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Publicado: 16 julio, 2022 en Sin categoría

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Måe estaba muy concentrada bordando el intrincado tocado a la sombra de aquél alto árbol en el patio interior de la Universidad. La voz de Nåk la sobresaltó tanto que la aguja se le cayó al suelo.

NÅK – Uh. Perdón.

            La joven HaFuna recogió la aguja entre la roja yerba y esbozó una sonrisa al ver a Nåk, que enseguida tomó asiento junto a ella, apoyando la espalda en el mismo árbol. Habían vuelto a hablar en un par de ocasiones más, desde que se conocieran. Todo apuntaba a pensar que la HaFuna no albergaba malas intenciones para con Måe, como ella había temido en un principio. Tan solo la había visto sola y apartada en demasiadas ocasiones, y se sentía mal por ello. Måe aún se mostraba algo reticente con ella, pero al menos le había perdido el miedo. Aquél pequeño cromatí las miraba a ambas desde la copa de un árbol cercano, aferrado a una rama, francamente interesado por lo que veía, mientras seguía mordisqueando aquél fruto seco que la joven HaFuna le había entregado.

NÅK – Te está quedando hermoso.

Hasta el momento Måe tan solo había compartido su proyecto con Eco, aunque éste, más allá de elogiar el esfuerzo, no había mostrado especial interés. Ese tipo de complementos no eran de su agrado, y su opinión al respecto de los HaFunos que acostumbraban a lucirlos, era bien conocida por Måe. En cierto modo incluso compartida.

MÅE – ¿Sí? ¿De verdad lo crees así?

            Nåk asintió, firmemente convencida.

NÅK – Pero… no es mucho de tu estilo.

            La HaFuna llevaba el suficiente tiempo viviendo en la capital del anillo celeste para reconocer que se trataba de una obra de calidad. Ella se había criado en una granja, y su atuendo habitual era mucho más austero y práctico. Agradecía tener la obligación de llevar la túnica a la Universidad. Lo contrario hubiera resaltado más las diferencias de origen social para con sus demás compañeros y, al igual que le estaba pasando a Måe, aunque por distintos motivos, hubiera acabado reportándole problemas.

MÅE – No, si… no es para mí.

NÅK – ¿Se lo vas a regalar a alguien?

            La joven HaFuna reflexionó por un instante. Lo había hecho por puro amor al arte, y porque quería ofrecérselo a Lia como agradecimiento por haberle regalado la madeja. Hasta el momento tan solo había tejido para sí misma, para Goa y para Eco, y en contadas ocasiones por encargo de algún amigo o vecino.

MÅE – En cierta medida… Principalmente lo hago porque me gusta.

NÅK – Pues se te da de lujo. Está feo que yo lo mencione, y negaré haber dicho esto, pero… lo haces mejor incluso que mi madre, que ya es decir.

MÅE – ¡Será para menos!

            Nåk alzó los brazos al cielo, e hizo crujir sus articulaciones. Las mangas de su roja túnica cayeron hacia abajo, dejando a la vista su cobrizo furo, que era algo más pálido en sus extremidades, y sustancialmente más corto. A juzgar por el color y la espesura del mismo, Måe dedujo que la HaFuna debía proceder de las tierras más orientales del anillo; del lado opuesto a Hedonia, de donde ella provenía.

NÅK – Les he hablado a mis amigos de ti. Quieren conocerte.

            Måe tragó saliva. Nåk quizá había sido demasiado directa, para el poco tiempo que hacía que se conocían y lo cauta que se había mostrado Måe en todo momento, pero la joven HaFuna no se lo tomó a mal. Dio un punto más y respiró hondo, mirando al verde cielo salpicado de nimbos e islas errantes. El tocado ya estaba prácticamente acabado.

NÅK – Sólo si te apetece, eh.

MÅE – ¿Seguro que no molestaré?

NÅK – ¡Pero si te he invitado yo! Venga, va. Guarda eso y vente, que ya deben haber acabado de comer.

            Måe, aunque algo inquieta, acató la sugerencia de Nåk. Ambas abandonaron el patio interior y se dirigieron de vuelta a la cantina. Ninguna de las dos se percató, pero tan pronto entraron, el pequeño cromatí que las había estado observando bajó del árbol, y se puso a olisquear por donde había estado comiendo la joven HaFuna, y a alimentarse de las pocas migajas que a ésta se le habían caído.

            La bienvenida fue francamente calurosa y agradable. Måe la recordaría con especial cariño, pese a que en aquél momento le dio la impresión que todo pasaba demasiado rápido. Eran tres en total: dos HaFunos y una HaFuna, y todos aparentaban la misma edad que Nåk. Måe asumió que debían haberse conocido durante el transcurso de su propio primer curso en la Universidad, aunque le sorprendió que no todos hubieran escogido la misma disciplina y aún así se llevaran tan bien entre sí y siguieran reuniéndose.

Rha, la otra HaFuna, vestía una túnica roja idéntica a la de Nåk. De igual modo estudiaba la disciplina alquímica, aunque su furo, prácticamente negro, hacía que no se pareciese en nada a su amiga. Tac lucía una túnica verde como el cielo, delatora que era aspirante a sanador, y unas lentes de montura redonda que hacían que sus ojos azules pareciesen mucho más grandes de lo que eran. A diferencia de Rha, éste no la saludó rozando su mejilla, sino con un solemne asentimiento de astas. El tercer HaFuno, Bim, iba ataviado con una túnica morada, por lo que la disciplina que había escogido era la de artes bélicas. Éste le dio una fuerte aunque afectuosa palmada en la espalda. La joven HaFuna tuvo serias dificultades para mantenerse erguida.

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, avasallándola a preguntas, agasajándola con comida y explicándole sus orígenes. Ninguno de ellos era hijo de un noble; todos provenían de comarcas humildes y bastante alejadas de la capital del anillo celeste. Måe se sintió abrumada, pero al mismo tiempo eternamente agradecida. Lo había pasado francamente mal durante su inicio de curso, y se había llegado a sentir muy sola. La calidez que desprendía aquél dispar grupo de amigos le hizo recordar a la fraternidad vivida en Hedonia, y no pudo evitar que sus ojos adquiriesen un brillo característico.

Mientras charlaba con los amigos de Nåk, antes que la campana de la espadaña les reclamase a todos de vuelta a clase, no pudo evitar fijarse en Una. La expresión sorprendida y con el ceño fruncido que le brindó la HaFuna al cruzar su miada con la de ella, en cierto modo incluso la reconfortó. Aunque las circunstancias no hubieran sido las más propicias, y aunque supiera que era en cierto modo injusto para con ella, mentiría si dijese que no se sentía dolida por su decisión de haberle dado la espalda.

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