Archivos para 8 junio, 2024

249

Publicado: 8 junio, 2024 en Sin categoría

Eco respiró hondo, mientras acariciaba la cicatriz en forma de estrella de su cabeza, de donde antaño brotasen sus brunas astas. Se encontraba resguardado en aquella minúscula isla flotante, ataviado con el uniforme de mensajero de la casa del Gobernador. Estaba dispuesto a cumplir la tarea que Fin le había encomendado, pero por algún motivo era incapaz de dar el siguiente paso. Llevaba ahí, sin acabar de decidirse, casi una llamada completa. Ya no quedaba rastro del pigmento que había adquirido su furo, ni de la atronadora voz que le había acompañado durante su desastrosa misión. Deshacerse de ellos en tan poco tiempo no había sido tarea fácil, careciendo de taumaturgia, pero lo había conseguido. Aunque no había sido barato. Nadie debería poder reconocerle como más que Eco, el mensajero, pero aún así, seguía sin tenerlas tenía todas consigo.

Por fortuna, el portal que él y Kyr habían cruzado les había llevado a un lugar olvidado del anillo pero que no se encontraba demasiado lejos de ahí. En a duras penas media llamada Eco pudo discernir dónde se encontraba, y una llamada más tarde, ya había llegado a la civilización, perfectamente orientado. En el fondo tenía sentido: Enharrubia no estaba demasiado lejos del lugar donde él presumía se encontraba el asentamiento ilegal en cuyo sótano se había encontrado aquella red clandestina de portales. Aunque con lo errática que había sido la configuración del anillo, uno nunca podía estar del todo seguro de ello.

            Finalmente se armó de valor, respiró hondo, y dio un ligero salto con el que enseguida se puso en órbita: aquella isla era minúscula, y su atracción, a todas luces ridícula. Al encararse hacia esa otra isla donde hasta hacía tan poco se encontraban ocultos todos aquellos portales, le resultó especialmente llamativo descubrir que ya no había miembro alguno de la Guardia Ictaria sobrevolando la zona. Por un momento incluso temió haberse equivocado de lugar, aunque aquella hermosa hidroesfera resultaba a todas luces inconfundible. Mientras se acercaba a la isla en cuestión concluyó que, al fin y al cabo, tenía todo el sentido del mundo: ahí ya no quedaba nada que proteger.

            Al acercarse un poco más, se sorprendió también al comprobar que habían retirado las lonas. Una inspección mas concienzuda desde esa posición privilegiada a medida que se acercaba le confirmó que habían soterrado el sótano donde hasta hacía tan poco habían descansado todos aquellos portales huérfanos. Se preguntó si lo habrían hecho a conciencia tras descubrir que dichos portales eran inútiles, o si bien ello no había sido más que la consecuencia del pequeño cataclismo que había provocado el único portal que habían conseguido restaurar con éxito. Viendo cómo había acabado la isla donde se alojaba el otro portal, acabó decantándose por la segunda opción.

            Tan solo tomar tierra, un par de miembros de la Guardia Ictaria se le acercaron y le rodearon. Tras un breve intercambio de palabras le escoltaron hacia la zona donde se encontraban las ruinas de aquél vetusto asentamiento. El trato que le brindaron distaba mucho del que había recibido la jornada anterior, cuando se presentó ataviado con aquellos negros ropajes, que ahora descansaban ocultos a buen recaudo. A medida que se acercaban, comprobó que había reunidos casi una docena de HaFunos en un corrillo alrededor de aquella mesa llena de pergaminos. Reconoció a los taumaturgos por sus níveos ropajes, a aquellos vejestorios eruditos e incluso a Fin, con su habitual pose encorvada, aferrado a su bastón. El corazón le dio un vuelco al descubrir que Kyr también se encontraba entre ellos.

            De algún modo había fantaseado con la idea que no la volvería a ver en un tiempo. Al menos hasta que volviera a Ictaria. No obstante, la hija mayor del Gobernador estaba ahí mismo, charlando con Fin y con varios de los taumaturgos que le habían mirado con tan mala cara la jornada anterior. La HaFuna se giró de mala gana cuando uno de los miembros de la Guardia Ictaria que habían escoltado a Eco hasta ahí le llamó la atención. Éste señaló a Eco y Kyr asintió con un breve gesto, para acto seguido acercarse al HaFuno cuernilampiño a paso firme y con una expresión adusta en el rostro. Ésta se tornó en sorpresa al leer el miedo en los ojos de Eco.

KYR – ¿Qué te pasa?

            Eco tragó saliva. Escudriñaba con nerviosismo la expresión facial de la hija mayor del Gobernador, en busca de cualquier atisbo de reconocimiento. Pese a que la había visto beberse el elixir con sus propios ojos, se sentía aterrorizado ante la idea que recordase que él era el mismo HaFuno que le había estado enseñando a realizar un prodigio cuyo ejercicio era castigado con la pena capital. Todo apuntaba a pensar que no tenía la más remota idea de quién era realmente, no obstante.

ECO – Nada. Estoy… He cogido un poco de frío viniendo y… Toma.

            Eco entregó la carta a Kyr. Ésta la abrió de mala gana. La leyó y soltó un aspaviento.

KYR – A buena llamada…

            El HaFuno cuernilampiño tragó saliva. Kyr practicó de nuevo aquél extraño prodigo, y redistribuyó la tinta de la carta que acababa de leer, cambiando por completo su contenido. Eco se moría de ganas de preguntarle cómo lo había hecho. No obstante, eso no le serviría de nada: él jamás podría replicar ese prodigio, por más que quisiera. Sin darle ocasión a Eco de leer nada, la cerró de nuevo y reconstruyó el lacre que ella misma había roto hacía unos instantes. Kyr le devolvió la carta, con la misma expresión ceñuda en el rostro con la que le había recibido.

KYR – Quiero que lleves esta carta al Gobernador, y que lo hagas lo más rápido que puedas. Es muy importante. Y muy urgente.

            Eco tomó la carta a toda prisa, deseando poder marcharse cuanto antes de ahí.

ECO – Así lo haré. ¿Necesitas algo más?

            Kyr le respondió con un gesto negativo. Sentía que Eco estaba muy raro, pero en esos momentos tenía demasiadas cosas en la cabeza como para darle importancia, lo cual benefició al asustado HaFuno.

KYR – Te puedes retirar.

            Eco se tomó la orden muy en serio, y en menos de un par de parpadeos ya se encontraba en órbita, dispuesto a volver a Ictaria lo más rápido que le permitiesen sus patas. La idea de reencontrarse con su adorada Måe era lo único que hacía que todo adquiriese sentido.