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Publicado: 3 junio, 2023 en Sin categoría

ELO – A partir de mañana comenzarán sus clases prácticas.

            Suspiros de alivio y velados gritos de júbilo se apoderaron del aula. Acababan de sonar las campanas de la espadaña, y todos aquellos HaFunos ataviados con sus túnicas negras estaban impacientes por marcharse cuanto antes. La última clase teórica del profesor Elo había sido especialmente tediosa, y sus alumnos estaban deseosos de salir a celebrar el buen resultado de sus exámenes.

ELO – Lamentablemente, a partir de ahora nos veremos menos las caras. Aunque… ya sé que más de uno de ustedes estará encantado de perderme de vista.

            Los HaFunos se quedaron de piedra ante la aseveración del profesor. Cuando fue el propio Elo el que rió, todos le acompañaron, bastante más tranquilos. No era habitual escucharle hacer una broma, pero el profesor estaba de especial buen humor esa mañana. Se había sentido bastante decepcionado con el alumnado de ese ciclo. Descubrir que no había hecho tan mal trabajo motivándoles y enseñándoles, después de todo, le había hecho recobrar la esperanza para con ellos.

ELO – Seguiremos viéndonos, no obstante, en las clases de seguridad en la práctica de prodigios, que se prolongarán hasta final de curso. Podrán encontrar en el noticiero del vestíbulo la distribución de sus clases de disciplina. Fíjense bien, porque cada jornada deberán acudir a un aula distinta. Y deberán ser puntuales, como hasta el momento. A partir de ahora, ésta aula dejará de ser su aula habitual, por lo que les ruego que retiren sus pertenencias al marcharse. Esta tarde, después de la llamada para comer, nos vemos de nuevo en el patio central. Yo mismo les impartiré su primera clase de taumaturgia práctica. No olviden abrigarse, porque hace bastante frío. Pueden retirarse.

            Los alumnos acataron raudos la orden de su profesor, con sonrisas en sus hocicos que delataban lo ilusionados que estaban por el inicio de su formación práctica. Fueron abandonando el aula atropelladamente, entre risas y gritos. Måe fue de las primeras. Estaba cabizbaja. Pese a que el resultado de sus exámenes había sido el segundo mejor de toda la clase, ella se sentía increíblemente insatisfecha con ellos y enojada consigo misma.

Desde que recibiera los exámenes corregidos, no había parado de darle vueltas a la mediocre nota que había obtenido en el de Historia. Tras el escrupuloso análisis que había hecho de las anotaciones en verde de Elo, concluyó que lo había hecho todo estrictamente bien, salvo la información que había añadido cuya fuente era la biblioteca de Eco. De todas las anotaciones de Elo, que no eran pocas, ninguna hacía referencia a nada que hubiese explicado él mismo en clase. No obstante, no había una sola de las menciones a cuanto ella había leído en aquellos viejos libros que no hubiese sido debidamente corregida. En ocasiones con anotaciones algo preocupantes. Por su contundencia y su tono, parecía francamente disgustado por cuanto había leído.

            Måe tan solo había pretendido ampliar lo que Elo les había enseñado en sus clases, para ofrecer una respuesta todavía más rica. Pero le había salido muy caro. Al parecer, aquellos primitivos libros estaban llenos de incorrecciones históricas y alusiones a eventos que o bien no habían ocurrido, o al menos no del modo que Elo consideraba fehaciente. No obstante, la joven HaFuna no estaba para nada enfadada con Eco. Al fin y al cabo, tampoco le podía reprochar nada a él. Ella había tomado todos aquellos libros de su biblioteca sin siquiera pedirle permiso, y los había leído y releído por iniciativa propia.

            La joven HaFuna llegó hasta el vestíbulo de la Universidad y echó un vistazo al tablero al que Elo había hecho alusión. Se sorprendió al descubrir que había sido la única que había tenido esa misma idea. Resultaba muy colorido, pues quien quiera que lo hubiera confeccionado, se había esforzado por cambiar de tinta a cada nueva alusión a una disciplina distinta. Había anotaciones en tinta roja en referencia a las clases de ingeniería, en tinta verde para las de sanación, morada para las de artes bélicas, azules para las de naturología, amarillas en el caso de las de alquimia y beige para las de artes plásticas.

El planning era increíblemente irregular y estaba todo desordenado, a su juicio, pero lo que no se le podía echar en cara era que no estuviese equilibrado. A un simple golpe de vista, resultaba evidente que habían hecho un esfuerzo consciente por dar la misma importancia a todas las disciplinas, permitiendo a todo alumno escoger la que querría ejercer en el futuro con igualdad de oportunidades. Måe vio por el rabillo del ojo que Pan y Mei se acercaban al tablero, charlando entre sí a voces, como siempre hacían. Se dio media vuelta y se dirigió a la cantina.

            Sus amigos la estaban esperando, y comenzaron a vitorear su nombre cuando ésta se acercó a la mesa que siempre compartían. Su malestar fue suavizándose ostensiblemente a medida que se aproximaba. Adoraba a aquél heterogéneo y curioso grupo de inadaptados del que formaba parte. Se atropellaron unos a otros preguntándole qué tal le habían ido los exámenes. Ella respondió con una sonrisa sincera, compartiendo con ellos el excelente resultado de los mismos, pero obviando el traspié que había sufrido en el de Historia. Al fin y al cabo, también lo había aprobado. Todos la agasajaron y elogiaron su buen hacer. Ella se limitó a restarle importancia, esforzándose por cambiar de tema.

MÅE – Oye, Bim. ¿Al final qué tal te fue con el dado de bavarita?

            El HaFuno dejó de masticar, y al rato tragó lo que tenía la boca.

TAC – Bim fue el que menos acumuló de toda su clase. Y le han castigado barriendo el claustro de los profesores todas las tardes.

            Bim suspiró, y se llevó otro bocado al hocico. Siguió hablado mientras lo masticaba.

BIM – ¡Pero no me parece justo! Llené el maldito dado todas las jornadas. ¡Todas! Estuve seco toda la libranza… y para nada. Si lo sé, no me molesto en mover un dedo… Me hubiera servido para lo mismo.

MÅE – Eso es que han hecho trampas.

BIM – Igual que hice yo, Måe. ¿O es que no te acuerdas?

            La joven HaFuna reflexionó. Pretendía darle una réplica, pero no encontró argumentos. De hecho, la idea de ayudarle a llenar el dado había sido suya.

MÅE – Seguro que tus compañeros han obligado al servicio a llenar sus dados. O…

BIM – Sí. Eso también lo han hecho. Si es que… ellos mismos lo han reconocido delante de Tül.

MÅE – Pero entonces… ¡No entiendo nada!

BIM – El profesor este, que está majareta perdido.

            Bim echó un vistazo a la mesa donde comían todos aquellos HaFunos ataviados con túnicas blancas.

BIM – Dice que era la lección que quería darnos. Que nosotros solos no podemos vencer al enemigo, que tenemos que unir nuestras fuerzas a las de quienes nos rodean, y que para eso, necesitamos ser influyentes. Y me ha puesto de ejemplo, porque he sido el único que no ha pagado para que le llenaran el dado.

MÅE – Pues me parece fatal.

BIM – ¡Más me lo parece a mí! Ahora cuando acabo las clases, tengo que ponerme a barrer todo el claustro antes de irme a trabajar a la forja. En fin…

            La joven HaFuna puso una mano en el hombro de Bim y lo estrujó cariñosamente, tratando de mostrarle su apoyo. No pudo evitar fijarse en que había un movimiento extraño en el patio central de la Universidad.

MÅE – ¿Qué están haciendo ahí?

RHA – Lo hacen todos los cursos. Cuando se acaban las clases teóricas y van a empezar las prácticas, siempre replican la clase inicial.

MÅE – ¿Vamos a tener que volver a congelar el agua en los cubos esos?

NÅK – Sí. Y más vale que se te dé bien, Måe, porque van a estar delante todos los demás profesores.

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