Archivos para 13 abril, 2024

233

Publicado: 13 abril, 2024 en Sin categoría

Ůya sopló el lomo de aquél antiquísimo tomo. Una miríada de motas de polvo comenzó a volar por los aires; su visión amplificada por la luz que entraba por los grandes ventanales de la biblioteca, que mostraban una bella panorámica del Jardín interior de la Universidad. Estaba encuadernado en cuero, que por el paso de los ciclos se había cuarteado de un modo que lejos de volverlo quebradizo o darle un aspecto avejentado, le ofrecía un cariz de solemnidad y nobleza. Måe estaba genuinamente interesada por conocer su contenido.

            Se encontraban los seis en la biblioteca, que a esa llamada estaba prácticamente vacía, por lo cual podían charlar tranquilamente sin temor a que nadie les escuchase. La clase de la tarde había sido a partes iguales entretenida y práctica. El prodigio que les había enseñado la profesora Åta había resultado, contra todo pronóstico, mucho más sencillo de lo que la joven HaFuna había imaginado en un principio. Habían aprendido a tomar el poder exotérmico del extracto de corbinto que habían extraído por la mañana y lo habían utilizado para hacer hervir el agua contenida en un pequeño cazo.

            No en vano, Måe fue nuevamente la primera HaFuna que consiguió llevar el prodigio a término, y por ende, la ganadora de la insignia de la jornada. Azul en este caso, al tratarse de la disciplina de naturología. Pero no fue porque se le diese especialmente mejor que al resto, puesto que todos los compañeros enseguida consiguieron llevar a término con éxito y relativa celeridad el prodigio, sino porque fue, de entre todos, la que menos prejuicios tuvo en meter la mano en aquél mejunje viscoso y hediondo tan pronto la profesora dio la señal de que podían comenzar.

            A estas alturas la joven HaFuna ya ostentaba más de una docena de insignias, cuando la enorme mayoría de sus compañeros tan solo habían ganado dos o tres como mucho. Dos de ellos aún no habían conseguido siquiera la primera. La frustración y el rencor que se dibujaban en sus rostros cuando la veían conseguir una nueva, teniendo ya tantas, resultaba más que evidente. La joven HaFuna las tenía de todos los colores, lo cual no le estaba ayudando para decidir a qué disciplina quería dedicar el resto de sus ciclos en la Universidad.

            Ůya había insistido mucho a la llamada para comer en que todos deberían reunirse nuevamente con ella al salir de clase, aunque nadie le explicó a la joven HaFuna el motivo. Måe dudó por un momento, pero enseguida aceptó la seductora oferta. No pasaría nada por retrasarse en su llegada a la Factoría; Lia no hacía más que repetírselo, y realmente le apetecía seguir escuchando todo lo que aquella interesante HaFuna tenía que contarles. Ůya debía marcharse esa misma tarde de Ictaria, y todavía le quedaba algo por hacer que por cuanto insistió resultaba evidente que la involucraba a ella. Aquél viejo libro parecía tener algo que ver.

            Ůya entregó el viejo tomo a Måe, que lo asió con sumo cuidado y algo de recelo. Todos sus amigos la observaban expectantes. Ellos sí parecían saber a ciencia cierta lo que vendría a continuación. Lo abrió, comenzó a hojearlo distraídamente, con especial delicadeza por no estropear sus vetustas páginas. Por fortuna, estaba hecho para durar. Su contenido la sorprendió bastante, pues distaba diametralmente de todo cuanto había imaginado.

En cada página estaban anotados los nombres de tres o cuatro HaFunos distintos, así como su procedencia, el ciclo en el que habían comenzado sus estudios en la Universidad de Taumaturgia, una breve descripción de su pasado y algunas reflexiones y citas para la posteridad. Había docenas y docenas de ellos, cientos incluso. Estaban todos rigurosamente ordenados cronológicamente, por estricto orden de ingreso a la Universidad. Y todavía quedaban muchas hojas por rellenar.

La joven HaFuna fue pasando las páginas, deteniéndose cuando leía algún nombre curioso o una descripción interesante. Buscó distraídamente a Eco en la lista, pero no lo encontró. Tuvo la idea de preguntarle directamente al volver al molino, pero enseguida cayó en la cuenta que no podría hacerlo: el HaFuno cuernilampiño aún tardaría mucho en volver de su viaje. Cuando finalmente llegó a las últimas anotaciones, enseguida reconoció el nombre de sus amigos: Bim, Rha, Nåk y Tac. La siguiente página estaba en blanco. La voz de Ůya, que le ofrecía una pluma, con una sonrisa dibujada en su hocico, la abstrajo de sus cavilaciones. A esas alturas Måe sabía perfectamente lo que esperaban de ella, y no hizo falta siquiera que se lo explicasen.

ŮYA – Es muy importante que conserves la tradición, Måe.

            La joven HaFuna hizo un breve asentimiento, al tiempo que anotaba su nombre en aquella página hasta el momento vacía, con pulso firme pese a que estaba algo nerviosa.

ŮYA – Esto es algo que se lleva haciendo desde antes incluso de la Gran Escisión.

            Måe levantó la pluma del libro y la mirada, sorprendida.

ŮYA – Ahora tú eres la encargada de perpetuar la tradición, e indicarle al siguiente integrante del grupo que debe poner su nombre en el libro. Y así sucesivamente.

            Måe asintió de nuevo, consciente de la gran responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Del mismo modo que Nåk había hecho con ella, debería buscar el siguiente ciclo a un alumno de primero al que sus compañeros rechazasen por su origen humilde, igual que habían hecho sus compañeros con ella, con la inestimable ayuda de Uli. La perspectiva le resultó muy atractiva. Ella se sentía muy agradecida por haber acabado formando parte de aquél grupo de amigos, a los que adoraba. Poder ofrecerle lo mismo a un HaFuno que estuviera pasando por idéntico desconsuelo, de bien seguro le haría sentir muy bien.

            Una vez hubo concluido, y tras asegurarse de que la tinta se había secado, la joven HaFuna comenzó a hojear de nuevo el libro. Tenía mucha curiosidad por conocer el primer nombre que aparecía en él. Su sorpresa fue genuina al leerlo, y entonces comprendió el motivo por el que lo guardaban con tanto celo. El primer HaFuno que había anotado en aquél curioso anuario tenía el nombre de Ulg. La joven HaFuna se dirigió a Ůya de nuevo, que la miraba con una sonrisa pícara en el rostro.

MÅE – ¿Éste es…? ¿Es quien creo que es?

ŮYA – Hay muchas teorías al respecto. Por fechas, encaja como un guante. Si te fijas, es de unos ciclos antes de la Gran Escisión. Y todo el mundo sabe que Ulg era taumaturgo.

TAC – No tiene por qué ser él. No debería ser un nombre tan raro por esos entonces.

BIM – Pues es el único Ulg que hay anotado. Y mira que hay nombres.

NÅK – Pero eso es porque nadie en su sano juicio llamaría así a su cachorro después de lo que hizo el… el de verdad.

RHA – Yo no creo que sea el mismo. Si no, alguien lo habría quemado, y este libro tiene más años que una moghilla.

ŮYA – ¿Tú qué piensas, Måe?

            La joven HaFuna estaba releyendo la cita del tal Ulg. Era muy contundente y reivindicativa. Le resultó francamente inspiradora, aunque también un poco ingenua, viniendo de alguien a quien todo el mundo había acabado dado el lomo.

MÅE – Pues yo creo que sí, que debe ser de él.