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Publicado: 26 noviembre, 2022 en Sin categoría

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Bim fue el último en acudir. Nåk, Rha, Tac y Måe le esperaban, charlando entre sí, junto a la escultura del dígramo, en la plaza frente a la Universidad. Por fin había acabado la última jornada lectiva antes del período de libranza. Cada cual a su manera, estaban todos ilusionados por poder descansar de tanto estudio, y disponer de tiempo libre para poder al fin dedicarse a sus proyectos personales. La joven HaFuna le vio bajar las escaleras agitando los brazos, ataviado con aquella túnica morada que ella misma había remendado en el pasado. No pudo evitar fijarse en que Uli, acompañado como siempre por su cohorte de lameculos, se la había quedado mirando. La joven HaFuna le lanzó un beso. La respuesta del hijo del Gobernador fue mirarla con todavía más asco, haciendo una mueca de evidente disgusto. Acto seguido le giró la cara, rebosante de dignidad. La joven HaFuna se dio cuenta que Nåk la había visto, y ambas rieron. Bim no tardó en alcanzarles.

            La de aquella jornada había resultado ser una clase especialmente fructífera. El profesor Elo había dado un repaso por todas las lecciones impartidas hasta el momento, enfatizando algunos temas por encima de otros. Ya no aceptaba preguntas, ni apenas dejaba tiempo para tomar apuntes. La joven HaFuna creyó saber leer entre líneas, y tomó nota de todos los puntos en los que el profesor se detenía con más énfasis. Llevaba muy bien preparada la lección, pero aún así, cualquier ayuda de cara a los exámenes que llegarían tras la libranza era más que bienvenida.

BIM – ¡Ya estamos todos!

NÅK – ¿Por qué has tardado tanto, tunante?

BIM – Mira, pues aún da gracias que he venido. ¡Madre raíz!

RHA – ¿Otra vez el profesor Tül haciendo de las suyas, no es cierto?

BIM – ¡Cómo lo sabes! Ahora se le ha ocurrido la magnífica idea que durante la libranza tenemos que llenar unos dados de bavarita. ¡Como si no tuviéramos otra cosa que hacer!

TAC – ¿Y de dónde se supone que vais a sacarlos?

            El HaFuno de la túnica morada extrajo de su bolsillo un dado hecho de un material de color rosa pálido. No parecía muy pesado, y era tan pequeño que le cabía en la palma de la mano, aunque en honor a la verdad, la palma de su mano era bastante grande. Måe lo contempló con especial interés. Lo había estudiado tanto en sus clases de educación fundamental como de voz del propio Elo no hacía mucho, pero jamás había tenido la ocasión de contemplar un pedazo de aquél peculiar mineral con sus propios ojos.

Del mismo modo que el esmirtol repelía la taumaturgia, e incluso servía para anularla, si uno sabía cómo utilizarlo, la bavarita hacía literalmente lo contrario; servía como acumulador. Donde uno era un material relativamente frecuente y fácil de adquirir, incluso en el anillo, el otro era excepcionalmente raro y valioso, sólo al alcance de los más acaudalados. Casi todas sus existencias estaban en manos de la Guardia Ictaria, que sin duda sería quien mejor uso haría de ellas llegado el momento. Sus propiedades eran increíblemente útiles, pero había tan poco y era tan caro, que prácticamente nadie lo usaba. Por las expresiones sorprendidas de los demás HaFunos, todo apuntaba a pensar que tampoco ninguno de ellos había visto un pedazo con anterioridad.

BIM – Nos la ha dado él. Se conoce que tienen guardado por ahí, y ha querido que nos lo llevemos.

TAC – ¿Pero tú sabes lo que cuesta eso?

BIM – Más de lo que llevo ganado en la forja desde que empezó el curso. Mucho más. Pero luego se la tenemos que devolver.

TAC – Ah, bueno. Ya me extrañaba a mí.

MÅE – Pero… ¿para qué sirve? Quiero decir… ¿qué es lo que quiere que hagáis con eso?

BIM – Tenemos que ir llenándolo durante la libranza, y a la vuelta, él los podrá todos a prueba. El que menos haya acumulado, pasará el resto del curso barriendo el claustro de profesores.

NÅK – ¿Y el que más acumule?

BIM – Nada. Si ya te digo: lo único que pretende es fastidiarnos la libranza. Si lo conoceré yo…

MÅE – ¿Quieres que te ayudemos?

            Los cuatro HaFunos se giraron hacia Måe, curiosos.

MÅE – Quiero decir… Empezamos el período de libranza hoy. No creo que nos haga mucha falta.

BIM – Oye, pues… no está mal tirado.

MÅE – Claro. Descargamos todos un poco, y… así tendrás menos faena, luego. Y… puedes aprovechar para enseñarme. Yo… no he utilizado uno de esos en mi vida.

BIM – Y yo hasta hace un rato tampoco, no te creas. Yo… por mí, genial. ¿A vosotros qué os parece?

RHA – Lo que sea menester, ¡faltaría más!

TAC – Tampoco tenía previsto hacer gran cosa, hoy. Me parece bien.

NÅK – Cuenta conmigo.

BIM – Vale, pero… definitivamente, no lo haremos aquí. Como me vea haciendo trampas, se me cae el furo.

NÅK – ¿Por qué no vamos a tomar algo?

RHA – Yo conozco un sitio no muy lejos, que preparan unos cócteles bastante decentes. Y… no es muy caro.

MÅE – Ah, pero… Yo pensaba volver directa a casa.

RHA – Para estudiar un poco, no vaya a ser que no te den la insignia a la más empollona de toda la historia de la Universidad.

            Todos rieron ante la ocurrencia de la HaFuna.

RHA – Va, vente a tomar algo con nosotros, Måe. Lo pasarás bien.

MÅE – Es que, no sé…

RHA – No era una pregunta.

            Todos rieron de nuevo, incluida la joven HaFuna.

MÅE – Es que… quiero estar preparada para los exámenes.

NÅK – ¡Pero si te has pasado todas las llamadas en la cantina con el hocico pegado a la libreta esa tuya!

MÅE – ¡Qué exagerada eres!

NÅK – ¿Acaso no es verdad?

            La joven HaFuna buscó apoyo en sus demás compañeros, pero todos parecían estar del lado de Nåk.

RHA – ¡Vente, haz el favor!

MÅE – Vamos a hacer una cosa. Se lo voy a preguntar a Tac. Me fío más de él que de todos vosotros juntos. ¿Tú crees que debería ponerme a estudiar o que me puedo permitir un descanso? ¿Qué me aconsejas, Tac?

            Todos observaron al HaFuno de las lentes redondas. Él, con su habitual pose serena y concienzuda, dio su veredicto.

TAC – Definitivamente creo que tendrías que venirte con nosotros. Yo creo que a estas alturas ya debes saber más que el propio Elo.

            Las risas se repitieron por enésima vez.

RHA – Pues… ¡no hay más que hablar! Te vienes con nosotros.

            Rha pasó su brazo por el lomo de Måe, la agarró del hombro y frotó su mejilla con la de ella. Antes que tuviera ocasión de darse cuenta, ya se dirigían los cinco hacia el local que había sugerido Rha.

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