Archivos para 29 junio, 2024

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Publicado: 29 junio, 2024 en Sin categoría

Todos aplaudieron y vitorearon al contemplar cómo aquél nimbo iba creciendo a una velocidad increíble, quedando suspendido a mitad de camino del altísimo techo de aquella sala tan solo iluminada por el titilante fuego de tres hogares equidistantes. Había surgido de la nada, creado por el saber hacer de aquél HaFuno ataviado con túnica azul, que se mostraba excepcionalmente concentrado mientras llevaba a término su particular prodigio. El nimbo iba rotando sobre sí mismo a medida que ganaba volumen, pero a una velocidad controlada. Parecía un pequeño torbellino achatado, moviéndose en cámara lenta. Se oyó algún que otro aspaviento al ver el primer fogonazo de luz en su interior.

            Måe no daba crédito a lo que le decían sus bellos ojos morados; la taumaturgia jamás dejaría de sorprenderla. Aquella jornada, todo parecía dispuesto a dejarla con el hocico abierto. Aquél era el sexto y último de los seis alumnos, uno por disciplina, que mostraba su particular prodigio en la que sería la última clase antes del segundo período de libranza. Algunos habían sido tan vistosos como éste, o incluso más. Otros francamente aburridos, pero profundamente interesantes por sus múltiples aplicaciones prácticas y su potencial combinatorio.

            La joven HaFuna se encontraba de especial buen humor esa mañana. Aún creía sentir en sus papilas gustativas el sabor de aquella tarta riquísima y dulcísima, hecha de frutas maduras y crema, con la que Rha la había agasajado antes de entrar en clase, al igual que al resto de sus amigos. Uli no le había dirigido ni una mirada desde que entrasen al aula; estaban todos demasiado excitados y curiosos por el desarrollo de los acontecimientos. Todas las clases con Elo últimamente habían sido increíblemente densas y aburridas. Mucha teoría y datos y más datos que retener, sin ningún prodigio nuevo por descubrir. La de esa jornada se había demostrado una clase diametralmente opuesta, y la joven HaFuna estaba ilusionada y sorprendida a partes iguales.

            Måe tenía muchos planes para el inminente período de libranza; aumentar las llamadas destinadas a trabajar en la Factoría, cada vez más necesarias ante la inminencia de las festividades de la Gran Escisión, las clases particulares de artes bélicas que había pactado con Bim, estudiar duro de cara a la recta final del curso, practicar cuantos prodigios había aprendido desde que éste iniciase, que no eran pocos… Y descansar. Lo único que rompía su creciente entusiasmo, ofreciéndole una desagradable congoja en el pecho que le sobrevenía cada vez que le venía a la cabeza, era la ausencia de su querido Eco.

            Muchos de los alumnos gritaron sorprendidos al notar las primeras gotas de agua del nimbo que comenzaba a precipitarse sobre ellos. Su interior llevaba ya un buen rato hirviendo en actividad eléctrica, formando un bellísimo juego de luces y sombras por las altas paredes de la estancia. Gritaron de nuevo al ver el llameante trueno y oír el ruidoso relámpago, que pareció hacer temblar los cimientos de la Universidad, de cuán cerca se encontraba. Si bien estaba a la escala del nimbo, que en comparación con los de su especie no era especialmente grande, sirvió a la perfección para asustarles de lo lindo.

La lluvia se intensificó por momentos y la indignación creció, proporcionalmente a la sonrisa del HaFuno que les estaba dejando perdidos, que se había venido algo arriba. Las voces airadas luchaban por imponerse al ruido de los truenos que retumbaban por las paredes, en aparente descontrol. Elo se estaba empapando igual que el resto, pero se lo estaba pasando en grande. Al fin y al cabo, no era más que agua; no haría daño a nadie.

ELO – Ya es suficiente, joven. Muchas gracias. Puede retirarse.

            El HaFuno que había llevado a término el prodigio hizo desaparecer el nimbo en un abrir y cerrar de ojos. Tan acostumbradas como tenían las vistas a la intensidad de los rayos que éste había estado desprendido, los alumnos sintieron que se quedaban ciegos por un momento. Elo se encargó de revertir esa sensación descorriendo las pesadas y gruesas cortinas de los altísimos ventanales de aquella sala, realizando apenas un sutil gesto con la muñeca, mostrando la nieve que caía con ganas al otro lado, que había formado una capa de casi media zancada en el jardín interior de la Universidad.

            Viendo su maestría, costaba creer que el potencial para realizar la taumaturgia no estuviera estrechamente relacionado con el tamaño de las astas. A la joven HaFuna nunca dejaba de sorprenderle la facilidad y la naturalidad con la que los profesores practicaban la taumaturgia para las tareas más cotidianas. Pareciera como si su don se tratase de una extremidad más, que utilizaban con idéntica naturalidad como lo harían con una pata o con un brazo. En cierto modo, incluso se llegó a plantear si no era ese el regalo que Ymodaba quería brindarles, y ellos jamás lo habían alcanzado a comprender ni a aprovechar del todo.

            De nuevo se presentó ante la joven HaFuna aquella majestuosa estancia. Se encontraba en una de las salas nobles de la Universidad. Måe había escuchado decir que ahí, los antiguos moradores del vetusto edificio, HaGrúes, celebraban sus fiestas de gala, a las que invitaban tanto a sus homólogos como a los más distinguidos HaFunos y HaGapimús de la aristocracia, en un mundo que nada parecía tener que ver con el que le había tocado vivir a la joven HaFuna. Ella, no obstante, tenía serias dudas al respecto.

            Más de una docena de chimeneas poblaban el perímetro, sólo tres de las cuales estaban encendidas en esos momentos, protegiendo a la estancia de la gélida temperatura que reinaba en el exterior. Los candelabros que colgaban del techo eran los más delicadamente tallados que la HaFuna hubiera visto jamás. La Universidad entera era una bellísima oda a la artesanía, pero esa sala en particular parecía llevarse la palma. Era la primera vez que ella la visitaba, y por más que llevaba ahí más de media mañana deleitándose con los más curiosos prodigios, no podía dejar de descubrir nuevos detalles que hacían de la visión una verdadera delicia.

            Los alumnos todavía charlaban airadamente unos con otros, mientras secaban sus ropajes mediante el uso de la taumaturgia. Elo agradeció a los invitados sus servicios, e hizo reinar el silencio con un simple gesto de su brazo.