Archivos para 23 abril, 2024

236

Publicado: 23 abril, 2024 en Sin categoría

ÅTA – Este tipo de transferencia no es de las puras. Ni por asomo. Depende en entero de la habilidad del taumaturgo, pero en el mejor de los casos… conseguiréis como mucho transferir una décima parte de la… edad, de un árbol maduro al joven. Del revés, como lo he hecho yo ahora, tampoco es mucho más eficiente, ya lo habéis visto. Por eso es importante concentrarse en un fruto concreto, porque de lo contrario, la diferencia resultaría prácticamente inapreciable. Y por eso sus aplicaciones son tan… limitadas. Aunque las hay, y muchas. Pero… sí, se pierde muchísimo por el camino. Si os fijáis, tan solo he conseguido hacer brotar un fruto, y para ello he tenido que hacer menguar el otro árbol casi hasta la mitad de su tamaño. Imaginaos si lo hiciéramos entre nosotros. ¡Para que yo pudiera rejuvenecer un ciclo, os tendría que robar a vosotros media vida!

            Måe no hacía más que tomar notas a toda prisa. Empezaba a dolerle la muñeca. Hacía mucho tiempo que había dejado de escandalizarle que el resto de sus compañeros no lo hicieran.

ÅTA – Tal vez os preguntéis por qué no hacemos esto mismo, pero en vez de robarle su edad a un árbol para dárselo a otro… se la entregamos a uno joven para deshacernos de ella nosotros. ¿Sería mucho más útil, no es verdad? La respuesta es muy sencilla: no se puede hacer. Esto sólo funciona con flora o… fauna de la misma especie. Se ha intentado extrapolarlo en infinidad de ocasiones, pero… sencillamente no es posible. Los dos elementos que van a transferir su… antigüedad, por así decirlo, tienen que ser lo más parecidos posible entre sí, para que funcione. Si no… las consecuencias pueden ser catastróficas. Pero… mucho. Creedme, se ha intentado. No os aconsejo que lo probéis… si tenéis aprecio por vuestra vida. Para que realmente funcione, como habéis visto, tienen que ser lo más parecidos posible. Entre especies idénticas es como mejor funciona, con mucha diferencia. Deben tener… la misma raíz. También se puede hacer con animales, pero… es tan complejo que lo más probable es que acabéis matándolos a los dos en el proceso, así que tampoco os lo recomiendo. No podéis crear vida, ni tampoco arrebatarla. Lo único que podéis hacer es… transferirla de un sitio a otro. Y perdiendo la mayor parte en el proceso. Es lo único para lo que sirve la taumaturgia, al fin y al cabo, pero… nuestro deber sigue siendo el de sacarle el mayor partido posible. Bueno… Basta de cháchara. Tú, tú y… tú. Venid aquí.

            Los tres desafortunados HaFunos a los que la profesora había señalado se dirigieron hacia donde ésta se encontraba, francamente intimidados por su presencia.

ÅTA – Como habéis visto, este prodigio requiere contacto físico directo. Es demasiado complejo y delicado. No hay otro modo de hacerlo. Pero… no hace falta que sea vuestro propio contacto el que lo provoque. Daos la mano.

            Los HaFunos acataron la orden con presteza. La profesora hizo lo mismo: tomó la mano de uno de ellos y asió el árbol menudo.

ÅTA – Y ahora, tú, toca el otro árbol. Muy bien. Ahora concéntrate en la flor que más rabia te dé.

            El HaFuno señaló con la mano uno de los capullos más grandes que había en el árbol y acto seguido asió de nuevo su azulado tronco, intentando imitarla a ella.

ÅTA – ¡No, pero no me lo digas a mí, cazurro! Anda, fuera de mi vista.

            El HaFuno, con la cabeza gacha, volvió a toda prisa a la seguridad del grupo. Se sentía avergonzado pero al mismo tiempo aliviado. La profesora miró a Måe y le indicó que se acercase. La joven HaFuna estaba temblando, más por la excitación que por temor a lo que pudiera ocurrir.

ÅTA – Concéntrate en uno de los capullos, pero no me lo digas a mí, haz el favor. Díselo a tus compañeros.

            La profesora dio un salto y desapareció volando al otro extremo del invernadero, a una velocidad ridícula, dejando tras de sí una brisa de aire. Måe, que se había convertido involuntariamente en el centro de atención, señaló una de las ramas que menos capullos tenía, más en concreto a un capullo bastante pequeño que pendía boca abajo, a diferencia de sus homólogos que se mantenían erguidos. Todos dieron una exhalación al ver aparecer de nuevo a la profesora en el mismo lugar del que se había marchado instantes antes.

ÅTA – ¿Ya lo tenéis claro?

            Los alumnos asintieron entre dientes. El corazón de Måe latía con fuerza bajo su pecho.

ÅTA – Daos la mano, los tres. Vosotros dos, cerrad los ojos. Tú, concéntrate en el capullo que has escogido.

            De nuevo formaron una cadena HaFuna, y acto seguido Åta inició el prodigio. Todos observaron con atención lo que ocurrió a continuación. La flor escogida por la joven HaFuna eclosionó y dio paso al fruto, igual que había ocurrido anteriormente. Éste siguió creciendo y creciendo hasta adquirir un color maduro y un tamaño más que considerable, para acto seguido comenzar a oscurecerse y cuartearse, hasta que acabó licuándose a ojos vista y cayendo podrido al suelo.

ÅTA – Chica, ¡qué entusiasmo! Sí… Esa… Esa era la idea, pero… es importante saber parar a tiempo. Imagínate que en vez de un árbol hubiera sido tu abuela.

            Algunos alumnos rieron, pero al ver la expresión seria del rostro de la profesora enseguida pararon.

ÅTA – Como habéis podido comprobar, no ha hecho falta que yo tocase el segundo árbol para que el prodigio funcionase. Hemos hecho una cadena para transmitirlo, porque todos nosotros servimos como conductores y potenciadores de la taumaturgia, aunque alguno de nosotros no tenga ni idea de lo que está haciendo. Pero con lo que quiero que os quedéis, es que yo no sabía qué capullo habíais escogido. Vuestra compañera no estaba tocando la fuente y yo no sabía a dónde se dirigía, y aún así el prodigio ha funcionado, ¿no es cierto? Lo hemos hecho tomándonos las manos, pero lo podríamos haber hecho de igual modo utilizando una cadena de bavarita. De ese modo la distancia sí que dejaría de ser un problema, porque ese material es el mejor conductor de la taumaturgia que existe. ¡Mejor incluso que un HaFuno, haceos cargo! La lástima… es que es tan escaso. Y más ahora que algún iluminado ha decidido cerrar la única mina que había en todo el anillo. En fin… Venga, va. Ocupad vuestras posiciones. Ahora… todos tenéis delante un par de árboles jóvenes a los que les están empezando a brotar capullos. Tenéis que repetir el prodigio que os he enseñado. Es extremadamente peligroso que intentéis improvisar, por lo cual os prohíbo taxativamente que lo practiquéis sin mi supervisión ni fuera de estas instalaciones, jamás, ni que intentéis nada raro aquí. Tampoco quiero que lo hagáis con prisa, porque ya veis lo que pasa. La insignia se la llevará el primero que consiga un fruto maduro, pero en buen estado. Pensad que os lo vais a tener que comer luego. Es muy fácil que matéis a los dos árboles si no vais con cuidado. ¿Estáis preparados? ¿Sí? Pues… ¡adelante!

            Cuando finalmente Måe se llevó la insignia de la jornada, no fueron pocos los alumnos que impugnaron airados la decisión de la profesora, alegando que jugaba con ventaja por haber podido practicar aquél prodigio con anterioridad, a diferencia de ellos. Todos se mantuvieron en el más estricto de los silencios, no obstante, cuando Åta arrebató la única insignia azul que tenía al más beligerante de los alumnos que había osado poner en tela de juicio su criterio a la hora de premiar a la joven HaFuna. Måe prefirió no articular palabra. Ya había cosechado suficientes enemistades.