión facial y el gesto negativo que hizo con la cabeza para cejar en su empeño. Se giró de nuevo hacia Uli, que parecía subrayado por todos aquellos HaFunos que le acompañaban, tan pronto le escuchó hablar.

ULI – Eso es. Así me gusta. Y ahora, apartaos de en medio, que tengo muchas cosas que hacer.

            Aquél arrogante HaFuno continuó su avance. Måe se vio en la obligación de apartarse, para evitar que uno de sus codos le propinase un golpe. Al pasar junto a ella le escuchó mascullar entre dientes.

ULI – Malditos Icterios…

            La joven Hafuna se le quedó mirando a medida que se alejaba de ellos, aún tan sobrecogida por cuanto había ocurrido que no había tenido ocasión de asimilarlo. Vio cómo él se quitaba el traje y se lo entregaba a uno de sus acompañantes, prácticamente lanzándoselo a la cara. Por el tiempo que hacía esa jornada, Måe consideró que aquella vestimenta era excesiva. De lo que no cabía la menor duda era que aquél HaFuno no podría volar con ella mientras la llevase puesta. También aprovechó para fijarse en las expresiones faciales de quienes le acompañaban, que oscilaban entre un desprecio y una prepotencia similares a las de Uli, pasando por la muestra de la vergüenza más absoluta. La mayoría, no obstante, mantenían la mirada fija en el suelo, evitando cualquier contacto visual.

            En cuestión de unos instantes todo volvió a la normalidad en la bella avenida, no así en la atribulada cabeza de la joven HaFuna.

comentarios
  1. meiwes dice:

    Pobre Mae…
    Es lo que tiene la ciudad, muy bonita, mucho interés y mucho idiota 😦
    Espero que pronto le compense ese modo de vida!

    Me gusta

Deja un comentario